sábado. 20.04.2024
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Ya está aquí agosto, el mes del gran éxodo vacacional. Pese a la prolongada crisis económica, que la reactivación económica iniciada en 2014 no ha disipado, la mayoría de los españoles sigue disfrutando del bienestar que proporcionan las vacaciones. Al analizar los datos destaca un hecho: el veraneo o las vacaciones lejos del domicilio siguen estando al alcance de la mayoría. En julio y, sobre todo, en agosto buena parte de la población se va de veraneo entre una y dos semanas. Es un buen dato y una de las mejores experiencias que millones de familias tienen cada año, lo que no debe ocultar que hay también otra parte importante de la sociedad, un 34,2% según los últimos datos de Eurostat, que no pudo irse de vacaciones lejos de sus domicilios ni una semana a lo largo del año 2018 porque sus menguados ingresos no se lo permitían.

Que un tercio de la población residente en España no pueda irse de vacaciones denota un gran problema. Y no sólo para los 16 millones de personas que no pueden disfrutar del descanso, el ocio y el aprendizaje que supone cortar durante unos días con el entorno habitual, conocer otros ambientes y realidades o establecer nuevas relaciones y amistades. Se trata también de una más que notable fractura social que debería preocupar al conjunto de la sociedad y a sus representantes políticos. Los datos sirven para dar una idea de la envergadura del problema, que es mucha pero no afecta a la mayoría. La preocupación que genera el conocimiento de esos datos podría proporcionar el aliento necesario para la exigencia a las instituciones públicas de un compromiso efectivo con la suerte de los más desfavorecidos. Existen muchos ejemplos de políticas públicas relativamente baratas que posibilitan las vacaciones de las familias que no pueden permitírselas, empezando por los niños y niñas que no tienen la oportunidad de disfrutar del veraneo. Para eso debería servir también el acceso a las instituciones públicas de las fuerzas progresistas y de izquierdas, para comprometerlas con los aproximadamente 2,5 millones de niños y adolescentes que no pueden veranear y ofrecerles oportunidades.  

2,5 millones de niños y adolescentes en España que no pueden veranear

Un reparto muy desigual de la dificultad de irse de vacaciones

El indicador de la población que no puede irse más de una semana de vacaciones al año lejos de su domicilio forma parte de los 9 ítems que permiten cuantificar el número de hogares que en España (y en todos los demás países de la UE) viven en una situación de privación material severa porque no pueden afrontar 4 o más de esos 9 conceptos o ítems de consumo básico que sirven de referencia: no disponer de automóvil, teléfono, televisor o lavadora; no tener una temperatura adecuada en su vivienda; no poder pagar los gastos relacionados con la vivienda principal y otros.

En España, sobre un total de 47 millones de personas residentes, alrededor de 16 millones (34,2% de los hogares) no pudieron irse de vacaciones. Lo que implica un porcentaje muy superior al promedio del 28,3% de la UE. Medias que, como siempre, sólo dan una idea simplona de una realidad compleja y diversa que afecta de forma muy desigual a los países, comunidades autónomas, regiones y grupos sociales.

Alrededor de 16 millones (34,2% de los hogares) no pudieron irse de vacaciones en 2018

Así, Rumanía (58,9%), Croacia (51,3%), Grecia (51%), Chipre (51%), Italia (43,7%) o Hungría (43%) tienen tasas muy superiores de hogares que no se pueden ir de vacaciones. Mientras Suecia (9,7%), Dinamarca (12,2%), Austria (12,4%), Finlandia (13,3%) y Holanda (14,2%) se encuentran por debajo de la mitad de la media de la UE. Ni la crisis financiera global que estalló en el último trimestre de 2008 ni la recuperación de la actividad económica iniciada a finales de 2013 han tenido los mismos impactos entre los socios de la UE.

Por comunidades autónomas, las diferencias son igual de notables: en Andalucía (49,8%), Extremadura (47,6%) y Canarias (45,6%), casi la mitad de la población no puede irse de vacaciones, mientras en el País Vasco (18,1%), Aragón (21,2%) y Navarra (21,5%) esa carencia apenas afecta a una quinta parte de la población.

Y entre los grupos sociales, la falta de vacaciones afecta más a las mujeres que a los hombres; y más intensamente a las personas menores de 16 años que a las adultas. Pero los colectivos que sufren en mayor medida la carencia de vacaciones son, al igual que en el caso de la pobreza relativa, el de las personas desempleadas, los hogares monoparentales con uno o más niños dependientes y los extranjeros, especialmente cuando su nacionalidad no es la de un país de la UE; en estos grupos, más de la mitad de las personas que los componen no se van de vacaciones porque carecen de los recursos necesarios y las vacaciones son de lo que prescinden antes. La importante minoría que no disfruta de vacaciones no resulta de un juego aleatorio de buena o mala suerte.

La evolución del PIB y de la población que se va de vacaciones      

A lo largo de la actual crisis de la economía española, con dos recesiones entre 2008-2013 y la posterior reactivación, a partir de 2014, la evolución de la actividad económica (medida por el PIB, a pesar de sus conocidas insuficiencias y limitaciones) va de la mano con la marcha del número de hogares y personas que disfrutan de vacaciones.

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Así queda patente en el gráfico anterior, de cuya observación destacan dos peculiaridades: primera, en los años en los que la caída del PIB es mayor (2009 y 2012), el retroceso del número de personas que pueden irse de vacaciones es más intenso que el del PIB; y algo similar sucede cuando se vislumbra la reactivación (entre 2010 y 2011 y en 2014-2015), años en los que la reducción del desempleo y el aumento de la renta disponible de los hogares impulsan una mayor confianza en su futura situación económica que genera un fuerte aumento del número de personas que se va de vacaciones; segunda, la desaceleración del crecimiento del PIB a partir de 2016 tiene también efectos muy notables sobre la evolución de las personas que se van de vacaciones, que se hace mucho más irregular, a pesar de que el crecimiento del PIB sigue siendo importante y muy intensivo en la creación de empleos, por mucho que la mayoría sean empleos temporales, a tiempo parcial y precarios.

Hay que considerar también la trayectoria histórica del veraneo. En realidad, las vacaciones de los españoles son un fenómeno relativamente reciente, que sólo comienza a ser masivo a finales de los años setenta del pasado siglo. Desde entonces se ha producido una expansión progresiva de las vacaciones lejos de la residencia habitual, en paralelo a un importante aumento de la renta por habitante, pero siempre ha existido una gran bolsa de hogares que no pueden disfrutarlas. Así, por ejemplo, a pesar del fuerte crecimiento de la economía española a partir de 1994, ininterrumpido hasta el estallido de la crisis global en 2008, el porcentaje de hogares que no pudieron irse de vacaciones en 2004 alcanzó el 45,1%, muy superior al actual. Lo que indica un tipo de crecimiento poco inclusivo, en el que el reparto de las rentas generadas no llega a los hogares más desfavorecidos, muy intensivo en la creación de empleos en las fases de reactivación y, como se comprobó en 1992-1993 y entre 2008 y 2013, muy destructivo de empleos durante las fases recesivas.

A pesar de la reducción acelerada, a partir de 2004, de esa bolsa de hogares sin posibilidades de tener vacaciones, en 2008 todavía era del 36,2%, dos puntos por encima del actual 34,2%, último dato disponible de 2018. Entre 2008 y 2013, año en el que desplome de la actividad económica alcanzó su máximo, el número de personas que no podían irse de vacaciones aumentó en 14 puntos porcentuales, hasta el 48%; a partir de 2014 se produce una relativamente importante recuperación económica que reduce ese porcentaje hasta el 34,3% en 2017. En 2018, en cambio, se produce una reducción mínima, hasta el 34,2%, a pesar de un aumento del PIB relativamente importante (del 2,6%) que apenas tuvo incidencia en el porcentaje de personas que no pudieron irse de vacaciones.

La dificultad de aumentar la población que se pueda ir de vacaciones

La explicación a la gran bolsa de personas excluidas de las vacaciones y de la estrecha correlación existente entre la evolución del PIB y la variación del número de personas que toma vacaciones tiene que ver con la naturaleza del modelo de crecimiento y el tipo de especialización productiva que muestra la economía española.

Se trata, al mismo tiempo, de un problema económico, en el que resulta difícil deslindar lo coyuntural y lo estructural, y de un problema político derivado de las sucesivas reformas desreguladoras del mercado laboral y de las políticas de austeridad y devaluación salarial promovidas por las instituciones europeas con el objetivo de abaratar los costes laborales, reducir el alcance de la negociación colectiva y debilitar la representación y la fuerza sindical para convertir la devaluación salarial en la palanca clave de recuperación de la competitividad, que junto a los recortes en el gasto público han intentado equilibrar las cuentas públicas y, con más éxito, las cuentas exteriores.

La especialización de la economía española, en la que ganan peso desde hace décadas los servicios a las personas de baja productividad que requieren una gran temporalidad, se ha consolidado en perjuicio de los empleos y el peso del sector industrial

Se trata también de un problema estructural. La especialización de la economía española, en la que ganan peso desde hace décadas los servicios a las personas de baja productividad que requieren una gran temporalidad en la utilización de la fuerza de trabajo, con empleos precarios de bajo valor añadido, mínima especialización y cualificación laboral y baja remuneración salarial, se ha consolidado en perjuicio de los empleos y el peso del sector industrial, que han sufrido una reducción drástica. Las denominadas reformas estructurales del mercado laboral son la respuesta institucional a una demanda de fuerza de trabajo que depende en gran medida de la situación económica y de unas exigencias de rentabilidad muy elevadas por parte de los accionistas que sólo pueden alcanzarse derivando hacia los trabajadores los riesgos y costes de cualquier tipo de choque financiero o recesión. Costes y riesgos que toman la forma de supresión de empleos, reducción de costes laborales (incluidos los de despido), proliferación de falsos autónomos y aumento de la intensidad del trabajo, tanto por la vía del incremento de las horas trabajadas (no remuneradas en muchas pequeñas empresas) como de un mayor control y exigencia de los ritmos de trabajo.

La mayor polarización del mercado laboral, con un fuerte aumento de los empleos precarios de muy baja remuneración y, con parecida intensidad, aunque menor peso relativo, de los empleos de alto valor añadido, cualificación y remuneración en los servicios a las empresas abiertos al mercado mundial, alienta una creciente fragmentación social. Polarización y fragmentación del mercado de trabajo que están en la base y permiten un continuo trasvase de rentas a favor de los propietarios del capital y de algunos segmentos de las clases trabajadoras, que se ve acompañado de la reducción y privatización del sector público, el deterioro de los bienes públicos que disponen de una demanda con capacidad de pago y una muy diferente presión fiscal sobre el consumo y las rentas del trabajo, que se intensifican, y las rentas del capital y la seguridad social a cargo de las empresas, que se reducen.

Las vacaciones de las que puede disfrutar, con muy diferentes niveles de duración y calidad, la mayoría de la sociedad y la persistencia de una gran bolsa de personas y hogares que no pueden acceder al disfrute de las vacaciones son las dos caras del mismo modelo de crecimiento y de las estructuras y especializaciones productivas que lo sustentan. Son, en definitiva, el fruto natural de esa confluencia de factores coyunturales, estructurales y políticos que están consolidando una sociedad más polarizada y desigual, pero no más empobrecida en su conjunto ni en su mayoría.

La situación, como se ve, es algo más compleja y diversa de la que dibujan los análisis apocalípticos o complacientes con el actual estado de cosas. Y las posibles soluciones políticas y de política económica, algo menos simples que las propuestas y disyuntivas que manejan en sus programas, acción política y potenciales acuerdos la mayoría de los partidos políticos.

Veraneo, desigualdad y crecimiento económico