viernes. 19.04.2024

cueva-erizoAlejamos de nosotros la muerte hacia un futuro indeterminado, reflexiona la protagonista de Ahora que no estás, de Eduardo Caballero. Tanto es así que se puede tener la tentación de no terminar la lectura de la novela para no acercarnos a ver el fin del precipicio, como si pudiéramos aparcar el indefectible desenlace. Esta oscura opera prima, no apta para hipocondriacos, arriesga en ese terreno tenebroso que es la última fase de esa partida de ajedrez que es la vida. Una apuesta fuerte por parte de este Nuevo Talento en estos días en el que el mercado editorial se parece a una botica en la que no se deja de insistir en fórmulas determinadas por palabras claves identificadas por Google.

En un parque una mujer de 40 años lleva en un sobre la notificación de un jaque sin escapatoria: cáncer de pulmón, tres meses de vida. Quién no se ha preguntado alguna vez: ¿qué harías si supieras que te quedan tres meses de vida? Blanca, así se llama, decide guardar disimular y guardar silencio ante el mundo exterior hasta que sea inevitable. Pero dentro empieza la batalla, “las personas somos diferentes según el mundo que tengamos por delante y el que tengamos por detrás”.

Aunque Ahora que no estás es la primera novela de Caballero, no es una idea aislada sino que que da continuidad al tortuoso y rico imaginario que ya elaboró con la colección de relatos breves publicada bajo el título Otro nombre, otra puerta, aunque aquí abandona el aire truculento e incluso gótico de alguno de ellos. En este caso, un tono contenido y distanciado, la serenidad del lenguaje ante la muerte acentúan el efecto de luz fría que el autor proyecta sobre esa mente femenina que absorbe toda la acción de la historia, proporcionándole a Blanca una suave rampa de despegue hacia el último viaje. Eduardo Caballero opta por llevar a su protagonista por ese camino minado sin asustar con alharacas ni aspavientos, poco a poco. Insiste en lavarse las manos encerrada en el baño de su casa, en un intento cada vez más fútil de aliviar la presencia del invasor en su pecho. Con cada repetición cotidiana, cada hábito, una costumbre odiosa, una relación, otra, crea un ritmo que se ralentiza al tomar una repentinaconciencia de cada instante, donde ya sólo queda presente.

¿Qué has hecho hasta hoy?, ¿comparado con qué?, ¿has cumplido con las expectativas, de quién? Para cada uno sus preguntas y mil respuestas. No sé cómo imagina el lector que se presentaría en esa situación ante su familia, la madre con la que vive, la hermana recién casada a punto de dar a luz, el novio sereno, el trabajo, la amiga de toda la vida. Habrá mil formas, tantas como personas. Blanca elige las suyas en silencio de forma congruente a medida que avanza página a página con repentinos ataques de tos, y de llantos, como quien pisa más el acelerador al saltar sobre un bache, profundizando en la conciencia de esta mujer que no queremos ser nadie, pero que muchos de nosotros acabemos siendo. Con suerte.

Quizás, una buena recomendación para aquellos que tienen pánico a la muerte.

“Ahora que no estás”, muerte a tres meses vista