viernes. 29.03.2024
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En 1986, Norberto Bobbio ya hablaba de la difusiónde las computadoras como ampliación de los espacios de la democracia directa. Hasta entonces, aún en la Guerra Fría, el futuro parecía escrito y Bobbio tuvo su momento visionario pensando en el futuro de la tecnología viendo los avances que se iban dando y cuáles podrían ser sus consecuencias para la sociedad. 

Dos décadas antes, Tage Erlander implementaba un fuerte Estado del Bienestar que se convirtió en el modelo nórdico de referencia para los que querían encontrar un equilibro entre la economía de mercado y la política social. Décadas más tarde, la economía ha logrado imponerse a la política en forma de neoliberalismo, con el consiguiente adelgazamiento del Estado, la oleada de privatizaciones y el desmantelamiento de las políticas públicas del Estado del Bienestar. Ahora, la revolución tecnológica se abre paso suponiendo nuevos retos a los legisladores para procurar garantizar los derechos de los trabajadores, su Bienestar Social y a nuevas maneras de producción en la economía. 

La inteligencia artificial se perfecciona y gana terreno en la industria, elucubrando que posiblemente, en 2030, las computadoras serán más inteligentes que los humanos

En una entrevista que fue enviada a muchos medios, Daimler Benz (de Mercedes Benz) dijo que sus competidores ya no eran otras compañías automovilísticas sino Tesla, Google, Apple y Amazon, llegando a afirmar que el software irrumpirá en la mayoría de las industrias tradicionales en los próximos 5-10 años. Lo vemos en casos como Uber o Airbnb, que siendo sólo una herramienta de software, sin coches ni propiedades inmobiliarias, se están haciendo fuertes en sus sectores. Mientras tanto, los coches autopilotados para el público hará que las ventas de coches desciendan y que no se tenga que obtener ni una licencia de conducir ni poseer un coche, porque desde un dispositivo móvil, se localizará el vehículo, se mostrará su ubicación y le llevará a su destino. En este sentido, la mayoría de las empresas automovilísticas probablemente irá a la quiebra. El sector del automóvil tradicional trabajará en el enfoque evolutivo intentando construir coches mejores, con más comodidades y con más prestaciones tecnológicas, mientras que las compañías de tecnología (Tesla, Apple, Google) harán el enfoque revolucionario y construirán una computadora sobre ruedas. 

La inteligencia artificial se perfecciona y gana terreno en la industria, elucubrando que posiblemente, en 2030, las computadoras serán más inteligentes que los humanos. En esa entrevista se llega a afirmar que en Estados Unidos, los jóvenes abogados ya no obtienen empleo, porque a través de Watson, de IBM, se puede obtener asesoramiento jurídico en cuestiones básicas y en sólo segundos, con una precisión del 90%, resaltando que la intervención del ser humano en sus respuestas es de cero. Por tanto, de continuar en este camino de “tecnologización” del sector jurídico, se puede prever grosso modo que en el futuro habrá un 90% menos de abogados y sólo quedarán especialistas. 

Asimismo, también a través de Watson, de IBM, se pueden obtener diagnósticos médicos con tasas de precisión 4 veces superiores a las de los facultativos. 

El contacto humano, la empatía, la capacidad de comunicarse en un lenguaje accesible al cliente/paciente/ciudadano están muy lejos aún de ser conseguidos por plataformas tecnológicas o robotizadas

Van a cambiar las ciudades, porque vamos a necesitar un 90-95% menos coches para eso. Podemos transformar las antiguas plazas de aparcamiento en parques. 1.2 millones de personas mueren cada año en accidentes automovilísticos en todo el mundo. Ahora tenemos un accidente cada 100.000 kilómetros, con una conducción autónoma que caerá a un accidente en 10 millones de kilómetros. Eso ahorrará un millón de vidas cada año. Las compañías de seguros tendrán problemas masivos porque sin accidentes, la suscripción a un seguro será de una necesidad más marginal. 

Bobbio, en “El futuro de la democracia” y Sartori, cuando hablaba sobre “la telepolítica”, ya reflexionaban sobre las consecuencias políticas y sociales que la revolución tecnológica en la que nos vemos inmersos podrían entrañar, pero ni en el más pesimista de sus escenarios podrían contemplar situaciones como las de los trabajadores de empresas creadas con esta eclosión tecnológica y que tienen condiciones laborales tan ajenas a los derechos de los trabajadores conseguidos en su día. 

Sería interesante centrarnos en qué aspectos de estas profesiones y labores que están disfrutando de los avances tecnológicos más relevantes -como medicina, abogacía, transporte, medio ambiente, agricultura, ámbito militar u hogar- van a ser difícilmente víctimas de la sobretecnologización. 

El contacto humano, la empatía, la capacidad de comunicarse en un lenguaje accesible al cliente/paciente/ciudadano están muy lejos aún de ser conseguidos por plataformas tecnológicas o robotizadas. 

Parece incuestionable la transformación de algunas profesiones que están altamente humanizadas en el presente pero que en el futuro podrían estar altamente tecnologizadas como las jurídicas; un abogado que dependiese cada vez menos de lo que ha estudiado en su carrera pero cada vez más dependiente de bases de datos que automáticamente te sacan jurisprudencia relacionada con el caso que estudias y también el caso de los médicos que cada vez más podrán depender no solamente de su ojo clínico y de su experiencia sino también de la experiencia de muchos otros médicos que estarán compartiendo en la red, en sistemas informáticos, diagnósticos y tratamientos y todo monitorizado. 

Los arquitectos, ahora mismo, están más cerca de ser diseñadores que ingenieros porque su trabajo se ha transformado también con aplicaciones informáticas. 

En estas profesiones humanizadas e incluso profesiones que tienen carácter artístico, para las que la tecnologización no da todavía soluciones, habrá que trabajar en prever hasta dónde llega la tecnología y hasta dónde no llega y reforzar la labor de los profesionales en la parte en la que no llega la tecnología. Y harán falta cambios legislativos para regular muy bien la parte que tiene que hacer la tecnología y la que debe ser asumida por el ser humano, como también la democratización de los servicios, de quién va a poder permitirse y quién no estos servicios, en el seno del sistema capitalista (ver hasta qué punto este sistema se va a dejar regular). 

Por otra parte, hay que ser capaces de prever los efectos en el mercado laboral de la sustitución de mano de obra bajamente cualificada por robots o aplicaciones. En EEUU hubo una ley que mejoró las condiciones laborales del sector hostelero y McDonalds tardó poco en sustituir gran parte de su personal de atención y recepción de pedidos en casi todos los restaurantes de un Estado por pantallas táctiles, de manera que solamente quedó como mano de obra humana el personal de cocina, limpieza y mandos intermedios. 

Ya la UNED, en su momento, fue un desafío a la universidad convencional como las nuevas universidades privadas a distancia son un desafío a la educación reglada tradicional. Esto ya nos demostró que incluso derribando muros como la clase presencial se adoptaban nuevos modelos educativos que no hacían prescindir de la figura del profesor. Aparecían nuevas variables en el enfoque educativo, pero no desaparecía la esencia de la impartición de docencia como metodología de trabajo y de enseñanza. 

Antes se podía estar cuarenta años no viendo ningún salto generacional y viendo que los trabajos se heredaban de padres a hijos. Cabe reflexionar sobre si el sistema educativo actual prepara para este cambio que puede suponer que la destrucción del empleo sea superior a su creación, sobre si está formando a personas tecnológicamente bien preparadas. 

Habrá determinadas tareas que no sufrirán mucha repercusión, como la de los jardineros, los fontaneros o los peluqueros, pero las profesiones repetitivas y complejas como las de los conductores de vehículos, los pilotos de aerolíneas, los cirujanos, comerciantes o periodistas, con programas que escriben sus propias crónicas, sufrirán una profunda transformación. 

La agricultura será la gran perjudicada, algo que ya hemos visto en la OCDE y que también está ocurriendo en los países emergentes. 

Ahora, ya tanto la administración como el mercado ofrecen unas perspectivas que crean brechas tecnológicas y saltos en corto espacio de tiempo. Tan corto que hace que las soluciones políticas tengan que darse antes, todo vaya más rápido y que las promesas de un programa electoral queden caducas en menos de cuatro años. 

Los legisladores deben ser capaces de anticiparse a los problemas que plantea la sociedad, no de reaccionar a su aparición. Uno de los objetos de análisis puede ir enfocado al tipo de soluciones políticas de políticas públicas que se podrán diseñar. Uno de los puntos que se pueden tratar es el de la transformación del escenario del transporte y movilidad dentro de las ciudades con el tema del uso de transportes compartidos, transporte autónomo y micromovilidad (movimientos cortos dentro de la ciudad) como son los pequeños patinetes eléctricos o las bicicletas en todas las ciudades. Esto cambiará la fisonomía en las ciudades, con máquinas que irán más rápidas que el programador. 

El Profesor Andrés Ortega publicó en 2016 su libro: La imparable marcha de los robots, con preguntas de si dejamos que las máquinas se ocupen de nosotros o nosotros de las máquinas, en esta revolución tecnológica en la que vemos que nada envejece tan rápido como el futuro. Esta revolución influirá en el futuro de la humanidad, con Bill Gates apostando porque los robots deben pagar impuestos. El Profesor Ortega se cuestiona acerca de si cabe que exista una relación emocional con una máquina, porque cuidarán de niños y ancianos. La neurociencia futura aportará nuevas respuestas en relación a conocernos a nosotros mismos. ¿Podrán las máquinas decidir sobre ellas mismas? Así, la cuarta revolución industrial se basa en cuatro áreas importantes: 1) Una mayor digitalización; 2) Más conectividad; 3) Inteligencia artificial (en España tenemos grandes fabricantes de sensores) y 4) Capacidades físicas de los ordenadores, con el estudio de ordenadores cada vez mayores de tamaño y menores. 

En este plano futurista las rentas de capital superan a las rentas del trabajo, lo que supone un serio problema de cara a la financiación del Estado del Bienestar y los servicios públicos pueden verse más mermados, lo que acentuaría más las desigualdades. 

La principal desigualdad en las sociedades desarrolladas no será ya entre un 1% muy rico y el resto sino de un 10% a un 20% que vivirá muy bien, ya sea de su capital o de empleo de elevada remuneración y trabajará muchas horas y un 80% depauperado por paro o por bajos salarios, lo que es una seria alerta sobre las clases medias y trabajadoras desclasadas y a largo plazo también puede generar nuevos tipos de desigualdades, lo que plantea el transhumanismo (la integración de las máquinas en nuestras vidas) o humanos mejorados (enhanced, con implantes para saber aprovechar las máquinas). 

Picasso, en 1964, que lo que menos le gustaba de las calculadoras electrónicas era que “son inútiles porque sólo dan respuestas”. Lo que hace avanzar al mundo son las preguntas, porque más allá de la comunicación de 140 caracteres y de la simplificación de mensajes, debemos mantener el pensamiento profundo, el análisis y la reflexión y no volvernos elementales. 

Dentro de esta revolución tecnología se presentan, como vemos, las dos caras de la moneda: 1) Las oportunidades y 2) Los riesgos. Este escenario nos recuerda a la frase de Hannah Arendt, de “una sociedad de trabajadores sin trabajo” y deberá incidirse en un nuevo pacto social ante la robótica, en la colaboración entre humanos y máquinas, evitando una brecha tecnológica y contra la desigualdad. 

Vivimos en una sociedad en la que, constitucionalmente, tenemos garantizada la igualdad de oportunidades, pero eso no se ha traducido en la eliminación de desigualdades. La meta debería ser que la nueva revolución tecnológica nos lleve, mediante la democratización, a la eliminación de las barreras sociales. Que pueda estar al alcance de todos será uno de los retos principales y deberemos reciclarnos constantemente, con las habilidades del siglo XXI de más creatividad y pensamiento crítico que las máquinas, aún, no pueden aportar por sí mismas, con un sistema educativo adaptado a estas nuevas realidades y con nuevos espacios de comunicación entre las personas, de las personas con los ordenadores y viceversa y con los centros de decisión. 


Referencias: 

Benz, Daimler (2017). “No compren coches ni estudien Derecho”. (Mensaje viral). 
Dans, Enrique (2018). “La invasión de los patinetes eléctricos se internacionaliza” (Blog). 
Ortega, Andrés (2016). “La imparable marcha de los robots”. Alianza Editorial. 
Vicente, María José (2018). “Los retos políticos fruto de la revolución tecnológica”. Fundación Sistema.

Retos futuros en la revolución de la tecnología en nuestras vidas