martes. 16.04.2024
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El canciller Héctor Timerman en conferencia de prensa en Naciones Unidas. (Foto: Casa Rosada)

@jgonzalezok / A medida que se endurece la lucha de Argentina con los fondos buitre a propósito de la deuda, el gobierno de Cristina Fernández reacciona cada vez con mayor rispidez a las críticas sobre la situación que atraviesa el país y multiplica sus declaraciones airadas. Tanto la actual presidente, como su antecesor y difunto esposo, Néstor Kirchner, han hecho gala de su talante poco diplomático.

El pasado 15 de septiembre, el responsable de la política exterior del gobierno argentino, Héctor Timerman convocaba al encargado de negocios de EEUU, Kevin Sullivan, para expresarle el malestar del gobierno por declaraciones en las que dijo que “sería importante que la Argentina salga del default lo antes posible para poder retornar a la senda del crecimiento económico sustentable y atraer la inversión que necesita”. Estas palabras fueron consideradas una intromisión en asuntos internos y se amenazó al alto diplomático americano –al frente de la embajada por ausencia del embajador- con tomar medidas más duras.

El gobierno argentino insiste en que no está en suspensión de pagos, argumentando que quiere pagar, pero no le dejan. Tras perder en todas las instancias judiciales con los fondos buitre, la justicia norteamericana –a la que Argentina se sometió voluntariamente al renegociar su deuda- exige que si quiere pagar a los bonistas que aceptaron el canje también tiene que abonar a los buitres, con lo que se acabó no pagando a ninguno.

Tras la reprimenda al encargado de negocios norteamericano, pasaron varios días sin reacción en Washington, hasta que habló este viernes, 26 de septiembre, Roberta Jacobson, secretaria de Estado para Asuntos Latinoamericanos: “Estamos en un período duro, pero confiamos en poder tener una relación positiva”. La funcionaria norteamericana añadió que la cuestión con los fondos buitre no es un asunto político y que no debería afectar la relación bilateral.

En los últimos años, la relación de Argentina con los EEUU ha sido fría, con algunos episodios que provocaron tensiones. Cuando George W. Bush llegó en 2005 a Argentina para participar en la IV Cumbre de las Américas, se encontró con el fracaso del ALCA propiciado por Néstor Kirchner y Hugo Chávez que montaron una contra-cumbre en Mar del Plata. La llegada de Barak Obama a la Casa Blanca, en enero de 2009, no provocó más que una mejoría temporal en el clima bilateral. Cristina Fernández no fue invitada a Washington, como anhelaba: de hecho todos los presidentes, excepto los de Argentina y Venezuela, pasaron por el despacho Oval.

En febrero del 2011, el canciller Timerman –ex embajador en Washington, por cierto- protagonizaría un incidente al incautar personalmente el equipamiento de un avión militar americano, que había llegado al país para entrenar a policías argentinos. Al mismo tiempo, la cooperación bilateral en materia de lucha contra el tráfico de drogas pasó a ser prácticamente inexistente.

Los gestos hostiles hacia Estados Unidos se han multiplicado en las últimas semanas, y el diario Clarín aseguraba este viernes que las multinacionales americanas que están instaladas en Argentina han sido alertadas por la embajada en Buenos Aires, aunque de manera informal, de que se preparen para nuevos embates políticos de la Casa Rosada. En la mira están Citi Bank y American Airlines.

Cristina Fernández no se privó de marcar diferencias con EEUU en su reciente discurso ante la Asamblea General de la ONU. Al hacer un símil entre los fondos buitre y el terrorismo, también atacó la estrategia norteamericana frente al terrorismo islámico, al advertir: “no se combate al terrorismo haciendo sonar tambores de guerra”. También se permitió ser irónica y escéptica sobre los degollamientos de diversos ciudadanos occidentales a manos del Estado Islámico, en Siria, Irak y Argelia.

El discurso de la mandataria argentina se produjo después de que Argentina lograse una declaración de la Asamblea General favorable a la creación de reglas  en las renegociaciones de deudas soberanas, que intente evitar la acción de fondos buitre. Argentina logró un apoyo numéricamente importante, pero de poca efectividad práctica. Fueron 124 votos a favor, pero se abstuvieron casi todos los países europeos y votaron en contra de los grandes, como EEUU, Canadá, Alemania, Reino Unido y Japón.

En el caso de Alemania, la disputa es más extraña. En 2007, cuando Cristina Fernández ganó las elecciones, dijo en su primera entrevista que le gustaría un país como Alemania, al ser preguntada sobre a qué país le gustaría que se pareciera Argentina. Ya estaba Angela Merkel al frente de la cancillería alemana. La actual crisis con el gobierno de Berlín comenzó cuando el ministro de Finanzas germano, Wolfgang Schäuble, señaló a Argentina como un ejemplo de falta de solidez. También subrayó que el país “ha vivido durante décadas por encima de sus posibilidades, no paga sus deudas y por eso está casi aislada del mercado internacional de pagos”.

Las declaraciones del ministro alemán fueron usadas por los fondos buitre en un espacio de publicidad pagado en la prensa argentina. Esto sirvió al jefe del gabinete, Jorge Capitanich, para sostener que Alemania siempre tuvo una actitud hostil hacia la Argentina y que “esa posición hostil es favorable a los fondos buitre”.  Pero este cruce de declaraciones tiene un trasfondo que va más allá de los fondos buitre. En mayo de este año, Argentina llegó a un acuerdo sobre su deuda con el Club de París, del que Alemania forma parte. Pero el acuerdo debe ser refrendado de forma bilateral con cada uno de los acreedores y Argentina habría interrumpido las conversaciones.

A los enfrentamientos de tipo político, Argentina ha sumado en los últimos años los conflictos de tipo económico con un gran número de países, incluso entre sus socios del MERCOSUR, a propósito de las medidas proteccionistas. Esto ha provocado un gran número de denuncias contra Argentina ante la Organización Mundial de Comercio.

Como consecuencia de todo esto hay un acercamiento argentino a China y Rusia. Los presidentes de estos países visitaron recientemente Buenos Aires y a fin de año habrá un viaje de Cristina Fernández a China. Este último país tiene una presencia en América Latina cada vez más importante. Firmó acuerdos con Argentina para importantes obras públicas y ya participa en distintos emprendimientos mineros y petroleros: En Buenos Aires se cuenta con los chinos para hacer frente a la creciente escasez de dólares, al menos para llegar a fines del 2015, que es cuando vence el mandato de la presidente.

Con Rusia, Argentina se apresta a suplir las exportaciones de alimentos que reemplacen a EEUU y la Unión Europea, tras las sanciones por la intervención rusa en Ucrania. Y Rusia puede participar en la construcción de una nueva central nuclear en Argentina. 

Crisis en las relaciones de Argentina con Alemania y Estados Unidos