jueves. 18.04.2024
izquierda

Diaz Ayuso lanzó una convocatoria electoral y diseñó una campaña en términos estrictamente ideológicos, para evitar que se hablara del balance de sus dos años gobierno y menos aún de sus proyectos de futuro. Decisión muy coherente, que a la vista de cómo ha transcurrido el proceso electoral le ha venido dando muy buenos resultados.

Por su parte VOX no ha escatimado esfuerzos para llevar al limite los infundios, que han contribuido a alimentar la confrontación hasta extremos que hasta ahora no se había visto en nuestro panorama político y menos aun en unas elecciones autonómicas.

El debate de las cabezas de lista en Telemadrid reflejó claramente las pocas ganas que esos dos partidos tenían de hablar de propuestas políticas para la ciudadanía madrileña.

Lo malo es que una parte de la izquierda, incluido el PSOE, ha entrado al trapo y se ha dejado llevar al terreno de la lucha ideológica genérica.

Centrarse en una batalla entre fascismo y antifascismo es posible que movilice a una parte pequeña del electorado de izquierdas, sin duda previamente concienciado, pero en mi opinión no interesa a la mayoría de la gente preocupada por otras necesidades mucho mas reales como la pandemia, el paro, el trabajo precario, el precio de la vivienda, la atención a la dependencia o las dificultades de financiación de la pequeña empresa y de los autónomos.

Por el contrario, la forzada polarización entre fascismo y antifascismo, anima a los sectores más reaccionarios o nostálgicos de la sociedad madrileña.

Desde luego que los partidos de la izquierda han presentado y defendido propuestas, pero a la postre han quedado difuminadas por los titulares de brocha gorda, con la inestimable ayuda de buena parte de los medios de comunicación, en su mayoría afines a la derecha.

Así, Pablo Iglesias, que debería ser consciente de su enorme desgaste entre amplios sectores progresistas, ha desgastado en tan solo un mes de campaña la imagen que había ido labrándose durante su año de presencia en el gobierno, de político con capacidad de influir en la adopción de medidas de hondo calado social, a través sobre todo de la acción de la Ministra de Trabajo Yolanda Diaz. Sus palabras y sus gestos han sonado de nuevo a consignas genéricas para la única satisfacción de sus más fieles seguidores y ante el desinterés de la mayoría de la gente.

Es cierto que todo parece indicar que ha conseguido alejar a Unidas Podemos del funesto tope del 5%; no es poca cosa, pero es muy insuficiente para lo que pretendía abandonando el gobierno y presentándose como el más seguro valladar de la izquierda madrileña frente a la derecha y a la extrema derecha.

Pero si el que Unidas Podemos se haya dejado arrastrar al terreno que querían VOX y PP, estaba dentro de lo posible, mucho más sorprendente e inesperada ha sido la actitud del PSOE. Sin duda la campaña plana de Gabilondo no estaba despertando gran interés, y menos aun su desafortunada insistencia en que no iba a tocar el sistema impositivo, por no hablar de su inicial distanciamiento de Pablo Iglesias, socio de gobierno de Pedro Sánchez, no lo olvidemos. Quizás para sacudir el escaso entusiasmo que el candidato socialista despertaba, ha querido probar suerte sumándose al carro del fascismo-antifascismo, alejándose de los sectores centristas y de las clases medias.

Y lo que resulta poco creíble es que, tras dos años de evanescente oposición en la Asamblea de Madrid, “en doce días” de campaña, de nuevo de la mano de Pablo Iglesias, sea suficiente para ganar.

Por supuesto que a las provocaciones de VOX y a la actitud ambigua del PP había que dar contestación política clara y rotunda, pero la mejor respuesta era y es el balance de resultados y la confrontación de programas.

A su vez, el candidato de Ciudadanos ha intentado escapar de ese circulo vicioso y situar el debate en términos de moderación y centrismo. Lo ha conseguido a veces, pero desgraciadamente para él, para su partido y para Inés Arrimadas, no ha podido sortear las enormes contradicciones que este partido arrastra desde que su antiguo líder, Albert Rivera, optó por pactar fundamentalmente con la derecha y la extrema derecha. Siempre he defendido que la presencia de un partido centrista como en su momento pretendió ser Ciudadanos, era bueno para la democracia española y para construir mayorías de gobierno progresistas. Sería lamentable políticamente que desaparecieran de Madrid y se acentuara su disolución en manos del PP o de la nada.

Y nos queda MAS MADRID, que ha procurado guardar un equilibrio entre la tajante critica a las posiciones y actitudes de VOX y del PP, y la defensa de sus alternativas de gobierno. Mónica García ha mantenido un discurso solvente y coherente, recogiendo lo mejor de la socialdemocracia y de lo que en su día fue el 15-M, con unas propuestas de una izquierda del siglo XXI y además con un tono cercano y de un normal sentido común. Ha demostrado que es posible convencer al electorado progresista sin tener que gesticular y mucho menos sin tener que aburrir. Ojalá que las expectativas que han ido creciendo día a a día, se consoliden.

Faltan muy pocos días. Nada esta escrito. A pesar de los pesares y de los errores de diseño de campaña, la izquierda puede ganar las elecciones si hacemos un esfuerzo de responsabilidad, si anteponemos todo a la necesidad de tener un gobierno en Madrid que aúne bienestar social, creación de empleo estable y de calidad, impulso a un nuevo modelo productivo, respeto al medio ambiente, solidaridad con todas las personas que viven en nuestra Comunidad. Podemos conseguirlo.

Los progresistas podemos ganar