jueves. 28.03.2024

América Latina parece abocada a unos años de inestabilidad, de espejismos liberales, de nuevos ajustes duros para clases populares, disfrazados de reformas

El conservador Sebastián Piñera, un hombre de negocios seducido desde hace tiempo por la política, volverá a ser Presidente de Chile, a partir de marzo del año que viene. El triunfo obtenido en las elecciones del domingo pasado confirma el giro a la derecha en la región. Sin sables o sermones. Ahora es la empresa, el éxito privado, lo que marca tendencia.

En Chile, como en Argentina o como en Perú, la ciudadanía otorga la confianza a quien parece haber demostrado que sabe hacer dinero. Por si pudiera replicar la eficacia económica a escala nacional. Es la nueva propuesta ilusoria en una región que parece moverse por bandazos: golpes militares en los setenta, rectificaciones neoliberales autoritarias en los ochenta, década perdida generalizada en los noventa, respuesta progresista con el cambio de siglo y ahora esta apuesta por el espejismo de los negocios como fórmula salvadora.

SEGUNDA OPORTUNIDAD PARA PIÑERA

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La gran coalición de centro-izquierda, desde los democristianos a los comunistas más o menos pactistas, ha cumplido su recorrido histórico

Piñera ya probó suerte cuando el desgaste de la Concertación y el fracaso de las políticas sociales niveladoras alejó de las urnas a millones de electores en 2010. A pesar de los vientos favorables que supuso el alto precio del cobre en los mercados internacionales y de otros factores coyunturales positivos, la gestión del empresario multifacético chileno no fue demasiado brillante. La fórmula del centro izquierda post-pinochetista volvió a ganar las elecciones siguientes. Piñera encajó como pudo la frustración y se propuso obtener una segunda oportunidad. No ha tardado mucho en conseguirla.

Todo indica que ese modelo que ofreció a Chile cierta estabilidad política y niveles de crecimiento económico muy por encima de la media regional está agotado. La gran coalición de centro-izquierda, desde los democristianos a los comunistas más o menos pactistas, ha cumplido su recorrido histórico. En estas elecciones hubo un momento en que, ante la perspectiva del giro a la derecha, podía reeditarse ese gran pacto contra cualquier forma de herencia (política, económica, social o cultural) de la dictadura.

El gran fracaso del segundo mandato de Bachelet ha sido el preludio de la derrota de su heredero, Alejandro Guillier. Dos han sido los factores que han condenado al centro-izquierda: el efecto negativo de la crisis internacional, que generó un nuevo ciclo bajista en el precio de las materias primas (en Chile, el cobre) y algunos sonoros casos de corrupción en el propio entorno familiar de la presidenta. Aunque la honestidad de ella nunca se ha puesto en duda (como la de Dilma Roussef en Brasil) las manchas le salpicaron desde muy cerca.

Chile es un caso muy singular en América, porque los resultados económicos, de las últimas décadas, deberían haber permitido logros más ambiciosos en la reducción de la desigualdad. No ha sido así. Ese ha sido el principal fracaso del centro-izquierda.

Los movimientos sociales, en particular el estudiantil, ha sacado los colores a esa coalición que ha gobernado en Chile casi ininterrumpidamente en el país (salvo el interregno fallido de Piñera) en las últimas (casi) tres décadas. La Concertación empezó a resquebrajarse por el tramo más a la izquierda, como era de esperar. La constitución de un Frente Amplio (resonancias uruguayas), no fue suficiente para contener el giro a la derecha. El pacto interclasista y multipartidista, con remotas evocaciones de la transición española, se había acabado hace mucho tiempo. Las rivalidades y enfrentamientos no preludiaban nada bueno. A nadie le pueden haber sorprendido los resultados electorales.

El candidato apoyado por el centro-izquierda en la segunda vuelta, un periodista televisivo de orientación socialdemócrata, Alejandro Guillier, no pudo explotar su popularidad entre los ciudadanos para revertir una tendencia perdedora. Ahora toca autocrítica y preparar el futuro. Pero la fórmula, todo el mundo está de acuerdo, ya no puede ser la Concertación.

Piñera tampoco lo va a tener fácil. No dispone de mayoría en el legislativo y, aunque se presenta ahora con un discurso más moderado y ha prometido favorecer acuerdos con la oposición, está por demostrar que pueda conseguirlo. Los estudiantes se la tienen jurada por el desprecio con el que los trató en su primera etapa presidencial. Los sectores populares más activos no se fían de su conversión y aguardan en orden de combate.

MISMAS INTENCIONES, DIFERENTE DISCURSO

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Macri se aprovechó de la descomposición del kichnerismo y la enésima división peronista

El otro presidente-empresario por antonomasia en la región es el argentino Mauricio Macri. Con el fútbol como banderín de enganche y objeto de seducción (Boca Juniors o Colo-Colo), ambos empresarios/políticos deben más sus triunfos a los goles en propia meta de sus adversarios que a los suyos propios. Macri se aprovechó de la descomposición del kichnerismo y la enésima división peronista. Piñera ha cabalgado sobre la decadencia de la Concertación.

Era cosa de tiempo, de poco tiempo, que las políticas liberales de Macri generaran rechazo. A las movilizaciones del año anterior se añade ahora una protesta que gana fuerza día a día, en este caso contra la propuesta de reforma de privatización del sistema de pensiones. Es un tema explosivo éste en la región. Sin ir más lejos en Chile, pionero de este enfoque neo-liberal que el pinochetismo tardío impuso, inspirado en el capitalismo popular thatcherista.

Piñera tendrá que gestionar una agenda opuesta en ese capital asunto. Los partidos del centro-izquierda y los movimientos sociales no le darán tregua si no cumple con su promesa de enterrar el pernicioso sistema de fondos privados de pensiones, que ha añadido más desequilibrios en una sociedad ya de por si muy desigual. El otro reto que tendrá será apaciguar al movimiento estudiantil. En campaña se comprometió a ampliar y reforzar la educación universitaria en un sentido opuesto al que promovió en su primer mandato. Los estudiantes no olvidan uno de sus lemas más conocidos: la educación es una mercancía más.

El dilema de Piñera es que si se acerca al centro y hace guiños a la izquierda y a los sectores sociales más activos se enajenará el apoyo de la derecha más dura. Los pinochetistas andan en retirada, pero el presidente retornante los sigue necesitando para sumar. Como le está ocurriendo a Macri, la renta del cansancio o del rechazo de las fórmulas agotadas no son suficientes para garantizar la estabilidad de unas reformas liberales, aunque el término, muy impopular en la región, se oculte bajo un espeso manto de márketing y propaganda.

peruEl otro caso de empresario achicharrado en los pasillos del poder político ha sido el de Perú. El Congreso ha iniciado el proceso de destitución del Presidente Kuczynski por un asunto de corrupción. El triunfo por la mínima sobre la hija de Fujimori ha resultado ser de muy corto vuelo. Ahora soplan vientos inciertos, después de un fallido mandato izquierdista, que se quedó a medio camino entre el populismo chavista y el social-liberalismo del APRA.  

América Latina parece abocada a unos años de inestabilidad, de espejismos liberales, de nuevos ajustes duros para clases populares, disfrazados de reformas. Después de aquella feroz década pérdida, esa región a la que prestamos incomprensiblemente tan poca atención los españoles, parece encaminada a otro periodo de confusión y desatinos.

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