sábado. 20.04.2024
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Foto: Internet

Los militares están acusados de la desaparición de 94 integrantes de Montoneros, 70 de los cuales aún permanecen desaparecidos

@jgonzalezok | Treinta y seis años después de la recuperación de la democracia, Argentina sigue juzgando a militares responsables de crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura (1976-1983). La última de las causas que llega a juicio es la que investiga los hechos ocurridos contra militantes de la llamada Contraofensiva de los Montoneros: entre agosto del 79 y septiembre del 80, unos 600 integrantes de la guerrilla peronista que habían logrado huir del país, regresaron para combatir con las armas al gobierno militar, ante la falsa idea de que había entrado en un proceso de descomposición.

Según Hernán Eduardo Confino, cuya tesis de doctorado en Historia versa sobre la Contraofensiva Montonera, la cúpula de la organización creía que el régimen se asemejaba a un boxeador tambaleante, “que podría caerse con un par de golpes bien asestados”. La realidad demostraría qué lejos estaban de esa visión, ya que la dictadura seguía contando con toda su criminal capacidad de represión.

En el banquillo de los acusados se sientan nueve exmilitares que integraron el aparato de inteligencia de la dictadura, a los que se acusa por el asesinato y/o desaparición de, al menos, 94 integrantes de Montoneros. Setenta de ellos aún permanecen desaparecidos.

A fines de 1977, el general Albano Harguindeguy, entonces ministro del Interior, había anunciado el triunfo definitivo en “la lucha contra la subversión”. Los Montoneros, alentados por la conflictividad sindical, que fue importante en 1979, que incluyó la primera huelga general contra el gobierno militar, creyeron que era el momento de volver y colocarse en la vanguardia de la lucha contra la dictadura.

La operación resultó un fracaso ya que cayeron como moscas. Fue evidente que la dictadura contaba con información precisa de esta operación y muchos fueron detenidos nada más llegar al país. Más allá de la evidencia de que contaban con información interna, hay que destacar que no se guardaron las elementales normas de seguridad. En la Casa de Campo de Madrid, por ejemplo, se celebró una reunión donde se pidió a los militantes que estuvieran dispuestos a volver que dejaran sus datos en una urna para ser contactados.

En España y México estaba gran parte del exilio argentino y fue ahí donde se reclutó a la mayor parte de militantes, incluso sin experiencia militar. Para la fase de instrucción se les envió al Líbano para hacer un curso rápido, a las órdenes de instructores palestinos de la OLP. A cambio de la instrucción de sus cuadros, los Montoneros contribuyeron a la instalación de una fábrica de explosivos en el Líbano.

DOS OLEADAS DE RETORNADOS

Hubo dos oleadas de retornados: en 1978, con la idea de aprovechar el Mundial de Fútbol que se celebraba en el país, y la presencia de muchos periodistas internacionales, que se definió como “ofensiva táctica”; y otra en 1979, a la que se consideró “ofensiva estratégica”.

Los retornados se integraron en dos unidades, las Tropas Especiales de Agitación (TEA) y las Tropas Especiales de Infantería (TEI). Los primeros se dedicaron a la propaganda, siendo su labor más espectacular la interferencia de emisiones de televisión para difundir proclamas contra el gobierno; y los segundos estuvieron abocados a la acción armada, fundamentalmente contra integrantes del equipo económico del gobierno militar. En este caso no tuvieron mucho éxito, ya que fracasaron los atentados contra Guillermo Walter Klein y Juan Alemann, altos funcionarios del ministerio de Economía. Sí lograron acabar con la vida del empresario Francisco Soldati.

La Contraofensiva fue la última operación de Montoneros y provocó rupturas internas. La primera la protagonizaron el escritor Juan Gelman (posteriormente Premio Príncipe de Asturias, que había llegado al grado de teniente en las filas de la guerrilla), y Rodolfo Galimberti, que era quien debía dirigir la operación, pero se negó a ello, considerando que era un disparate estratégico. Ambos fueron declarados traidores y condenados a muerte por sus propios compañeros. Es más, la organización publicó los nombres y número de documentos de los firmantes de la proclama, muchos de ellos desconocidos, lo que suponía una delación con graves consecuencias para su seguridad.

En su proclama, con fecha de febrero de 1979, Gelman y Galimberti denuncian la falta de democracia interna, el resurgimiento del “militarismo de cuño foquista”, la concepción elitista del partido de cuadros, el sectarismo y la burocratización de todos los niveles de la organización.

Otra fractura importante se produjo a principios de 1980, impulsada por el periodista y escritor Miguel Bonasso y Jaime Dri, cuando los jefes de la organización insistían en una segunda contraofensiva.

En un artículo de agosto de 2001 en Página 12, Gelman -que falleció en enero de 2014-, hizo gravísimas acusaciones contra la dirigencia montonera: “Esos dirigentes fraguaron en 1979 y 1980 dos contraofensivas militares desde afuera contra una dictadura que ya había aniquilado al ERP y a Montoneros. En 1978 Firmenich y Cia. pactaron con Massera, el carnicero de la ESMA, un acuerdo preparatorio. Cada socio perseguía un objetivo propio. Massera, el de trabajar su camino hacia la presidencia del país; Montoneros el de aparecer en los diarios para que no nos olviden”.

En el marco de esta causa se abordará el caso de Noemí Gianetti de Molfino, asesinada por la dictadura en Madrid, después de haberla secuestrado en Perú. Tras su detención en Lima, gracias al Plan Cóndor, que coordinó el aparato represivo de las dictaduras del Cono Sur, fue llevada primero a Bolivia, después a Argentina y, por último, a Madrid, apareciendo muerta y envenenada en un hotel de la capital de España, con un claro mensaje al exilio. La señora de Molfino integraba una red de apoyo a Montoneros.

Grupos guerrilleros de orientación peronista

No hay cifras oficiales sobre los muertos por la guerrilla en la década del 70. Se calcula que entre los diversos grupos armados se cometieron 20.000 atentados

A fines de los 60 surgieron en Argentina varios grupos guerrilleros de orientación peronista, además de otros guevaristas y trotskistas. Entre los preronistas, el principal fue Montoneros, que saltó a la luz pública con el secuestro y posterior asesinato del ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu (1955-1958), el 29 de mayo de 1970. Entre sus grandes errores está el haber mantenido la lucha armada desafiando al propio Perón, y cuando el país había dejado atrás la dictadura del general Lanusse; y el asesinato (25 de septiembre de 1973) del entonces secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, un hombre muy próximo al líder. Su deriva militarista se agudizó después del golpe del 76: en marzo de 1978 la cúpula resolvió implantar los uniformes y las insignias del ejército montonero, obligando a los combatientes al saludo oficial con la venia y dirigirse al superior mencionando el grado y a solicitar al superior permiso para usar la palabra.

No hay cifras oficiales sobre los muertos por la guerrilla en la década del 70. Se calcula que entre los diversos grupos armados se cometieron 20.000 atentados. En vísperas del golpe había un muerto por la violencia política cada cinco horas y una bomba cada tres. El Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), habla de 17.380 víctimas documentadas, de ellos 1.094 asesinados, la mayoría civiles. El diario La Nación, en un editorial con motivo del 40 aniversario del golpe, situó la cifra de muertos en 1.350.

Argentina juzga a represores de la contraofensiva montonera