jueves. 28.03.2024

Desde hace mucha décadas se habla y se discute sobre el hambre en el mundo, la necesidad de utilizar de forma sostenible los recursos naturales para actuar sobre las causas y posibles efectos del cambio climático, etc. Sin embargo, la preocupación por paliar la pérdida y el desperdicio de alimentos no se ha generalizado de forma evidente hasta estos últimos años.

Por supuesto, no se trata de un problema nuevo, pero, debido, entre otros motivos, a la crisis económica que ha agravado el nivel de pobreza y escasez de importantes grupos de población, está creando cierta alarma social a todos los niveles. Alarma que debería concretarse en una concienciación igualmente generalizada del alcance del problema en cuestión y en la decisión de luchar eficazmente contra el citado despilfarro.

Los datos y estadísticas de las que disponemos son elocuentes: si nos atenemos a los resultados de un reciente estudio de la FAO, alrededor de un tercio de la producción de los alimentos destinados al consumo humano se pierde o desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a aproximadamente 1.300 millones de toneladas al año. En Europa son unas 89 millones de toneladas al año y supone unos 178 kg persona y año, de los que el 42% en domicilios, 39% industria, 14% en restauración y 5% en comercio. España es el séptimo país de la UE-27 que más comida desperdicia con 7,7 millones de toneladas al año.

Esto significa que cantidades enormes de los recursos destinados a la producción de alimentos se utilizan en vano, teniendo en cuenta que según el citado estudio las pérdidas se producen a lo largo de toda la cadena alimentaria desde la producción agrícola inicial hasta el consumo final en los hogares. En los países de ingresos altos y medianos, los alimentos se desperdician de manera significativa en la etapa del consumo, lo que significa que se desechan (se tiran) incluso si todavía son adecuados para el consumo humano. En las regiones industrializadas, también se producen pérdidas importantes al principio de las cadenas de suministro de alimentos. En los países de ingresos bajos, los alimentos se pierden principalmente durante las primeras etapas y las etapas intermedias de la cadena de suministro de alimentos y se desperdician muchos menos alimentos en el consumo.

Resulta evidente que, a fin de limitar dicho desperdicio, las cadenas de suministro de alimentos en los países en desarrollo deben reforzarse, por ejemplo, animando a los pequeños agricultores a organizarse para diversificar y exclusivizar su producción y comercialización. También es necesario invertir en infraestructura, transportes, industrias alimentarias y de envasado. Tanto el sector público como el privado tienen una función que desempeñar para lograr estos objetivos.

Las causas de las pérdidas y el desperdicio de alimentos en los países de ingresos altos y medianos provienen principal, pero no exclusivamente, del comportamiento del consumidor así como de la falta de coordinación entre los diferentes operadores de la cadena de suministro agroalimentaria. Podríamos referirnos aquí a múltiples razones: acuerdos de venta entre agricultores y compradores que pueden contribuir al desperdicio de numerosos cultivos agrícolas ya que algunos alimentos se desechan debido a normas de calidad que impiden la comercialización de productos alimenticios que no tengan una forma o apariencia perfectas, etc.

Pero según parece, a nivel del consumidor, son otras las causas que originan el desperdicio de alimentos: la poca planificación a la hora de hacer la compra, las fechas de la mal llamada «caducidad» y la de «consumir preferentemente antes de», sobre cuyo significado no se ha sabido instruir a los compradores en las grandes superficies y los comercios dedicados a la venta de productos alimenticios, etc.

También en los países ricos es precisa la actuación del sector público y en especial de las autoridades competentes, que pueden incluso adoptar medidas legislativas y reglamentarias de obligado cumplimiento, con el apoyo de las correspondientes campañas de información y divulgación. El sector privado tiene también una función que desempeñar para lograr los objetivos de una disminución de la pérdida y desperdicio se alimentos. Afortunadamente, en ambos sectores han surgido ya importantes iniciativas para paliar un despilfarro que, tanto desde una perspectiva económica como social e, incluso, ética, es absurdo e inaceptable.

Se trata pues de una problemática que se caracteriza por su transversalidad: se produce en todos los países sea cual sea su nivel de desarrollo y se origina en todos los eslabones de la cadena agroalimentaria.

Por esta transversalidad y porque las soluciones para disminuir el desperdicio de alimentos no serían eficaces si no se basan en una orientación holística del problema, como la que inspira desde un primer momento el ideario de la Fundación Triptolemos, decidida a actuar y a coordinar esfuerzos que  deriven en una mayor articulación del sistema alimentario global, en la convicción de que no puede haber un desarrollo sostenible y equilibrado socialmente, si en la base, el sistema alimentario global no mantiene el equilibrio entre sus actores.


Profesor Luis González Vaqué | Área Políticas Agroalimentarias | Fundación Triptolemos

El desperdicio de alimentos: algo más que un tema de actualidad…