viernes. 29.03.2024
Fotos: María Ramos

La exposición ‘Almacén. El lugar de los invisibles’ en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid expone 300 piezas, la mayoría anónimas y silenciadas.

El Museo Nacional de Escultura nos invita en su nueva exposición a sorprendernos ante la contemplación pura sin intermediarios intelectuales, siguiendo el consejo del propio MNE, dejando “que nuestra inteligencia simule no saber y disfrute del espectáculo de contemplar lo que el Arte nos regala desinteresadamente” de 300 obras que se nos muestran desnudas, sin referencias historiográficas, sin agrupamientos estilísticos, sin cartelas, sin autores, sin mediación. Piezas nunca expuestas extraídas de sus almacenes procedentes de expolios, guerras, ventas ilegales o abandonos. 

Piezas de autor desconocido, al menos oculto, y de devociones ignoradas. Santos menores y santos mayores mezclados con sayones semanasanteros que parecen actuar de guardias que guían el ataque de una jauría celestial

Las obras de arte siempre ofrece algo más de lo que podría decir un pie de foto. Una obra de arte es la que aporta algo nuevo en cada mirada, en cada nueva aparición. Siempre una nueva sorpresa, un nuevo punto de vista, una nueva mirada. 

En este desván laberíntico, cada nueva visión será un nuevo canto de sirena que te hipnotiza para seguir avanzando entre estos tesoros que hablan directamente, sin intermediarios, sin aviso. 

Series de iguales que forman un amenazante ejército de bustos de guerreros católicos de Xian camuflados bajo los hábitos de madera.

Obras que se aparecen de espaldas sin que se adivine qué rostro ocultan. Variaciones infinitas sobre un mismo cuerpo crucificado que evocan a los miles de esclavos que fueron crucificados en la vía Apia tras la revuelta de Espartaco en una suerte de Vía Crucis de dimensiones apocalípticas. 

Santos anónimos que cobran vida y se agolpan amenazantes como juguetes animados de una pesadilla infantil, liderados por una monja de dimensiones gigantescas que parece dispuesta a lanzar la orden de ataque en cualquier momento.

Piezas de autor desconocido, al menos oculto, y de devociones ignoradas. Santos menores y santos mayores mezclados con sayones semanasanteros que parecen actuar de guardias que guían el ataque de una jauría celestial. 

Una Soledad en carne mortal, despojada del cabello y con un cono de madera como única vestimenta. Más sola y más triste que ninguna de las Soledades antes vistas. Soledad anónima que no pueden ocultar las pecas y el maquillaje que nos trae a la memoria muchas tristezas disimuladas. 

Piezas que callan y simulan estar inmóviles cuando sienten nuestra presencia, pero a las que podemos oír latir el corazón todavía emocionado al ser liberadas del polvo de siglos y volver a ver la luz. 

Guerras mutiladoras, incendios, desplomes, abandonos, repartos salomónicos o implosiones. Restos de los naufragios del tiempo extendidos sobre las paredes. Una cabeza de carnero, un ornamento vegetal, cuatro fragmentos de retablo, unos ojos de vidrio, un remate de marco y unas alas perdidas en batalla celestial. 

Un santo que sólo conserva la cabeza y una estructura de madera a modo de osamenta, se eleva sobre unos palets para sujetar unos grilletes que nos recuerdan el terrible destino de la materia. “Polvo eres y en polvo te convertirás”.

Tras un muro traslucido, montones de cajas esconden nuevas obras de arte ocultas todavía a la mirada. Walter Benjamín sentencia: “La mera posición contemplativa ante la obra de arte se irá transformando lentamente en una posición de deseo ante el gran almacén”, [y la mercancía], finalizaría la cita de ‘Obra de los pasajes’.

Evitando la salida señalizada, es el momento de hacer el recorrido inverso por esas trescientas piezas extraídas de los almacenes del Museo Nacional de Escultura, tratando de recomponer el maravilloso laberinto de esta exposición. Lo han vuelto a hacer. 

La exposición “Almacén. El lugar de los invisibles” puede visitarse hasta el 17 de noviembre de 2019 en el Palacio de Villena del Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Entrada gratuita.

Alas sin ángeles, santos sin nombre