viernes. 29.03.2024
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Los datos finalmente conocidos este martes 29, finalizado el escrutinio oficial, son los siguientes: Cristina Fernández sacó el 34,27% de los votos y Esteban Bullrich el 34,06%

@jgonzalezok | Dieciséis días después de celebrarse las elecciones primarias en Argentina -en octubre habrá renovación parcial del Parlamento-, se conocieron oficialmente los resultados en la provincia de Buenos Aires, el distrito más relevante políticamente, por el hecho de la candidatura de la expresidente, Cristina Fernández, que aspira a un escaño en el Senado.

La noche de las elecciones, el escrutinio provisional y, por tanto, no oficial, daba un virtual empate técnico entre la exmandataria y el candidato del gobierno, Esteban Bullrich. El gobierno de Mauricio Macri, que en el resto del país sí logró victorias importantes, celebró como un triunfo los resultados. Sobre todo, porque los primeros cómputos le daban ventaja a Bullrich. A medida que pasaban las horas la ventaja iba desapareciendo y el escrutinio finalizó cuando, por razones técnicas, no podían seguir cargándose resultados. Al menos, eso es lo que dijo el gobierno, que también señaló que en elecciones anteriores hubo el mismo proceso.

La expresidente salió de madrugada a denunciar fraude y proclamar su victoria. La posible picardía del gobierno, retrasar unas horas los datos, es una vieja práctica de la política argentina. Es más, en la elección presidencial de 2015, los argentinos se acostaron sin saber quién iba a ser presidente, si Daniel Scioli o Mauricio Macri. Los datos finalmente conocidos este martes 29, finalizado el escrutinio oficial, son los siguientes: Cristina Fernández sacó el 34,27% de los votos y Esteban Bullrich el 34,06%. La diferencia, por tanto, es del 0,21%, que traducido a votos son 24.324, en un distrito donde votan 12 millones de personas. Y esta victoria se produjo frente a dos candidatos con muy escaso nivel de conocimiento público: el ya citado Bullrich y Gladys González.

Teniendo en cuenta que antes de las elecciones el kirchnerismo daba por sentado que iba a tener una diferencia a su favor de al menos 5 puntos en la provincia de Buenos Aires, en la categoría senadores, el resultado no puede dejar de preocupar a la expresidente. Si bien venció, en la elección de octubre se van a dar movimientos a favor del voto útil que, previsiblemente, no le van a beneficiar. Tiene un piso de incondicionales importante, pero un techo que es casi el mismo, dado el nivel de rechazo que provoca.

Su apoyo, además, se reduce básicamente a la provincia de Buenos Aires, en el resto del país los grandes vencedores fueron el gobierno o el peronismo tradicional, no kirchnerista. Cambiemos, la coalición oficialista, se ha convertido en la formación más votada (casi 37%), la única con implantación a nivel nacional, y logró derrotar al peronismo y/o kirchnerismo en bastiones tradicionales. Las diferentes listas que apoyaron en todo el país a la expresidente cosecharon el 21% de los votos.

El nivel de votos que obtuvo Cristina, además, la dejó por debajo de personajes complicados dentro de su espacio político. Herminio Iglesias, en 1983, había sacado el 39,7% de los votos; y Aníbal Fernández, en 2015, 35,09%. El primero era un caudillo mafioso de la provincia, un ejemplo de lo peor del peronismo; el segundo fue el mariscal de la derrota en las últimas elecciones. En el recuerdo queda el 51% que obtuvo en la primera vuelta de las presidenciales de 2011.

Naturalmente, en octubre hay que convalidar los resultados de las primarias. Se calcula que la economía seguirá mejorando poco a poco, y días antes de las elecciones habrán comenzado dos juicios por corrupción del gobierno anterior, que tendrán como imputados a dos de sus más importantes miembros: el todopoderoso exministro de Planificación, Julio De Vido, y el exvicepresidente, Amado Boudou.

Si se ratifican los resultados y las tendencias, la consolidación del gobierno es evidente. Y se daría la circunstancia inédita que un gobierno no peronista pueda terminar su mandato con normalidad, algo que no ocurría desde la década del 20 del siglo pasado, con Torcuato de Alvear.

No solo se consolida el gobierno, sino que también entran en crisis algunas ideas de trazo grueso sobre el macrismo. Está causando bastante revuelo el artículo que publicó el diario Página 12 -el más firme defensor del kirchnerismo-, firmado por el politólogo y periodista José Natanson, director de Le Monde Diplomatique en español, en su edición para el Cono Sur. En dicho artículo, titulado El macrismo no es un golpe de suerte, da una descripción sosegada del gobierno y afirma que “hay algo más que una simple habilidad táctica detrás del triunfo del macrismo”.

El autor, cercano al kirchnerismo, pero con independencia de criterio, señala que el gobierno de Macri tuvo la virtud de identificar temas que venían generando una enorme preocupación social, como el narcotráfico. Pero lo que más ha provocado el rechazo en los sectores más fanatizados es su caracterización del gobierno de Macri como una derecha democrática, “dispuesta a marcar diferencias económicas con la derecha noventista, y socialmente no inclusiva pero sí compasiva”. En este sentido destaca la decisión del gobierno de “prolongar el generoso entramado de políticas sociales construido por el kirchnerismo”.

Y también subraya la propia gestión de Macri como alcalde de Buenos Aires, durante ocho años, en la que no rompió el consenso en torno a la universalidad de los servicios públicos: “no privatizó las escuelas ni los hospitales y no les prohibió a los bonaerenses (de la provincia) ni siquiera a los paraguayos, atenderse en ellos”. Asimismo, destaca que pudo construir la imagen de una mejora importante del transporte público y que volcó recursos tanto al espacio público de parques y plazas como a la oferta cultural orientada a la clase media.

A diferencia del neoliberalismo de los 90 de Menem, dice Natanson, Macri no ha recurrido al recorte del gasto público ni al despido masivo de empleados estatales; y tampoco a reprivatizar las empresas públicas.

El artículo en cuestión, que es mucho más extenso y que también contiene críticas a Macri, rompe con la simplificación. Pero tiene enfrente al club del helicóptero, certera expresión que patentó el exdiputado y periodista Fernando Iglesias. Lo integran los sectores más fundamentalistas del kirchnerismo, que apostaron desde el principio a que el gobierno acabara mal y cuanto antes, equiparándolo al de Fernando De la Rúa. Es el grupo que grita Macri, basura, vos sos la dictadura, y que ha tomado el caso de Santiago Maldonado como bandera.

La desaparición del joven artesano el pasado 1 de agosto, en el marco de una protesta de los indios mapuches, ha provocado una gran preocupación entre todos los sectores políticos y sociales. A pesar de que ya se ha instalado la idea de culpar a la gendarmería, no hay todavía ningún dato concluyente sobre lo que pasó. La fiscal del caso, Silvina Ávila, acaba de afirmar que no hay testimonios que responsabilicen a la gendarmería, y que los propios mapuches impidieron que se pudiera seguir pistas sobre su paradero.

Pero, lo cierto es que Maldonado sigue desaparecido y es inexcusable que aparezca con vida. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, aseguró que el gobierno era el primer interesado en la aparición de Santiago Maldonado. Añadió que todas las hipótesis están abiertas “y no hay posibilidad de poder dar por confirmada ninguna de ellas por el momento”. Aseguró también que el gobierno actuaría con toda la dureza necesaria en caso de que cualquier persona se hubiera apartado un centímetro de la ley en el uso de la fuerza, en clara alusión a la gendarmería.

La legitimidad de la demanda por la aparición con vida de Santiago Maldonado, sin embargo, se ha visto embarrada por algunas posturas y declaraciones. La más clamorosa, la de Hebe de Bonafini, presidente de las Madres de la Plaza de Mayo. No solo sostuvo que el presidente Macri había ordenado matar a Maldonado. También hizo una diferencia entre el caso del joven desaparecido en la Patagonia con la desaparición de Julio López (el 18 de septiembre de 2006), un expreso político que era testigo clave en el juicio por delitos de lesa humanidad contra el ex comisario Miguel Etchecolatz: “Son diferentes personas, Maldonado era un militante y Julio López era un guardiacárcel”, aseguró Bonafini. Un extremo, por cierto, desmentido por el hijo de López que recordó que su padre había sido siempre albañil.

La victoria de Cristina Fernández en las primarias