martes. 30.04.2024
Juan_Carlos_SanXenso
Juan Carlos de Borbón en Sanxenxo

Cuando Tom Sharpe escribió su libro, puso en el centro de sus críticas a la anquilosada, vetusta e inútil estructura social de un mundo decadente y me temo que lo que hoy se vive en Galicia se asemeja mucho a esa Pretoria de Sharpe; a esos tipos obnubilados por el rancio abolengo, las clases sociales y impunidad de los escasos “ellos” frente a la vulnerabilidad de los numerosísimos “demás”.

El llamado Rey Emérito se pasea entre las multitudes de Sanxenxo con la sonrisa puesta, agarrado a su bastón y dando un mensaje claro, nítido y sólido: paso de todo. Este señor no es inocente ni mucho menos, este señor no está en el trullo por dos motivos: o sus comprobados delitos han prescrito o, gracias a una protección constitucional -nunca pensada para encubrir o disculpar delitos comunes-, no puede ser juzgado y condenado por otros delitos también claros y comprobados. Eso, por lo menos, es lo que yo deduzco de la sentencia que se dictó en su día para echar tierra a tan desagradable asunto.

Juan Carlos de Borbón y Borbón ha acabado por confirmar punto a punto, la negra historia de esta familia dedicada, como misión fundacional de sus afanes, a esquilmar a España sin darle tregua ni respiro. Juan Carlos no ha necesitado de grandes masas republicanas para dejarle la institución hecha unos zorros a su hijo, al que supongo subido por las paredes de La Zarzuela contemplando el bochornoso espectáculo protagonizado por su padre.

Entiendo, y lo entiendo de forma generosa, que a lo más que podría aspirar Juan Carlos es a una muerte lejana y silenciosa en el exilio dorado donde es acogido por gentes de su misma catadura moral y a una incineración más discreta todavía, que ya se sabe que una urna de ceniza es más fácil de escamotear que un ataúd, pero me temo lo peor: tendremos  funeral de estado, entierro en El Escorial y toda clase de parafernalias, que ya se sabe que España entierra muy bien.

Decía el tango algo que podría cuadrar bastante bien a este desvencijado, trasnochado y descolado “mueble viejo”:

Ahora, cuesta abajo en mi rodada
Las ilusiones pasadas, yo no las puedo arrancar
Sueño con el pasado que añoro
El tiempo viejo que lloro y que nunca volverá
Si arrastré por este mundo
La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser….

Sólo añadir que me dan pena y un poco de vergüenza esas demostraciones de apoyo y esos aplausos que sólo vienen  a confirmar la postura permisiva, laxa y nociva de este país frente a la corrupción: seguimos sin castigar socialmente a estos chorizos que destrozan, pudren y corrompen hasta el tuétano a nuestro tejido social.

No cambiamos, por desgracia

Exhibición impúdica