martes. 19.03.2024

Ayer por la noche escuché detenidamente en la SER el podcast integro de la tertulia que reventó VOX a través de su candidata a la Presidencia de la CAM, Rocío Monasterio (me cuesta un gran esfuerzo no anteponer un epíteto al nombre de esta mujer con ínfulas de mala persona).

Tras un apresurado post que escribí ayer por la tarde (con un tinte intencionadamente sarcástico) y que publiqué en una red social, reconozco que la actitud provocativa de la extrema derecha no permite demasiadas bromas, motivo por el que está reflexión quisiera dejar bien clara la indignación  que siento ante las muestras de contrademocracia explícita que, con un guión muy bien preparado, vomitó la candidata de la ultraderecha en cada una de sus intervenciones en el debate de la SER.

No deberíamos olvidar que, cuantitativamente, los demócratas somos muchos más que quienes sueñan con reimplantar una dictadura aprovechándose de los cauces legales que les ofrece el marco de libertades de nuestro sistema democrático. 

Sólo en manos de los verdaderos demócratas (muchos de los cuales, por hartazgo de unos y desencanto de otros, han votado a VOX en alguna ocasión) está el depositar el 4-M en Madrid la papeleta que decida no solo quien quieren que allí gobierne, sino también quienes no quisieran que un partido de ultraderecha tuviera que autorizar cada decisión del futuro gobierno madrileño.

La democracia es un bien preciado que nos costó mucho conseguir (tanto en años como en sufrimiento e incluso en vidas), y lo que ayer percibí en la actitud de la señora Monasterio fue un peligro para nuestro marco de libertades y derechos, así como el prólogo de una maniobra articulada por una panda de nostálgicos para regresar a un sistema totalitario.

Fue tarea imposible hacer callar a la portavoz de VOX cuando llevaba un mensaje preparado bajo guión y la consigna de la mala educación y las interrupciones como única forma de manifestarse. 

Lo de la Monasterio no fue una intervención democrática en una tertulia sino la interpretación de un cutre papel de “mala” de película que disfruta con el dolor ajeno (la maldad intrínseca existe y es más frecuente de lo que muchos creen) y que no condena ciertas amenazas porque, quién sabe si tal vez las comparte. 

El misterio de la Monasterio fue bordar la imagen de una mala persona que sonreía pérfidamente cuando Pablo Iglesias denunciaba haber recibido una carta con cuatro balas en la que se ponía en peligro su vida, la de su pareja y hasta las de sus padres.

Aplaudo a Àngels Barceló por su infinita paciencia y por la rabia que tuvo que tragarse  para no acabar expulsando de la tertulia a Rocío Monasterio, algo que la portavoz de VOX llevaba sin duda como colofón en su guión y que habría colaborado a blanquear al partido filofascista tal vez más de lo que consiguió con tóxica presencia en el coloquio compartiendo espacio con personas decentes y democráticas.

Esto es solo una reflexión y voy a terminarla dejando constancia de unas declaraciones:

"Al machito alfa no le gusta que una mujer le lleve la contraria. Rocío Monasterio ha cortado dos orejas y el moño".

(Santiago Abascal)

"Ha quedado clara la actitud de este partido y ya ahora muchos saben que Vox es un partido neofascista"

(Àngels Barceló)

Atentos.

El misterio de Monasterio es la maldad