sábado. 20.04.2024
habana

Una vez más he seguido la máxima que dice que para conocer cualquier lugar hay que caminarlo y conversar mucho con sus gentes. Pero aún así, en esta ocasión, nada de eso ha resultado suficiente.

Sin duda, he encontrado dos Habanas muy distintas, como he visto que existen dos Cubas.

Una, la que sigue ignorando el paso del tiempo. La que todavía sigue teniendo a gala y a buen recuerdo a la Cuba de los primeros años ochenta, donde  “papá URSS”, ejercía de emporio que permitía soslayar escaseces.

Esa Habana y esa Cuba siguen colocando la moviola del recuerdo a la menor ocasión.

Asistí, en la Casa de la Amistad para con los pueblos del mundo, en la Habana, a un acto de agasajo hacia Uzbekistan con su embajador y el escritor más leído y promocionado de su País. La imagen me hizo regresar en el tiempo a mi anterior visita a la Habana, allá por el año 1981 como si el tiempo hubiera estado detenido… Discursos huecos y ajenos a la realidad; medallas en las solapas que conmemoran un pasado glorioso de quien las luce, y aplausos. Sobre todo aplausos protocolarios y que evocan demasiadas nostalgias.

Para la otra Habana y para la otra Cuba, la misión más importante sin embargo es la de sobrevivir. Cada día es una oportunidad para negociar con algo, para conseguir alguna cosa que pueda venderse. O para acompañar a algún turista…

Sí, hoy el turismo en Cuba es la fuente que alimenta no sólo los recursos del Estado sino a todos los que tienen la suerte de acercarse al mismo.

Por eso al final resulta tan difícil establecer conclusiones. Qué es verdad y qué es sólo lo que ellos piensan que quieres escuchar.

Qué les sale de dentro porque lo sienten y qué cosas las hacen o dicen para provocar una respuesta positiva del turista para con ellos.

Ese ha sido un dilema que he tenido que ir resolviendo con cada entre vista y con cada persona. Y aunque me queda alguna duda al respecto, espero haber conseguido discernir el trigo de la paja o la lisonja de la realidad.

La Habana de hoy, en lo arquitectónico, es como esas señoras que han sido muy bellas, pero que no pueden impedir que a pesar del porte que conservan, todos vean en ella la figura de una anciana envejecida. De una viejecita que quiere conservar la elegancia de una figura pasada.

Pero en el caso de la Habana sabiendo que lo tiene muy difícil, por no decir casi imposible, en medio de las escaseces y las necesidades que arrastra.

Complicado en la apariencia, donde por cada casa que se restaura hay cuatro o más que atestiguan el paso inexorable del tiempo y la falta de medios para un mantenimiento medianamente eficaz.

En aspectos sociales, manteniendo todavía algunos aciertos relevantes; en educación, salud o la seguridad de sus calles.

Es relevante, por ejemplo, la sabiduría que atesoran un alto porcentaje de las personas en Cuba. O la atención a la salud que hace igualmente de Cuba un lugar privilegiado si lo comparamos con cualquier otro País de Centro o Sur América…

Pero el peligro real ahora mismo, es que Cuba se encuentra en la encrucijada de morir de tanta historia acumulada, trufada de burocracia, corrupción…, y a la par, de tantas necesidades insatisfechas y de la tremenda escasez que acumula la mayoría de su gente.

La complejidad del análisis sobre Cuba, además de los aspectos señalados, reside principalmente para nosotros los europeos, en nuestras cabezas llenas de recuerdos…, que nos llevan a querer ser más benignos en nuestras apreciaciones en recuerdo de una revolución que, en el final de los años cincuenta, y más tarde durante el periodo de bloqueo y agresiones por parte de los EEUU, se ganó el corazón de medio mundo.

Pero la pregunta hoy es qué queda de aquella ilusión compartida y de aquella dignidad heroica. Y es esa  respuesta la que todavía nos cuesta expresar sin endulzarla con nuestras nostalgias. Porque esa es una realidad que ya no existe, o de la que quedan escasos muy escasos vestigios: la atención a la educación, el cuidado de la salud, la seguridad en sus calles y la ausencia de trabajo infantil.

Todo lo demás resulta demasiado repetido de lo que fue la debacle del final de los años ochenta en los llamados “países socialistas” de la extinta URSS; burocracia paralizante, corrupción en demasiados estamentos donde existe la posibilidad de sustraer o de manipular calidades, para que no se note en las cantidades a entregar y que lo que se resienta sea la calidad de lo entregado. Y donde los comisarios políticos puestos por el régimen en cada fábrica o en cada emporio de servicio, resultan ser los agentes principales de esa escalada de fraudes, sustracciones o irregularidades. En definitiva de la corrupción que impera.

La otra gran decepción es que Cuba se ha convertido en ese País donde es preferible, para ganarse la vida con algo de holgura, ser chofer con coche propio, alquilador de habitaciones o apartamentos para turistas, antes que ser un gran médico (salvo los vocacionales), ingeniero o cualquier otro tipo de licenciado superior. Todos estos últimos, incluso los mejores especialistas médicos, como mucho alcanzarán los 2000 pesos cubanos al mes (80 euros). Lo mismo que se puede obtener por el alquiler de una habitación en casa familiar, por tres días de estancia… O por tres viajes en taxi desde el aeropuerto a la Habana.

Si lo que estuviera escribiendo no fuera un análisis político y fuera una novela, la titularía, sin duda, “La destrucción del talento”

¿Hacia dónde camina un País así?  

Las dos Habanas