martes. 16.04.2024

La pregunta se la hacía una periodista, el 26 de Enero, al conjunto de tertulianos alrededor de la mesa que dirige Mónica López, en TVE1.

A estas alturas la pregunta encierra dosis de malevolencia y no tiene fácil respuesta.

Cerca de 40 años como docente en la Secundaria, en el ámbito de las - desde hace unos años - conocidas como Ciencias Sociales, me permiten tener cierta perspectiva que, espero no muy desenfocada, para opinar sobre algunos temas que tienen relación directa con lo que estamos viviendo y lo que nos espera

El paseo de ayer por la Dehesa de la Villa ( Madrid ) avivó las reflexiones que siguen y que nacieron años atrás.

La visión que ofrece a día de hoy ese espacio forestal es de auténtica destrucción. Viene al dedo para repensar  lo que sucede a nuestro alrededor. Como tras un bombardeo, árboles tronchados, ramas rotas, el suelo cubierto por todo tipo de restos, casi de un único árbol : el pino. Los muchos que todavía restan de esta especie, a día de hoy, presentan  una corpulencia y vela que les hacen hermosos. Pero, por lo visto, son pura apariencia. La nevada y el temporal posterior dejan a la vista, en las ramas rotas y tocones, le existencia de enfermedades internas y obligan a pensar que es lo que no se hizo debidamente.

No conozco de floresta casi nada y dejo para los especialistas los remedios a las enfermedades y reparación de los daños. Sin embargo, no se puede eludir una primera reflexión : el tamaño de los árboles, del gusto y aprecio de las sociedades presentes , les debilita frente a las fuerzas de la naturaleza. Podar, rarear y replantar son necesarios en las arboledas humanizadas, por más que no guste ese tipo de obligadas actuaciones.

No gustan. A muchas gentes les produce pena y compasión, les parecen crueles o fuera de las necesidades, porque impiden, dicen, que la naturaleza se autorregule. Esta sociedad encuentra prontas disculpas para retrasar las actuaciones menos agradables.  Aunque luego haya que buscar culpables de la desidia que les dejó sin capacidad de resistencia frente a los fenómenos de la naturaleza. Al final, también los árboles tienen derecho a ser libres una vez que los “percibo para mi “. Quizás sea esto último lo que fundamenta la posición ante el caso.

Como gran parte de las poblaciones del centro de la Península, estos árboles, padecieron la tormenta perfecta: temporal de nieve, de frio posterior y todo en el contexto del recrudecimiento del Coronavirus. Como consecuencia, aparición de los desajustes, falta de maquinaria y herramientas, falta de personal preparado para la ocasión y, aparición de la colaboración particular auto organizada para salvar las dificultades que se le iban planteando.  Una vez más, llamada al Ejército para tapar los fallos de las instituciones civiles responsables ante este tipo de accidentes. La pregunta surge inmediatamente: ¿ y si el Ejército no dispusiera, en ese momento de suficientes efectivos operativos ?

¿Por qué no imaginar una situación de tormenta perfecta con presencia de otros factores o actores, que agravasen aún más la situación ? ¿Quién está al frente de la nave ? ¿ Que equipo va a decidir lo que ha de hacerse en la Dehesa ?

Se harán retoques, lavarán un poco la cara al conjunto y allí seguirán  pretenciosos pinos de descomunal vela que ocupan el espacio otrora, dicen, habitado por encinas.

Una acomodaticia certeza de que las cosas son como son y debe haber respuestas para todo, o casi, condiciona muchas actuaciones del presente. El casi, en la ocasión presente, sumó una nevada espectral al frío y temporal posteriores, con la actuación del Coronavirus.

Los datos que vamos conociendo, como resultado de todo esto, reflejan  aumento  de las depresiones, del miedo, de la inseguridad, de la  desesperanza y  de la reactivación y refuerzo de las, siempre presentes , tablas de salvación individuales. Necesitamos creer que con todo esto, aprendemos y, si no a todos, podremos hacer frente a nuevos problemas en el futuro. Pero es fácil dudarlo en el estado de cosas actual.

La periodista tertuliana de la TVE1 pedía que el ejecutivo pusiese más ejército en las calles, aun a la vista de imágenes de soldados en diferentes tareas.

Personalmente no me gusta que se acuda al ejército para casi todo lo que no podemos o no sabemos resolver con los medios civiles. Puede haber a quienes no les moleste su presencia permanente  en las calles, una vez que sólo él cuenta con mando único, unidad de acción y capacidad de actuación rápida. En China, en la que el ejército , enseñorea y conforma el sistema político parece que sus capacidades han contribuido al control de la pandemia, mejor y más rápido que en las democracias y, en el contexto de mayor capacidad de expansión vírica, si atendemos a su población. No parece que esa pueda ser una alternativa en Occidente, al menos por ahora.

Pero no podemos descartar que a algunos no le desagradara esa posibilidad, siempre que no se alterase el sistema político que asienta en el capitalismo liberal. Pero ¡ que envidia de esa capacidad de resolución ¡

En los niveles de anomía que diversos mensajes promueven, mirar para ese tipo de opciones resulta fácil por la capacidad que muestran para revolver obstáculos.

¡Libertad, libertad, libertad!

Desde los años finales del franquismo, nunca se había oído tanto ese grito.

En honor a la verdad también se gritaba en el franquismo pero era acallado por diversos medios.  El griterío actual, reclama moverse libremente, pero en verdad para hacer lo que les pide el cuerpo y conforma el mercado : consumir.

Hemos vivido, con motivo de la pandemia, la falta de mascarillas para todos y la compra apresurada y bajo negocio de ese material. Ahora carecemos de las jeringuillas precisas para determinada vacuna, o falta personal preparado para vacunar.  Y sobre ellas planea la sospecha del gran negocio y de desbocados beneficios.  Y desconocemos si no hubiera sido posible incentivar la producción de vacuna/s propias con origen y destino públicos. 

Hemos podido comprobar la escasa preparación que tenemos, como sociedad,  para retos de auténtica envergadura y compromiso, cuando incluso los llamados a dar ejemplo se saltan las reglas.

Es decir : no conocemos la esencia de lo público en una sociedad que se dice democrática. Su valoración pende de cuánto nos haya satisfecho en un dado momento de necesidad. Las repetidas loas al sistema sanitario dejaron de tener efecto frente a una realidad, innegablemente cruel que, al tiempo, desnudó el negocio privado que vive a la sombra de las concesiones de los poderes públicos y mostró la desvergüenza que dirige muchas actuaciones en este país: es el caso de los que se han vacunado sin permiso y contra toda norma.

E la nave va…como en el film de Fellini.

Sin pretender cargar la mano sobre los “males de la patria” resulta evidente una característica de “nuestro “país: la peculiar concepción de lo público que, si ya era débil, ha devenido esquelética tras décadas de adelgazamiento de la presencia y acción del Estado.

Se tiene como un derecho el poder servirse de lo público, pero se protesta si este nos reclama la aportación necesaria para su mantenimiento. Y, si se puede, se escaquea y si acaso se acude a la escaramuza.

Durante años hemos tratado ( muchos docentes )  que los alumnos entendieran la importancia de lo público, su necesidad y el vacío inmoral que supondría su no existencia porque dejaría a gran parte de la sociedad sin el soporte para hacerse libre. Por qué la solidaridad, antes que la caridad.

 Algunos seguimos sintiendo, que esa materia ( antes Historia ) no cumple con el objetivo de hacer ciudadanos críticos, preocupados por conocer su pasado y su entorno, entenderlo y colaborar en el desarrollo de la sociedad en la que vive. Por el contrario, permite con demasiada frecuencia justificar el presente, y no enjuiciarlo. Por más que muchos lo hemos intentado y muchos otros seguirán haciéndolo, se verán limitados por la exigencia, cada vez más apremiante, de la necesaria objetividad de una calificación que ha de ser tan clara y evidente que aleje el deseo de enjuiciarla a cualquier posible interesado. Y la fórmula a aplicar por parte del profesorado es simple: no complicarse la existencia.

Por lo que dice al efecto de la educación en la creación de conciencia de lo público no hay que esperar mas que lo justito. No es oportuno ahondar más en el caso. Porque la nave va.

Antes que la confrontación es preferible ocultar la realidad o vaciar el sentido de lo educativo.

La idea del éxito dirige la narrativa habitual del sistema. Se prima la calificación. El conjunto social, progenitores y tutores necesitan y promueven esa ideología del éxito.  Se exige, y exigía, responder a determinados conocimientos que buscan la clasificación para una competición que debe acabar en el éxito personal y este, necesariamente, se considera tal, si produce una satisfacción económica apreciable, que lleve aparejado el consumo de bienes que el individuo tenga por  necesarios para su realización.  El bien o bienes públicos que han dispuesto medios y ocasiones para la realización del individuo, pasan a entenderse como algo naturalmente dado. Lo público, si acaso, se nos aparece como un gran mercado que nos facilita la disposición de bienes cuando los entendemos necesarios.

Por tanto, desengañémonos, desde la educación no ha de llegar el sentido de lo público que permita solicitar de la comunidad la participación en la labor común de superar las dificultades en casos extremos.

¡ Libertad, Libertad, Libertad ¡ Que las algaradas como respuesta a medidas del Gobierno para contener al Covid van a continuar y, ojalá nos equivoquemos, arrastren sólo a unos cuántos y no devengan en crisis social grave, al tiempo que se extienden por Europa, deben hacer reflexionar. También cabe que se acomoden las medidas , no a la urgencia del Covid, sino a las necesidades que sectores determinados puedan hacer presentes, con gritos como los referidos.

De continuar los confinamientos y determinadas limitaciones, hemos de asistir a enfrentamientos entre las fuerzas del Orden Público y grupos de gentes que no pueden ceder en sus legítimos deseos de completar el ciclo del individualismo: tengo derecho a satisfacer mis necesidades.  

Ese individuo, participante en esta contestación tan del presente, tenga o no posibles bastantes, considera que ningún poder puede limitar su derecho a hacer lo que tiene por necesario, en cada caso. Cuando no sea así va a exigir, con urgencia, que se le faciliten los medios para satisfacer sus imperiosas necesidades.

Y no tiene sentido preguntarse por qué pueden proceder así. En esencia cumplen con lo acordado: estudio, trabajo y consumo. El individuo es todo. Nunca aparece el cuándo y el cómo podría llegar a devolver parte de lo que recibió de lo público en sus diversas formas.

Antes de abordar el nudo del problema, debemos hacernos la pregunta clave : ¿ En qué momento sabe un ciudadano de este país de la real existencia del Estado y de la relación de este con lo público?  Para bastantes, el Estado solo se les hace presente cuando sienten que Hacienda cuenta con ellos/ellas, cuando le exige su colaboración.

Antes, la selectividad podría ser un primer hito de ese encuentro con lo público, pero sólo afectaba a algunos. Alguien podrá decir que exagero porque olvido que todo el sistema educativo le señala su presencia. Quizás, pero es muy laxa. Quienes apremian para hacer de él una persona de provecho, son profesores y padres, pero su discurso puede “ser flexibilizado” por las circunstancias en las que han de desenvolver sus capacidades. Esos dos grupos entienden el sentido de la nave va. En gallego diríamos : o caso é ir indo.

No somos pocos los profesionales de la educación que hemos puesto mucha ilusión en la capacidad transformadora de esta para hacer ciudadanos críticos, o con criterio, si se prefiere, para ser libres y responsables.

Seguimos creyendo que la educación es esencial para todos. Para los grupos sociales menos favorecidos, constituye una palanca de ascenso social irrenunciable y, para todos, una herramienta para consolidar una sociedad democrática.

Pero ¿para qué nos sirve todo eso en el caso de una tormenta perfecta? 

Todos con algún título, ¿para qué?

¿Puede darse una tal situación, imprevista y dramática, en la que sean sobrepasadas las capacidades de actuación de una sociedad, por la confluencia de varios factores, que impidan atender al total o a lo mas importante ?

Con lo que estamos viviendo no parece que haya que rebuscar mucho para imaginar situaciones semejantes.

¿Resulta inimaginable que podamos ser objeto de ataques de muy diverso tipo que puedan provocar situaciones de congestión de las capacidades de actuación ? ¿Hemos de creer, ilusoriamente, que los poderes del Estado, estarán ahí operativos, para transmitir órdenes, vigilar su cumplimiento y reaccionar en el caso de una tormenta perfecta?

¿Podemos confiar en la existencia de personal bastante y profesional para hacer frente a los retos inmediatos, en tal caso? ¿Permiten las situaciones vividas en el presente acomodarnos en la actitud de la nave va ?

¿Cuánto personal tendríamos que contratar, de inmediato, para hacer frente a situaciones de bloqueo sanitario y social? ¿Va a merecer atención la propuesta que indique que haya que tener en nómina a todos los brazos necesarios para hacer frente a una tal ocasión que puede no darse en años ?

¿ Acudir al voluntariado ? ¿ Solicitar ayuda a los jubilados ?¿ Aumentar los efectivos permanentes del ejército o de la sanidad y la educación, para hacer frente a un caso de extrema gravedad que se produce ocasionalmente?

¿Y si después de todo se producen manifestaciones, algaradas, motines u otro tipo de revueltas y crisis social que cuestionen lo que se está emprendiendo para hacer frente a los efectos de la tormenta perfecta ?

Aquí .. la nave non va.

En una situación de mayor gravedad que la actual, por compleja, o prolongada en el tiempo, lo más posible es que se produzca un incremento de la desafección a los poderes ejecutivos en la medida en que se cree miedo, inseguridad y desorden.

Y los enfrentamientos geopolíticos no tienen por qué dar lugar, como en el pasado, a la ocupación del territorio por fuerzas invasoras. No es entrar en la ciencia ficción imaginar “rendiciones” provocadas por situaciones de emergencia para las que una determinada sociedad no tiene defensas.

¿Como superar, en nuestro caso, la inexistencia de la nave que la periodista da como hecho probado?

¿De verdad podemos contar con su existencia como un todo que tiene un único timón y acoge a todos por igual ?

¿Podemos identificar la nave con lo público sin que aparezcan fisuras por todas partes ? De existir, esa nave será un sueño. No hay que profundizar mucho para advertir que si hubiesen de tomarse medidas de verdadera urgencia, para poner remedio a circunstancias más graves que las actuales, serían poco menos que imposibles porque nos falta algún tipo de “pegamento” que una a muchos en una movilización ciudadana de urgencia.  

¿Que es lo que ayudaría  a la creación de un espacio hispánico de actuación para un caso de catástrofe del tipo tormenta perfecta, más allá de las realidades autonómicas ?

Nos parece que es urgente ir organizando un Servicio civil obligatorio, sin perjuicio de los voluntariados que se quieran.

Formar grupos de ciudadano/as, preparados para responder a la llamada de auxilio en defensa de lo público, sería asentar un concepto de ciudadanía que, se haría notar en la ocasión requerida y aún antes.

Esa defensa de su carácter público, presente en las convocatorias de formación, iría creando conciencia ciudadana, ahora mismo, a nuestro entender inexistente en el grado que se haría preciso para crear un escudo de defensa civil de la ciudadanía, en casos de extrema gravedad.

El presidente francés, E. Macron, expresó, no hace mucho la necesidad  de ese servicio en el sentido que aquí planteamos, por entender que sería un elemento de unión alrededor de la República francesa.

Sabemos de la existencia, entre nosotros, de propuestas anteriores , en igual sentido que esta que, por el momento, no creemos necesitada de un total desarrollo.

Pero, no olvidemos las lecciones del presente. No podemos permitirnos que la urgencia de la situación desarbole las instituciones y les obligue a soluciones apresuradas e inconexas. Desorden y desafección van unidos.

La mera existencia de esta propuesta con posibilidades de desarrollo y puesta en práctica, generaría tal cantidad de reacciones que activarían la conciencia, hoy desguarnecida a propósito, de lo público y de ciudadanía.

Porque dónde no hay compromiso con su creación, desarrollo y defensa solo quedan los consumidores que atenderán antes de todo a su participación individual en el mercado general de bienes y servicios.

Madrid, Febrero de 2021. Segundo año de la Peste.

¿ Quién está al frente de la nave ?