domingo. 05.05.2024
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Rafael Narbona |

Antonio Muñoz Molina ha escrito un valiente artículo sobre la España de la vileza hacia la que nos encaminamos. La España beoda de Miguel Ángel Rodríguez, la España insolidaria y clasista de Díaz Ayuso, la España corrupta y desvergonzada de Feijóo. Nunca ha sido más cierta la frase de Valle-Inclán en Luces de bohemia: "En España el talento no se premia. Se premia el robar y ser sinvergüenza".

Cada vez quedan menos intelectuales de izquierdas. Y nunca han sido más necesarios. Se echa de menos a José Luis Sampedro, siempre alineando con los más vulnerables, y a Eduardo Haro-Tecglen, que no tenía pelos en la lengua. Mientras la derecha cultiva la violencia y la zafiedad, la izquierda esgrime la moderación. No sé si es la mejor estrategia. En el momento en el que estamos vendría bien un poco de mala leche. 

Valle-Inclán se hizo anarquista al final de su vida y dijo cosas que hoy lo llevarían a la cárcel, como que España necesitaba una guillotina eléctrica y que la muerte de los patronos era la alegría de su vejez. Haro-Tecglen confesó que la muerte de Antonio Herrero solo le había producido indiferencia. No creo que Valle ni Haro-Tecglen fueran malas personas. Simplemente estaban hartos de tantas injusticias y se desahogaron con exabruptos. 

Yo no creo que una guillotina eléctrica arregle nada ni que haya que alegrarse de la muerte ajena. Eso sí, la muerte no hace mejores a las personas y me parece absurdo homenajear a un político corrupto como Rita Barberá. Los homenajes se deben reservar a las figuras con una trayectoria ejemplar y la empatía ha de aplicarse preferentemente a las víctimas, como los 7.219 ancianos que murieron en las residencias de Madrid o los niños de la Cañada Real Galiana que llevan tres años sin electricidad. Los miserables que provocan estas calamidades no merecen la guillotina, pero sí un profundo desprecio.

Como Haro-Tecglen, soy pesimista en el corto plazo. En una España donde solo se premia ser sinvergüenza, el próximo presidente podría ser un mentiroso que se paseó en un yate con un conocido narcotraficante. Valle-Inclán debe temblar de rabia en su tumba. 

Vuelve la España negra