sábado. 27.04.2024
pedro_sanchez_presidencia_ue
Comparecencia de Pedro Sánchez el pasado mes de junio en La Moncloa.

Políticos, periodistas, intelectuales y ciudadanos usan y abusan de las analogías históricas para justificar sus argumentos. En realidad, no hay analogías buenas o malas, sino bien o mal utilizadas, que nos engañan o que nos enseñan. Mas, los malos usos son más frecuentes. Es fácil hallar una lista de analogías inapropiadas en los debates estratégicos actuales. Recurrir a la ocupación alemana (1945-1952) para legitimar o gestionar la de Irak, como hizo el administrador americano Paul Bremmer, no parece adecuado. Invocar Auschwitz a propósito de los Balcanes sirvió a Alemania en la crisis de Kosovo, pero insulta a los supervivientes. Hablar de un nuevo Gulag a propósito de Guantánamo, como hizo Amnistía Internacional en el 2005, es otro insulto a los supervivientes soviéticos. Comparar la barrera israelí de Cisjordania con el muro de Berlín es un sinsentido. El Telón de Acero se concibió para que nadie pudiera salir, la barrera israelí para que nadie pudiera entrar. Tampoco estamos hoy en los años 30: las ligas armadas no circulan por las calles, el populismo no es el fascismo. Desde la caída del Muro de Berlín, ¡cuántas veces hemos entrado en una nueva Edad Media! Producto de la pérdida de soberanía de las naciones, de un mundo sin reglas, regreso a la barbarie. ¡Cuántas Yaltas! ¡Cuántas nuevas doctrinas Monroe! El recurso a Múnich propicia la emoción e indignación y sustituye el análisis por el tópico. Permite economizar inteligencia y complejidad. Esta conclusión vale para otras muchas analogías históricas.

Un artículo en La Vanguardia, titulado Abyección, del notario Juan José López-Burniol, podría servir, desde mi punto de vista, de un mal uso de la analogía histórica. Merece la pena recurrir al diccionario de la Real Academia de la lengua española para calibrar la gravedad del título. Abyección: bajeza, envilecimiento extremo, humillación. Compara las abdicaciones indignas, que hicieron Carlos IV y Fernando VII ante Napoleón Bonaparte en Bayona, con una posible investidura de Sánchez con el apoyo de los independentistas de Junts. Ambas acciones son para López-Burniol un ejemplo de abyección. Para incrementar más la indignidad del pacto de Sánchez, nos dice: “Napoleón se reunió con Fernando VII al llegar este a Bayona, y tras compartir mesa con él, escribió a Talleyrand: “No me ha dicho ni una sola palabra; es indiferente a todo, muy material, come cuatro veces al día y no tiene idea de nada”. Las escenas de enfrentamiento entre padre e hijo fueron, al decir de testigos, alucinantes, durísimas y penosas. Pero ese trajín indecente no les impidió asegurar su futuro. Carlos IV obtuvo de Napoleón el compromiso de acogerles a él, a su esposa y a Godoy, a pagarles en plazos mensuales 30 millones de reales para su manutención, y la cesión en propiedad del Château de Chambord. Y Fernando VII una pensión alimenticia de 500.000 francos, más una renta de 600.000. A cambio, Fernando firmó una proclama en Burdeos, en la que exhortó a los españoles a mantenerse tranquilos y esperando su felicidad de las sabias disposiciones de Napoleón”. Añado algunos detalles del historiador, Josep Fontana. Fernando VII el 2 de abril de 1808 publicó un decreto condenando la malignidad de quienes lucharan contra los franceses. Tras la marcha de toda la familia real a Francia siguiendo los designios de Napoleón, las escenas que tuvieron lugar en Bayona fueron de una abyecta bajeza, cediendo tanto Carlos IV y Fernando VII todos sus derechos el emperador francés. Luego Fernando, su hermano Carlos y su tío Antonio marcharon a su cautiverio de Valençay, donde mostraron las más repulsivas pruebas de su vileza moral. Fernando felicitaría a Napoleón por sus victorias militares sobre los españoles. Luego le escribiría: “Mi gran deseo es ser hijo adoptivo de S.M. el emperador, nuestro augusto soberano. Yo me creo digno de esta adopción, que sería, verdaderamente la felicidad de mi vida, dado mi amor a la sagrada persona de S.M.I. y R”. El mismo Napoleón se sorprendió de tal servilismo. Sigue diciendo Fontana: «No merece la pena dedicar más tiempo a estos personajillos y a sus miserias, la historia de España discurría en estos momentos muy lejos de los salones de Valençay, donde Fernando y su tío Antonio entretenían sus ocios en labores de aguja y bordado”. Y vaya que la historia discurría por otros derroteros. El pueblo español se desangraba en su lucha contra los franceses especialmente el zaragozano, como muy bien nos muestra el libro de Daniel Aquillué “'Guerra y Cuchillo. Los Sitios de Zaragoza 1808-1809” y a nivel nacional Francisco de Goya en “Los desastres de la guerra”.

Por ende, comparar la actuación profundamente patriótica de los borbones -ni que decir tiene que esta familia ha sido a lo largo de nuestra historia un ejemplo de patriotismo- con el diálogo de Sánchez con Puigdemont, me parece una analogía extemporánea. Sánchez está dialogando con una fuerza parlamentaria que tiene la misma legitimidad que la del resto de los partidos políticos. Es curioso que mientras prestigiosos catedráticos en derecho constitucional no se ponen de acuerdo sobre la constitucionalidad de una futura amnistía, muchos españoles argumentan con gran contundencia sobre su inconstitucionalidad. Somos así los españoles. Como declaró el académico Francisco Ayala: “El español acostumbra a creer que lo sabe todo”. Pero lo más sospechoso es que nadie se sorprende de tal desfachatez. Al ser todos tan sabios, tenemos solución para todos los problemas, por arduos o complejos que sean. Lo más sospechoso es que nadie se sorprende de tal desfachatez. No obstante, de salir adelante la amnistía, será aprobada en la sede de la soberanía popular. Y, como último recurso, tendrá que decidir el Tribunal Constitucional.

No quiero desaprovechar la ocasión sobre el tema de la amnistía sin hacer una referencia a Felipe González y Alfonso Guerra. Estos exdirigentes del PSOE, durante sus gobiernos llevaron a cabo decisiones políticas muy cuestionables. Citaré algunas. "OTAN de entrada no". Filesa, el Gal, Juan Guerra, etc. Y nadie del partido levantó la voz, como lo están haciendo ellos ahora contra Sánchez. Y muchos socialistas, a pesar de ello, les seguimos votando por lealtad al partido. Esa palabra me parece que no está en su diccionario. Por ello, están siendo los tontos útiles de las derechas políticas, mediáticas y económicas. Los llaman los Herrera, Alsina o Griso a sus programas y acuden prestos y veloces con auténtico frenesí. En definitiva, le están haciendo el juego a la derecha. Por sus actuaciones, mucho más graves de deslealtad a su partido que las de Nicolás Redondo Terreros, deberían ser expulsados fulminantemente. ¿No les cabe en la cabeza que Sánchez esté intentando con una posible amnistía encauzar el problema de Cataluña, problema que no lo creó él, sino que lo heredó? Más todavía, cuando los indultos, que también los criticaron, han demostrado que está consiguiendo ese objetivo. Lo grave, es que probablemente saben perfectamente que la amnistía va en una buena dirección para encauzar el problema de Cataluña, mas están movidos por mucho rencor, por haberse enfrentado a la candidatura de Susana Díaz. Por cierto, a ambos prebostes del socialismo, todavía no he podido oírles el más mínimo comentario de repulsa a los gobiernos de coalición a nivel autonómico de PP con Vox. Siento una mezcla de pena y de vergüenza por ambos. ¡Qué bajo han caído! Por supuesto, deberían ser expulsados del partido.

La posible amnistía calificada como "abyección"