martes. 23.04.2024

Los tiempos han cambiado. El legendario enclaustramiento del escritor –tan característico del siglo XIX o el inicio del siglo XX–, ha dejado paso a una nueva manía: la de exponer todos sus pensamientos, opinar a diestro y siniestro, y difundir la noticia de un próxima publicación con un tono triunfal. Ya se acabaron los tiempos de Balzac, Dumas, Kafka o García Márquez en los que el autor se encerraba durante meses y volvía aparecer con una obra fabulosa debajo del brazo. Ahora podemos leer su libro y, además, tragarnos sus comentarios matutinos, sus quejas semanales, sus opiniones sobre el orden mundial, sus reflexiones sobre su última lectura, y ver la foto de su gato o lo que está cenando por la noche después de haber asistido a una conferencia de la cual nadie se acuerda tres días después.

El escritor –famoso o no– se ha adaptado a la sociedad y, como consecuencia, contribuye al barullo que la caracteriza. ¿El culpable de ese cambio? Nada menos que Internet: una herramienta prodigiosa que, si bien facilita la comunicación, también nos incita a conectarnos y expresar lo que sentimos para sentirnos parte de este mundo. Con todo esto, las redes sociales –otra poderosa herramienta– se han impuesto como elementos básicos para la creación de canales de comunicación y, naturalmente, los escritores han visto en ellas una forma de acercarse a su audiencia o, mejor todavía, de crearse una.

En ese sentido, una de las redes que más éxito está teniendo dentro del colectivo de escritores es Twitter. Esta red social ofrece la posibilidad de “seguir a otros” y “ser seguido” –términos básicos en el lenguaje del escritor actual–, pero también de redactar textos compactos de 140 caracteres que acaban adoptando la forma de un blog si se leen seguidos. Así pues, observando la página de un escritor, podemos conocer sus aficiones, manías, su estilo de comunicación, sus últimos proyectos, etc…

En este reportaje hemos analizado el caso de siete escritores que actualizan regularmente sus comentarios en Twitter y hemos podido establecer perfiles muy distintos de comportamientos. Todos y cada uno de ellos confirman que Internet también es un espacio para exponer su personalidad.

El escritor y periodista mexicano Juan Villoro es de los que escriben mensajes sin enlaces. Simples pensamientos y comentarios filosóficos escritos en un lenguaje pulcro, sin abreviaciones ni símbolitos nacidos con la era de Internet. En su perfil no abundan los tuits y, sin embargo, todos son el fruto de una reflexión o de una anécdota pertinente. Aquí reina el buen gusto y los comentarios despreocupados. Las emociones se controlan y llegan por oleadas, cada cinco seis días.

El escritor catalán Quim Monzó hace parte de los que tuitean y retuitean sin parar con impulsividad. Con más de 21.000 tweets, el autor se ha convertido en uno de los escritores más activos de la red. Aquí prevalece la interacción y la cercanía. Quim Monzó parece ser un verdadero adicto del teclado que, además, demuestra una habilidad apreciable por los idiomas: catalán, español, francés y otros más. Una atención perfecta de sus seguidores.

El escritor Rafael Reig es la imagen actual del “bon vivant”. Debajo de su foto –en la cual se le puede ver tomándose una cerveza de grandes dimensiones–, aparecen mensajes que invitan a leer la actualidad en clave de humor. Los temas son más triviales: la holgazanería o el ocio de los escritores, las anécdotas de la última feria del libro. Aquí no faltan los elementos más elementales de una taberna, el trato es campechano y, además, el visitante acaba sonriendo.

Por su lado, el escritor madrileño Antonio Gómez Rufo adopta un estilo más comprometido e intimista. En su perfil abundan las opiniones políticas así como el “retuiteo” de las ideas afines. Su naturalidad genera proximidad pero también son perceptibles algunos momentos de cabreo (en coherencia con sus ideas personales). Tenemos aquí a un autor cercano y serio que no teme pronunciarse a favor o en contra de un hombre político.

Isabel Allende es el perfecto arquetipo del escritor que llega a Twitter a la fuerza, arrastrada por el efecto de las noticias y de los demás escritores que confiesan estar adictos. Sólo lleva desde Julio conectada en la red y con sólo ocho tuits ya tiene más de mil seguidores. Sin embargo, todavía parece estar pensando en cómo usar esta herramienta. Los pocos comentarios que ha puesto son en inglés y no responden a una política clara de comunicación. Aquí, hay poco contenido pero sí muchas ganas de ponerse al día.

Otro caso interesante: Jordi Soler, el escritor mexicano de origen español. Un hombre entre dos tierras. Siempre con la mirada puesta en Barcelona si se encuentra en México (o en México si está en Barcelona). El contenido de sus tuits siempre es ameno y abierto al diálogo. Desde luego, aquí se impone la inteligencia de un hombre con mucha mundología.

Finalmente, terminamos con el escritor español Arturo Pérez Reverte: o la mega estrella del Twitter. Sus tuits son relativamente pocos si consideramos la cantidad de seguidores (casi 200.000). Pero Pérez Reverte se esfuerza en contestar a todos los que le escriben. El hombre habla siempre sin pelos en la lengua y se muestra como es. Algunos lo pintan como un personaje odioso y prepotente, otros como un hombre sincero y transparente. Lo cierto es que, cada vez que suelta algo en Twitter, la red entera se estremece y eso, finalmente, es lo que busca un escritor, o ¿no?

Existen muchos otros tipos de escritores como el que se conecta para decir que está a punto de acabar su novela, que le faltan dos párrafos, que está bloqueado, que se va a la cama porque ya es muy tarde, que anuncia el fin de su novela o que comenta lo mucho que le gusta tomarse un cognac y bañarse mientras lee. Todos los escritores tienen sus costumbres y, por eso, Twitter se ha convertido en un instrumento perfecto para conocerlos.

Siete tipos de escritores en Twitter