jueves. 18.04.2024
RENOVACIÓN EN EL PSOE

Los barones, el paraguas de Susana y un verso de Ángel González

Por Manuel Rico | La calle, los ciudadanos que se han alejado de las sedes socialistas no se merecen solo un cambio de cara en la cúpula. (Foto: Prudencio Morales).

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Foto: Prudencio Morales.

Uno de los aspectos positivos del éxito de Podemos en las pasadas elecciones europeas es el efecto indirecto que puede tener en el modo de hacer política del principal partido de la izquierda en España: el PSOE. Hay un segmento importantísimo de la población, de convicciones progresistas y democráticas, que se define de izquierdas, que lleva tiempo quedándose en casa a la espera de la renovación/regeneración de su “partido de siempre”. La conferencia política que ese partido celebró el pasado otoño tuvo mucho de catarsis programática: no hay más que revisar el catálogo de propuestas (desde las primarias abiertas hasta la reforma de la Constitución para definir una estructura federal del Estado, pasando por el reforzamiento del Estado del Bienestar y de las políticas públicas) para darse cuenta de que ahí estaba el fermento de una profunda renovación partidaria y propositiva. Entre las propuestas aprobadas estaba el calendario de primarias abiertas, a celebrar en el otoño de 2014, con una razonable cercanía respecto a elecciones municipales, regionales y legislativas.

El resultado de las europeas ha acelerado la catarsis que en esas propuestas se ponía de relieve. Tras el desastre, Alfredo Pérez Rubalcaba anunció su marcha y convocó congreso extraordinario renunciando a pilotar las primarias porque se consideraba deslegitimado ante la “severa derrota” recibida. Afirmó, así, la necesidad de que una ejecutiva nueva, no marcada por esa derrota, pilotara el proceso previsto para el otoño, cuyo calendario no se alteraba. Con ello se abre una gran oportunidad para el PSOE. La catarsis/renovación podría empezar el 26 y 27 de julio con algo parecido a una refundación. Después serían las primarias abiertas. Frente a esa iniciativa, una voz no surgida del frío sino del apacible retiro “académico” de Miami, Carme Chacón, demandó primarias abiertas ya (para que “opine la gente”, dijo: llamativo alegato si tenemos en cuenta que esa “gente” opinó en su día que debía representarla en el Congreso de los Diputados y la dejó sin representación yéndose a “hacer las Américas” en el más duro momento de los recortes sociales y de la crisis soberanista); también pidieron primarias ya Eduardo Madina, Pedro Sánchez y algún que otro “protocandidato”.

LOS BARONES

Sin embargo, no tardó en abrirse paso el planteamiento de Rubalcaba en el sentido de que la dirección por él presidida no era la más idónea para llevar adelante el proceso y que antes de entrar en una batalla de nominalismos llevando a la sociedad la crisis partidaria, era imprescindible su clarificación interna y, sobre todo, analizar lo ocurrido y afrontar la nueva etapa con una dirección sin lastres del pasado, en condiciones de volar sin plomo en las alas.

Salvo la exministra regresada, los candidatos comenzaron a asumir la necesidad de un debate para abrir la puerta a un tiempo nuevo, en el que las aspiraciones, los desafectos y la durísima crítica  de la sociedad puestas de relieve el 25 de mayo tuvieran una respuesta mediante cambios profundos en la relación partido-sociedad.  En medio de ese proceso, Eduardo Madina afirmó públicamente que el Congreso sólo tendría un carácter regenerador si el secretario general procede de una legitimidad nueva e histórica: la de ser elegido en voto secreto por todos los militantes/afiliados del conjunto de España. En el fondo, se trataba de poner en marcha unas “primarias internas” para dejar despejado el camino, después del verano, a las primarias abiertas para la elección del candidato o la candidata a la presidencia del gobierno. Madina dio el campanazo y puso a ese partido ante un reto apasionante: desde el mismo momento del congreso, el PSOE habrá de trasladar a la sociedad el mensaje de que de verdad ha escuchado el aldabonazo ciudadano (enésimo aviso, todo hay que decirlo, tras las generales, municipales y autonómicas) de las europeas. Ese hecho despierta entusiasmo en las bases de ese partido y se convierte en el primer paso de la imprescindible catarsis. ¿La puerta a la verdadera renovación? ¿El inicio del camino hacia la reconciliación con una mayoría social progresista? Probablemente.

Tras el pronunciamiento de Madina, salieron en tromba la mayor parte de los llamados barones regionales a proclamar la idoneidad de Susana Díaz para la secretaría general del partido, lo cual nadie parecía discutir (aunque, a mi juicio, tendría que evitar un serio riesgo de fisura con los ciudadanos andaluces al compatibilizar un compromiso y otro, lo que no es poco), pero sin pronunciarse sobre el método de elección, sin respaldar de manera explícita el criterio “un militante, un voto” que Madina había defendido. Ese respaldo se produciría más tarde no sin alguna que otra muestra de desacuerdo como la de José María Barreda entre otros. 

Cabe concluir, en todo caso, que el gesto y la firmeza de Eduardo Madina de un lado y la flexible actitud de Rubalcaba de otro, han conjurado el peligro de un congreso “bulgarizado”, con un secretario general elegido sólo por mil delegados no ayudaría a ello, lo que hubiera supuesto, una vez más, dar la espalda a una aspiración mayoritaria de su militancia.  A mi juicio, se trata de un paso histórico, irreversible, que debería tener su correlato en todos los congresos regionales futuros.

EL PARAGUAS DE SUSANA

En medio de ese trayecto, escuchamos a un socialista/tertuliano como Antonio Miguel Carmona respaldar la opinión de Tomás Gómez en el sentido de que en el enésimo desastre electoral socialista en Madrid toda la “culpa” era de Rubalcaba mientras que en la victoria de Andalucía todo el mérito era de la presidenta de la Junta. No era una opinión aislada, sino el síntoma de una inhibición colectiva, de un repliegue en la “seguridad”. Aplicando ese enfoque al análisis de los resultados, Rubalcaba, secretario general para todo el Estado, habría sido negativo para Madrid y positivo o neutro para Andalucía. Algo similar cabría decir de la Comunidad Valenciana y del resto de las comunidades autónomas salvo Extremadura, donde el PSOE fue primer partido.  ¿No sería más justo afirmar que la responsabilidad es compartida? ¿No está en las antípodas de la renovación que se exige mirar al tendido pensando “conmigo no va la cosa”?

Con el paso de las horas y de los días tras la jornada electoral, comenzó metafóricamente a diluviar. La lluvia, que al principio sólo mojaba a los miembros de la ejecutiva federal, amenazaba con inundar los despachos de los barones, a los que empezaban a mirar con ojo crítico las bases correspondientes.  Patxi López, en Euskadi, Roberto Jiménez, en Navarra y, algo más tarde, gran parte de la ejecutiva de Castilla y León, dimitieron. Pero ni un solo barón regional, aparte de los mencionados, se aplicó la medicina que, en muchos casos en la misma noche electoral, empezaron a recetar a Rubalcaba, algo que llama mucho la atención, sobre todo si tenemos en cuenta la necesidad de una regeneración no sólo “en las alturas”, sino en toda la estructura de ese partido.

Pero los milagros a veces existen. De pronto, en medio de la tormenta, se iluminó la figura de Susana Díaz y no pocos secretarios regionales vieron un inmenso paraguas para refugiarse de la lluvia y del viento.  El Congreso sería ganado de calle por ella, los desastres electorales acumulados año tras año en cada región seguirían impunes, y nadie asumiría responsabilidades. Rubalcaba, culpable de una tormenta en la que debería ahogarse y ellos impasibles y secos bajo el paraguas ajeno.  Todo un manual del “sálvese quien pueda” (término que se adecúa perfectamente al peculiar fenómeno de aferrarse al cargo pase lo que pase en la sociedad). En Madrid, región donde resido, ese modelo se aplica con tenacidad: las declaraciones del secretario general del PSM son todo un canto a la máxima leninista que dice, más o menos: “si la realidad se equivoca, peor para la realidad”. En Madrid, Rubalcaba pierde las municipales y autonómicas, pierde las generales, pierde las europeas….  Uno se pregunta si Tomás Gómez existe o se trata de un secretario general sólo preparado para asumir victorias puesto que con él y su ejecutiva no parece ir nada de lo que electoralmente ocurre en Madrid. Su lema parece haber sido en este tiempo: “Yo no he hecho nada, el malo es Rubalcaba”. Hasta lleva rima.   

EL VERSO DE ÁNGEL GONZÁLEZ

Ángel González escribió un verso magistral hace muchos años: “Te llaman porvenir porque no vienes nunca”.  Un verso aplicable también a la utopía y a no pocos sueños. La renovación del PSOE es algo similar al porvenir de Ángel González: no viene nunca. Al menos, hasta el momento sigue “por venir”. Y el gran peligro es que la histeria de los barones tras la derrota europea tenga como plasmación la búsqueda de las respuestas en una cara, en una solución individualizada, en el personalismo  puro y duro: es decir, en un salvador (en este caso, una salvadora. Dicho de otro modo (lo digo porque así lo ha expresado la mayoría), en la figura de la presidenta de Andalucía.

¡Cuidado! Susana Díaz es un capital de enorme valor para el progresismo de nuestro país pero al que las prisas, siempre malas consejeras, y la necesidad de “paraguas frente a la tormenta” de ejecutivas regionales que prefieren que los problemas vengan resueltos sólo desde arriba sin asumir responsabilidades pueden desaprovechar, cuando no echar a perder.  Si la conferencia política dejó sobre la mesa un abanico amplísimo de medidas programáticas y de relación con la sociedad, su aplicación requiere de paciencia, humildad en la relación con los trabajadores y ciudadanos, trabajo constante, renovación de abajo arriba de todo el partido (lo que significa que en cada región hay que remover a quienes acumulan, impasibles, derrotas locales y autonómicas) y, sobre todo, huir como de la peste de la concepción del “salvador” como solución definitiva a todos los males. 

La calle, los ciudadanos, los miles de hombres y mujeres que, a lo largo de los últimos años, se han alejado de las sedes socialistas, han comenzado a alinear a ese partido con la troika o se han vencido al desaliento refugiándose en la abstención o en el voto a IU o a Podemos, no se merecen la artificiosa y simplista (e irresponsable) solución basada esencialmente en un cambio de cara en la cúpula. Los ciudadanos exigen cambio en el comportamiento colectivo de ese partido, firmeza en la defensa de un programa que apueste por el Estado del bienestar y la economía social frente a los mercados, permeabilidad a las iniciativas ciudadanas, transparencia, honradez, austeridad y ejemplaridad en el comportamiento de sus representantes y, sobre todo, un fuerte impulso por la recuperación de la Europa social que dio sentido al socialismo y a la socialdemocracia tras la Segunda Guerra Mundial. Un “reformismo fuerte” articulado barrio a barrio, sector a sector y pueblo a pueblo, un impulso que recupere la presencia socialista en los movimientos sociales, en las redes y en el universo digital.  Lejos del “socialismo liberal” que justificó medidas que están en el corazón de la crisis y lejos del infantilismo que apunta medidas imposibles y que, a base de maximalismos, conduce a la impotencia.  Eso requiere colectivos de dirección, equipos con una gran iniciativa, no sólo una nueva cara como “pócima anti-desastres”.

Esa “vuelta a la sociedad y a la credibilidad” no se producirá de la noche a la mañana.  Será un proceso lento, con debate ideológico en la sociedad y en los medios, con medidas que muestren que no se trata de meras declaraciones de principios, con hechos. ¿Es lo más adecuado “tirar” de Susana Díaz corriendo el riesgo de que lo que no es incompatible jurídicamente se muestre, poco a poco, incompatible en la realidad? ¿Podrá dirigir el PSOE de manera eficaz sin ser diputada en el Congreso y con la mirada obligadamente puesta en Andalucía, donde los problemas no son pocos? No está nada claro. De cualquier modo, tal y como ha sido presentado por los barones (casi todos expertos en derrotas en sus regiones), más parece una tabla de salvación hija del nerviosismo y del desconcierto que una salida meditada. Hace un par de días, un vecino atento a los movimientos de la izquierda tras el 25-M, me hizo un comentario ante el kiosko de periódicos donde se mostraba en una portada la iniciativa “salvadora” aludida. “Estos van a desvestir un santo para vestir a otro”. Sabiduría popular a no echar en saco roto.

El PSOE está ante una nueva oportunidad (quizá no haya más: no está escrito que no pueda dejar de ser primer partido de la izquierda) de renovación profunda y generosa a todos los niveles. Millones de ciudadanos esperan que esta vez sí sepa aprovecharla. Confiemos en que el verso de Ángel González referido al porvenir (“te llaman porvenir porque no vienes nunca”) deje de tener sentido aplicado a la regeneración socialista. Y en que venga.

Los barones, el paraguas de Susana y un verso de Ángel González