sábado. 27.04.2024
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La corrupción se vio envuelta en un discurso nacional y popular. No obstante, los 12 años de gobierno de los Kirchner terminaron con un 30% de pobreza, a pesar de haber contado con un fenomenal viento de cola en su economía y excelentes condiciones externas

@jgonzalezok | Todo el mundo lo sabía, pero faltaban los detalles y la real dimensión del sistema corrupto que esquilmó a los argentinos durante años. Argentina viene lidiando con la corrupción muchos años antes del período kirchnerista (2003-2015), pero Néstor y Cristina superaron con creces al que se suponía había sido el peor gobierno, el de Carlos Menem (1989-1999).

El primero en advertirlo fue Roberto Lavagna, el primer ministro de Economía de Néstor Kirchner, que renunció en el 2005 poco después de denunciar en un acto de la Cámara de la Construcción la cartelización de la obra pública y el sobreprecio en las obras adjudicadas. Y se fue denunciando un capitalismo de amigos del gobierno. Poco después Néstor Kirchner le pidió la renuncia.

El nuevo paso por el Palacio de Tribunales -el lunes 13- de la ex presidente, Cristina Fernández, se produjo cuando ya es insostenible la estrategia de aguantar y esperar que pase la tormenta. Porque a lo que dicen los llamados cuadernos de la corrupción, aportados por el chofer de uno de los recaudadores de los sobornos, se suman ya una serie de arrepentidos, tanto empresarios como ex funcionarios.

A riesgo de quedar obsoleto, ya que se suceden a ritmo de vértigo las relevaciones del lodazal, el más importante testimonio hasta la hora es escribir esta crónica es el de Claudio Uberti, un alto funcionario del Ministerio de Planificación, que involucró personalmente a Cristina Fernández en el esquema corrupto.

Uberti fue quien manejó directamente las relaciones con la Venezuela de Hugo Chávez, por encima del embajador formal. Y ya tuvo que lidiar con la Justicia en uno de los primeros casos de corrupción. Fue quien trajo a Buenos Aires a Claudio Antonini Wilson, un venezolano al que se le descubrió accidentalmente un maletín con 800.000 dólares, destinados a la campaña electoral del 2007. Pero la causa fue durmiendo en el olvido hasta que prescribió. Y queda el convencimiento de que hubo muchos más maletines que pasaron con la complicidad de las autoridades aduaneras.

En su declaración ante el juez y el fiscal, Uberti dijo que la ex presidente vio con sus propios ojos los bolsos con la recaudación. Y confirmó algo que había denunciado la prensa independiente durante mucho tiempo, la existencia de aviones con maletas llenas de dinero, que volaban desde Buenos Aires hasta Santa Cruz, el feudo de los Kirchner. Otro testigo que ya declaró ante la Justicia corroboró el trasiego de maletas, pero no el contenido de las mismas. Eso sí, dijo que iban llenas y volvían vacías.

Antes del testimonio de Claudio Uberti, fue letal la información que aportó otro arrepentido, el empresario Carlos Wagner, ex presidente de la Cámara Argentina de la Construcción. Conocía a los Kirchner desde que estos controlaban la provincia de Santa Cruz y fue elegido por el difunto presidente para organizar el esquema de la corrupción en la obra pública: el grupo de empresas que decidió colaborar, se ponía de acuerdo en las licitaciones.

El supuesto ganador estaba obligado a aportar en forma de sobornos -coimas en Argentina-, entre el 10 y el 20 % del total de la obra. Para hacerlo más fácil, esta cantidad era entregada por el gobierno como adelanto financiero, antes de empezar la obra. Monto que era inmediatamente devuelto a los recaudadores del gobierno, una vez que dicha cantidad se convertía en dólares. Cuando algún empresario pagaba en pesos, la moneda nacional, la reacción de Kirchner era de furia.

Teniendo en cuenta que durante los 12 años de gobiernos kirchneristas la obra pública fue de 107.000 millones de dólares, el total de la corrupción sería de al menos 13.200 millones de dólares. O, lo que es lo mismo, casi tres millones de dólares diarios en sobornos, que repercutieron en los sobreprecios de la obra pública. Y esta sería solo una de las cajas con las que se financiaron ilegalmente los Kirchner.

La corrupción se vio envuelta en un discurso nacional y popular. No obstante, los 12 años de gobierno de los Kirchner terminaron con un 30% de pobreza, a pesar de haber contado con un fenomenal viento de cola en su economía y excelentes condiciones externas, con el precio de la soja a niveles hoy inalcanzables.

Las confesiones ya no son de los medios hegemónicos, como gusta llamarlos el kirchnerismo, ni de adversarios políticos. La cascada de arrepentidos viene confirmando lo que hace años venían denunciando los medios independientes y algunos políticos de la oposición, entre los que se han destacado tres mujeres: Elisa Carrió y Graciela Ocaña -ambas integrantes de la coalición de gobierno Cambiemos- y Margarita Stolbitzer, de la alianza opositora 1País.

Cuando el lunes 13 Cristina Fernández se presentó en el juzgado de Claudio Bonadio, no quiso declarar. Eso sí, apareció acompañada por dos personajes a los que se adjudica cercanía al papa Francisco: el abogado Juan Gabrois, jefe de un grupo piquetero, y el ex embajador ante el Vaticano, Eduardo Valdés. Sin duda quiso dejar un mensaje indicando que tenía el respaldo papal.

Presentó un escrito en el que denunció persecución judicial, acusó al presidente Mauricio Macri de estar detrás de la misma, recusó al juez y al fiscal y acusó a la familia del presidente de ser los verdaderos beneficiarios de lo que en Argentina se llama tradicionalmente la Patria Contratista, es decir, los beneficiarios de la obra pública.

Más grave fue la acusación que lanzó contra el periodista Diego Cabot y dos becarios de La Nación, que recibieron los cuadernos de la corrupción y los entregaron a la Justicia: dijo que integraban una fuerza de tareas. Así se llamaban en la Argentina de la dictadura (1976-1983) los grupos irregulares de militares y civiles que secuestraban y torturaban a los opositores. Ya cuando estaba en el gobierno la ex presidente y su marido utilizaron expresiones similares para descalificar a los opositores.

Se desmoronan las coartadas del kirchnerismo frente a la corrupción