jueves. 28.03.2024

El ruido mediático se centra ahora en las vacunas, en su eficacia y en la actitud de la población ante las mismas, pero existen otros temas importantes sobre las vacunas que pasan más desapercibidos.

Vayamos primero con las vacunas y su eficacia. Existe una gran controversia sobre las mismas que tiene más que ver con las estrategias de marketing y propaganda de las empresas farmacéuticas que con los conocimientos científicos sobre las mismas. Hasta ahora solo se conocen informaciones facilitadas por las empresas, sin que se hayan analizado por evaluadores independientes, y es bien conocida la tendencia de las mismas a magnificar los resultados positivos y a orillar o esconder los problemas y limitaciones de sus medicamentos y existen muchos casos bien conocidos, el más relacionado con el tema, la eficacia del osetalmivir en la gripe, datos sesgados que produjeron compras masivas de muchos países, de un medicamento que los evaluadores independientes (BMJ, Cochrane) demostraron que carecía de la eficacia de que presumía la empresa que lo comercializaba y que tenia muchos más efectos secundarios de los comunicados inicialmente.

Por eso hay que ser prudentes, y asumir que es probable que las cosas no sean tan maravillosas, así como que las noticias que tenemos sobre las vacunas sobrevaloren sus resultados, y solo busquen captar inversiones y compras millonarias, aunque por supuesto pudiera suceder que todo sea cierto y tengamos pronto vacunas excelentes.

La segunda cuestión tiene que ver con la disponibilidad de vacunas y su accesibilidad a la misma, y ahí nos enfrentamos con la existencia de las patentes que dificultan el acceso de la población a las mismas, en los países pobres y en aquellos ricos que tienen un modelo de sistema sanitario liberal/privado como EEUU. Las patentes permiten a las empresas establecer precios elevados, ya se han indicado algunos de cientos de euros, y supondrá dejar sin vacunas a una gran parte de la población de los países pobres para garantizar así el derecho a las patentes de las farmacéuticas (conseguidas gracias a investigaciones en las que al menos el 50% es dinero público) y permitir que ganen ingentes cantidades de dinero con la venta de las vacunas.

Se han producido iniciativas de algunos gobiernos (Sudáfrica e India) para un levantamiento de las patentes en este caso y existen iniciativas sociales en la UE en el mismo sentido protagonizadas por más de un centenar de organizaciones, si bien recientemente nuestro país ha votado contra esta exención de patentes mientras dure la covid19 en una reunión de la Organización Mundial del Comercio. Lo que está en contradicción con las declaraciones del Gobierno en las reuniones del G20 sobre la necesidad de una cobertura universal de las vacunas.

Esta decisión es, aparte de insolidaria, incomprensible desde el punto de vista de la salud pública, ya que favorecerá el mantenimiento de la enfermedad en el 80% de la población del planeta, lo que inevitablemente acabará afectando a la salud de todos los demás países, más en el caso de España que es un importante receptor de migrantes.

Un tercer aspecto es el relacionado con la disposición de la población a vacunarse. El último estudio del CIS señala que hasta un 47% de la población manifestaba que no pensaba vacunarse. Estos datos deben ser vistos con prudencia, primero porque hay un gradiente de edad, los más jóvenes son los menos proclives a la vacunación, de manera que el grupo entre 25 y 34 años es el menos dispuesto a vacunarse, el 61,5% no lo harían, frente al de más de 65 años donde solo se negarían el 32,3%, es decir las personas más mayores, las que mas necesitan protegerse son las que están mas dispuestas a vacunarse. Asimismo quienes viven en ciudades mas grandes tienen más resistencia a vacunarse (más del 48% en las ciudades con más de 400.000 habitantes) frente a los que están en el área rural (en las localidades con menos de 2.000 habitantes  solo el 41,5% estaría en contra de vacunarse). Igualmente se detectan diferencias importantes según nivel socioeconómico y así la negativa a vacunarse va desde el 53,1% de las personas de clase alta y media alta hasta el 42,3% de los trabajadores (curiosamente los clasificados como clase baja/pobres se negarían en un 47,9%). Desgraciadamente no hay datos desagregados por CCAA aunque esta diferencia probablemente estará muy vinculada a los votos obtenidos por Vox (el 62,6% de sus votantes no lo haría).

Obviamente estos resultados son todavía provisionales en el sentido en que la disponibilidad práctica de una vacuna y los resultados de la misma probablemente cambiaran estas actitudes, en positivo o en negativo, porque muchas personas que ahora son reticentes a vacunarse lo son porque tienen desconfianza e incertidumbre ante las vacunas y la guerra comercial desatada sobre ellas, aparte de las noticias falsas, porque el negacionismo tiene un peso bastante pequeño entre la sociedad española (no más del 10%).

En este momento es fundamental el garantizar que las vacunas y tratamientos efectivos contra la covid19 sean bienes públicos de carácter universal, y no estén sujetos a los mecanismos de patentes que encarecen artificialmente el coste de los medicamentos, e impiden su acceso de todas las personas cualesquiera que sea su nivel económico y el país en el que habiten. Tenemos que trabajar para conseguirlo.

Ruido mediático en torno a la vacunación contra la Covid-19