viernes. 29.03.2024
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El presidente argentino ha demostrado con creces que no andaba muy errado Mark Twain cuando aseveraba que en ocasiones es preferible estar callado y parecer un idiota, que hablar y despejar las dudas definitivamente.

El listado de las incongruencias explícitas del presidente argentino es extenso, y no solo pone de manifiesto la inevitable tendencia al ridículo que no osa disimular, sino que está integrado –además- de una serie de chascarrillos relacionados con el mundo del fútbol, que el mandatario ha ensayado todas y cada una de las veces que el protocolo se lo ha permitido.

El pasado jueves en Davos (Suiza), durante la segunda jornada del Foro Económico Mundial, Mauricio Macri intentó defender un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. “Yo creo que la asociación entre el Mercosur y la Unión Europea es natural porque en Sudamérica todos somos descendientes de europeos”, dijo Macri.

Está claro que esta apreciación sólo puede desprenderse del intelecto de un absoluto ignorante. Y en sintonía con su emisor, sentencias como éstas pueden alcanzar la cota máxima de la perfección. Mauricio Macri ha dado otra muestra de su sideral desconexión con la historia de su propio país (y su continente) al pretender que Sudamérica inició su historia a partir de la llegada de los europeos. Sin embargo la destreza del presidente a la hora de soltar estupideces, no es sólo consecuencia de la afección que padece y que cada dos por tres lo muestra a contracorriente de todo. Se trata de la puesta en escena de lo que el oficialismo presenta como una “nueva etapa”, en la que hasta los símbolos patrios y las fechas conmemorativas han sido tergiversados.

En Davos Macri volvió a lucirse con otra de las deformidades que gusta sacar a relucir. Pero no es la primera vez que el presidente niega la existencia de las comunidades indígenas que residen en la región. El año pasado, en medio de las fiestas de la independencia del país, repitió que todos “somos hijos de europeos”; una constante en su oratoria de cotillón.

El 9 de julio de 2016, durante la conmemoración del Día de la Independencia, Macri sorprendió a los presentes al acto afirmando que “los patriotas debieron haber sentido una gran angustia por tener que separarse de España”. Macri reescribió la historia argentina y les adjudicó a los próceres de la patria una lastimosa, triste y patética versión.

Más de 18 comunidades indígenas de Argentina representan el dos por ciento de los 43 millones de habitantes, aunque están ausentes en las posiciones de toma de decisiones, como el Gobierno, el Congreso y el Poder Judicial. Y según un estudio realizado en 2005 por Daniel Corach, Director del Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el 60 por ciento de los argentinos tiene antecedentes indígenas, componentes genéticos amerindios, de los pueblos nativos. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA) solicitó en octubre al Gobierno de Macri que respondiera por violar los derechos humanos de la comunidad mapuche.

Los pueblos originarios existen a pesar de Macri. Sin embargo son objeto de la violencia y la represión de las fuerzas de seguridad del Estado, que pretende acallar sus justos reclamos. La represión y el hostigamiento que el nuevo gobierno impulsa contra ellos, tiene como meta lograr la exclusividad de las tierras que ocupan para el empresario y amigo del presidente, Luciano Benetton.

Macri niega a los pueblos originarios; aún en los foros internacionales en los que, contradiciendo a Twain, prefiere hablar y quedar como un idiota, en vez de callarse y sólo parecerlo.

De Mark Twain a Mauricio Macri