miércoles. 24.04.2024

Hugo Chávez pidió seis años más para acabar con la pobreza. Fue en el cierre de campaña en Caracas, bajo una intensa lluvia, que le sirvió de excusa para dar uno de sus más cortos discursos, apenas 32 minutos. Prometió que en seis años “debemos estar en primer lugar en el mundo en educación, salud, vivienda, alimentación, trabajo”.

Antes de cerrar la jornada con una larga entrevista televisiva, Chávez hacía una serie de preguntas retóricas a su auditorio en la avenida Bolívar, una de las  principales de Caracas: “Quién es el cadidato adeco? (por el partido Acción Democrática), ¿quién es el candidato copeyano? (del partido Copei), ¿quién es el candidato neoliberal?, ¿quién es el candidato del paquetazo?, ¿quién es el candidato de los grandes ricachones?, ¿quién es el candidato de los corruptos?, ¿quién es el candidato de los grandes negocios?”. La respuesta del auditorio fue, en cada caso, “el majunche” (mediocre), que es el calificativo que más ha usado para referirse a su rival, Henrique Capriles. 

El cierre de campaña opositor fue en Barquisimeto. Henrique Capriles afirmó que el pueblo está cansado de las peleas y la división: “Venezuela ha despertado y es hora de dejar el pasado atrás, es la hora del futuro, es la hora de avanzar y usted (por Chávez) no va a detener el avance de nuestro pueblo”. Capriles afirmó que el socialismo del siglo XXI del presidente Chávez “no ha creado industrias, no ha generado confianza para tener una economía sólida, no ha hecho más que regalar los recursos de ustedes a otros países”.

Lo que podía decirse fue dicho en la campaña y ahora solo queda el acto eleccionario que en un clima de tanta tensión provoca algunas dudas. Sobre la limpieza del proceso y, sobre todo, sobre las reacciones ante los resultados. En los casi 14 años de historia de chavismo, las diversas elecciones se han saldado con resultados claros, excepto en el referéndum de 2004, cuando la oposición denunció fraude y decidió no participar en las parlamentarias del año siguiente.

Pero el gobierno reconoció sus derrotas, aunque en algunos casos de mala gana. El caso más conocido fue en diciembre de 2007, en el referéndum Constitucional, cuando Chávez declaró: “es una victoria de mierda y la nuestra, llámenla derrota, pero es de coraje, es de valor, es de dignidad". Eso sí, un año después el gobierno forzaba otra consulta popular y metía de contrabando buena parte de las reformas que habían sido rechazadas, incluyendo la reelección indefinida.

Las últimas elecciones parlamentarias, en 2010, fueron ganadas por el oficialismo a pesar de que la oposición recibió más votos. Esto fue posible por una suerte de ingeniería electoral que rediseñó los distritos electorales, un sistema muy conocido y que la ciencia política conoce como gerrymandering.

Trucos para sacar ventaja, como la decisión del gobierno de cerrar el centro de votación en Miami, donde están registrados unos 20.000 votantes. Junto con los residentes en las dos Carolinas deberán viajar hasta Nueva Orleans, a 1.387 kilómetros de distancia. La excusa es el cierre en enero del consulado en Miami, después de que el gobierno de EE.UU. expulsara a la cónsul, Livia Acosta, por acusaciones de espionaje. Se calcula que el 98 % de estos votantes del sur de EE.UU. son antichavistas.

Vicente Díaz, el único representante de la oposición en el Consejo Nacional Electoral (son cinco rectores en total), rechazó la medida: “desde hace algunos años se abren centros de votación en los puntos más remotos del país, incluso llevamos máquinas de votación en canoas, a la cabecera misma del Orinoco para que voten 50 electores, y sin embargo en Miami no se puede abrir un centro de votación”.

A medida que se ha ido calentando la campaña, el fantasma del fraude ha sido esgrimido por ambos bandos. El gobierno, acusando a la oposición de estar preparada para denunciar irregularidades y no reconocer su derrota. Y la oposición, denunciando la abrumadora desigualdad del proceso en cuanto a la propaganda y los recursos. La gran pregunta, en todo caso es si Chávez reconocería su eventual derrota. Y hay respuestas para todos los gustos.

La votación en sí parece contar con suficientes garantías, aunque no hay opiniones unánimes sobre el voto electrónico. En algunos países se ha desechado su uso, incluso algunos después de haber empezado a utilizarlo, como Holanda e Irlanda. En 2009, la Corte Suprema de Alemania dictaminó que el voto electrónico era inconstitucional. En las elecciones del 2000, en el Estado norteamericano de Florida, con voto electrónico, se detectaron 17.000 votos de más.

Y en Brasil, el secreto del voto pudo ser vulnerado por un especialista convocado por el Tribunal Superior Electoral. Sergio Freitas da Silva, investigador en seguridad informática, logró romper el secreto del sufragio con un equipo que cuesta 10 reales (aproximadamente 5 euros), que le permitieron grabar las emisiones de los botones de las urnas y decodificar luego las señales, para descubrir por qué candidato había votado el elector.

El sistema en Venezuela funciona de la siguiente manera. El elector es identificado mediante una máquina captahuellas y su documento de identidad. Después elige en una pantalla su candidato y la máquina le entrega una papeleta, que se introduce en una caja de comprobantes de voto. Terminada la votación, la máquina imprime las actas del escrutinio y se comprueban algunas de las mesas, elegidas por sorteo, para tener la seguridad de que no ha habido una manipulación cibernética. 

En muchas personas existe el temor de que el voto no sea secreto y que al poner su huella en la máquina quede reflejado su elección. Todavía se recuerda la llamada Lista Tascón: cuando en 2004 la oposición logró juntar 2,4 millones de firmas para convocar un referéndum contra Chávez, el diputado Luis Tascón se hizo con la lista de los firmantes, la publicó en Internet y se asegura que sirvió para el despido de empleados públicos y para denegar el acceso a beneficios de programas sociales. Pero los expertos dicen que la máquina que lee las huellas digitales mezcla el orden de los votos, por lo que no hay peligro de violar el secreto.

Tibisay Lucena, presidente del Consejo Nacional Electoral, aseguró que el sistema electoral venezolano, en todos sus componentes, está blindado. “El voto es seguro y nuestra plataforma está blindada”, dijo. Y añadió que los resultados “serán reflejo perfecto de esa voluntad soberana del pueblo de Venezuela”.

El ex presidente norteamericano Jimmy Carter, cuya fundación observó anteriores elecciones en Venezuela, alabó el sistema de votación. Al punto de afirmar que es el mejor del mundo, al contar con un sistema automatizado que además arroja una papeleta física, facilitando así la verificación de los resultados. Jennifer McCoy, directora del programa América del Centro Carter, sostiene que “el sistema de votación tiene tantos controles que si se manipulan los datos sería detectado”.

Un estudio del Wilson Center, firmado por dos figuras prestigiosas, el mexicano José Woldenberg y el chileno Genaro Arriagada, asegura que el sistema tiene fallas y no es absolutamente inexpugnable. Pero se pregunta también si algún sistema lo es, y concluyen que, a pesar de todo, tienen la convicción de que es confiable: “permite su control y monitoreo por la oposición y excluye la posibilidad de un fraude masivo que no sea detectable”. La única posibilidad de fraude sería que en las mesas sin testigos de la oposición, los integrantes se pongan de acuerdo y voten por las personas que figuren en las listas de electores pero no acudieron a votar.

El mismo estudio añade que la mayor debilidad del proceso electoral venezolano está “en unas condiciones de competencia no equitativas”. En este sentido se destaca la cobertura mediática, las reiteradas cadenas nacionales (que sumaron casi 80 horas durante los tres meses de campaña, frente a solo tres minutos diarios de Capriles), el uso clientelar de las llamadas misiones –programas sociales-, el uso de todos los recursos del Estado a favor del candidato Chávez y hasta la presión a los funcionarios para que se movilicen y donen un día de salario para la campaña oficialista.

Valga como ejemplo de esto último la nota que recibieron todos los funcionarios del Servicio Autónomo de Registros y Notarías (SAREN), dependiente del Ministerio de Relaciones Interiores y Justicia, en el que su directora, Elymariel Caraballo, “invitaba” a participar en el cierre de campaña de Chávez. Según el documento, cuya fotocopia publica LaPatilla.com, los asistentes participarían en rifas de dispositivos electrónicos y un gran premio sorpresa, pero para ello debían inscribirse en una lista con su documento.

Las elecciones no contarán con una red de observadores internacionales que puedan garantizar la limpieza del proceso. Habrá solamente 200 “acompañantes” extranjeros, número manifiestamente insuficiente para hacer un control serio. Después de las elecciones de 2006 se cambió la legislación, restringiendo de manera absoluta la labor de observadores internacionales. Los pocos invitados no pueden moverse libremente y se comprometen a no hacer público ningún informe sin autorización gubernamental.

Esto ha llevado al Centro Carter y a la OEA a desistir de participar en el proceso, como hicieron en ocasiones anteriores. Ya en las elecciones de 2010 el gobierno no autorizó la presencia de senadores chilenos, con el argumento de que simpatizaban con la oposición. Roberta Jacobson, número 2 del Departamento de Estado norteamericano, dijo el año pasado que “la presencia temprana de un número suficiente de observadores internacionales creíbles y bien entrenados será importante para la credibilidad del proceso”. En esta ocasión la mayoría de los observadores pertenecen a UNASUR y estará compuesta por cuatro personas por cada país integrante de la organización regional.

Ahora bien, un elemento importante es que la oposición contará en esta ocasión con representantes en prácticamente las 40.000 mesas. Tendrá 140.000 testigos, más 82.000 voluntarios para movilizar a personas con dificultades y otras 40.000 personas destinadas a labores de logística.

Chávez ganó en 1998 con el 56,2 % de los votos; en el año 2000, tras cambiar la Constitución, sacó el 59,7 %; en el 2004 salió airoso del referéndum revocatorio, con el 59 %; –aunque la oposición denunció fraude– y en las últimas elecciones, en 2006, ganó con el 62,84 %. 

El voto electrónico en Venezuela debería asegurar la limpieza del proceso