jueves. 28.03.2024

el director de la revista firma un editorial en el que asevera que “pocos podían prever que, como la caja de Pandora, el tema explotara en la cara de los actuales gobernantes europeos, en particular de España, con presión hacia otras coordenadas

La versión colombiana de la prestigiosa publicación francesa, “el dipló. Una voz clara en medio del ruido”, dedica su número del mes de noviembre de 2017 a la cuestión catalana. El editorial, la columna invitada y un informe especial de ocho páginas, “Cataluña y los nacionalismos europeos”, abordan la situación producida tras la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) por parte del gobierno catalán después de un referéndum, atropellado y violento por parte de las fuerzas del orden nacionales, del que no se ha conseguido saber muy bien sus resultados ni están claras las consecuencias. Más allá de la puesta en marcha del “desconocido” artículo 155 de la Constitución de 1978.

El escenario catalán y español es analizado en los artículos de Sébastien Bauer, “Las raíces de la crisis en Cataluña”, y de Francesca Gargallo, “Cataluña: reflexiones sobre autoritarismo de Estado y nacionalismo”. Mientras que su repercusión en Europa, sobre todo en Bélgica, país al que se “marchó” el presidente de Cataluña, Puigdemont, y que tiene sus conflictos históricos internos entre flamencos y valones, es tratada en los escritos de Sébastien Gillard, “La izquierda radical avanza en Valonia”, y de Paul Dirkx, “En Bélgica, un separatismo velado”.

Dicho informe se presenta afirmando que “Con sus particularidades, la crisis económica y social que sacude Europa desde hace una década fomenta el auge de extremismos y nacionalismos. En Bélgica, el “confederalismo” defendido por la Alianza Neoflamenca en el poder lleva a un separatismo de hecho. En España, la crisis se remonta a una transición democrática inacabada.”

monde diplomatique1Como invitado a escribir la columna de la página tres, me permito plantear que se está enfrentando a Catalunya contra Cataluña y que en medio queda la otra España, promoviendo “desencuentros para tensar la cuerda cuando en ambos extremos hay intereses que dicen defender para ´los suyos` lo que no defienden para otros.” Pero creo que realmente “Cataluña está contra Catalunya porque nos lo cuentan ciertos políticos y nos lo muestran algunos medios”. Dando lugar a un sinsentido entre “que si salvamos a Cataluña de las garras del separatismo, que si salvamos a Catalunya de la opresión nacional” y olvidando que “hay muchas Españas y muchas Cataluñas, y no creo que nadie esté legitimado para arrogárselas.” También aseguro que existen “posverdades intencionadas para construir imaginarios que enfrentan poblaciones mientras los políticos que las crean y los medios que las difunden observan desde su atalaya cómo la gente pelea, discute y se radicaliza” y que “me duele que se siembre odio donde no lo había y que maneras distintas de entender la identidad y el territorio lleven a que las fronteras se vuelvan más muros que puentes.”

Y termino recomendando otro modelo de política y otra educación que partan de una de las propuestas del maestro Freire para que situemos “en el centro de nuestras preocupaciones al ser humano que actúa, que piensa, que habla, que sueña, que ama, que odia, que crea y recrea, que sabe e ignora, que se afirma y que se niega, que construye y destruye, que es tanto lo que hereda como lo que adquiere.”

Por su parte, el director de la revista Carlos Gutiérrez, bajo el título “La cuestión nacional, pendientes a la colombiana”, firma un editorial en el que asevera que “pocos podían prever que, como la caja de Pandora, el tema (las reivindicaciones de independencia) explotara en la cara de los actuales gobernantes europeos, en particular de España, con presión hacia otras coordenadas.” A lo que añade que “Europa tiene miedo de la experiencia española a propósito de Cataluña”.

Gutiérrez aprovecha el tema catalán para hacer un recorrido por las diferentes causas no resueltas de nacionalismos no aceptados, destacando los casos kurdo y palestino y haciendo un llamado sobre Puerto Rico y esa “opresión colonial” de la que todavía no ha salido, o no ha querido salir. También menciona la situación migratoria que ha servido de excusa para “La incubación de grupos políticos de derecha, con aires recalcitrantes como no se creía posible que volvieran a ser reivindicados” y señala al deporte, en particular el fútbol, como herramienta que ha servido para mediatizar y estimular identidades artificiales; afirmando que “El nacionalismo, lo enseña la historia europea, siempre se ha correspondido con políticas (culturales) de derecha.”

Todo ello le sirve para llegar al caso colombiano, del que dice se debe revisar cómo tomó forma el Estado-nación y los temas que su configuración ha dejado sin resolver. Resaltando por encima de los demás “el trato violento y la subvaloración de indígenas y afrodescendientes”. Eso fue el resultado de haber copiado el modelo de Estado europeo sin tener en cuenta “las diferencias entre sus formaciones sociales” pretendiendo ser un Estado “moderno” a pesar de que, y retoma las palabras de Antonio García en su libro “Colombia. Esquema de una república señorial”, Colombia era “una república señorial, heredera y continuadora de las más atrasadas y negativas herencias de la corona española, derrotada en el campo de batalla pero no así en las relaciones económicas dominantes en nuestra sociedad ni en las formas culturales hegemónicas.”

Y propone que para “cohesionar nuestra nación, potenciándola como un cuerpo social solidario, abierto a visiones plurales de la vida, respetuoso de los derechos de todos sus integrantes, con visión englobadora con todos los pueblos hermanos de la región” hace falta ir más allá de la Constitución de 1991 e integrar a afros e indígenas para “cubrir la deuda histórica acumulada con ambas poblaciones”. Un ciclo que dice se completaría “si los derechos de todo tipo también les son garantizados a los otros pobres y excluidos de la ciudad y el campo.”

Palabras que podríamos asumir para solucionar no sólo la deuda colombiana, sino la de muchas poblaciones y territorios que sufren el empobrecimiento y la segregación que produce un sistema mundo basado en el neoliberalismo como modelo exportable a todo el planeta y que persigue y ensalza la acumulación de riqueza, la competitividad hasta la eliminación del rival, la negación de las diferencias, el ocultamiento del otro, la exclusión y la injusticia social.

Por un futuro en pacífica convivencia, repensemos.

Cataluña y el futuro de España