martes. 19.03.2024
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Foto de archivo

De Gabilondo se hacen chanzas por su serenidad y templanza. Dentro del circo mediático en que se ha convertido la arena política, se hace mofa y befa de lo que debería ser en realidad la tónica habitual. Una voz tranquila y reflexiva pasa desapercibida en medio del ruido. Hay frecuencias que resultan inaudibles cuando el griterío nos ensordece. En las elecciones madrileñas del cuatro de mayo no hay que elegir entre Socialismo y Libertad, sino más bien entre la Política con mayúsculas y una chusca politiquería que sería ridícula, si no fuese tan lesiva.

Las expectativas de Unidas Podemos en Madrid eran penosas. Podía no alcanzar el cinco por ciento de los votos. Ante ese posible batacazo, Iglesias ha decidido salvar los muebles. En su épico relato se sacrifica personalmente, abandonando su Vicepresidencia en el Gobierno de España para ejercer como antifascista en la batalla de Madrid. Este tono es justamente lo que no necesitaba esta campaña. Nada puede favorecer más la estrategia electoral de Ayuso.

Para colmo Iglesias se ofrece a liderar una coalición electoral de izquierdas en torno a su persona. Al parecer, el Mas Madrid de Errejón tiene que ponerse a su servicio e incluso, puestos a fantasear, Gabilondo debería hacer otro tanto y apartarse para dejar vía libre al  indiscutible líder carismático de la izquierda. Esta ensoñación seguramente sea compartida por los pocos seguidores incondicionales que puedan quedarle al Secretario General de Podemos.

A Sánchez le vuelve a remodelar el gobierno, puesto que sus propuestas deberían ser asumidas sin rechistar. Cuando Pablo Iglesias habla, se erige en el portavoz de la gente y por lo tanto su palabra es ley. Se ve a sí mismo como un mesías político que puede salvarnos a todos de nosotros mismos. Al encarnar “una candidatura fuerte y con carácter” todos habrán de rendirse ante la evidencia.

Resulta desoladora su eterna huida hacia delante para eludir las autocriticas de su andadura política. Es obvio que no tiene problemas de autoestima, pero su percepción de la realidad debería verse confrontada con unos interlocutores que no le hicieran la ola. Esto es difícil, puesto que no ha dejado de apartar las voces discrepantes en su entorno más próximo.

¿Por qué no se propone Iglesias articular una coalición electoral progresista cuya cabeza indiscutible sea Gabilondo y con una presencia en las listas acorde a su representación actual? ¿No sería esto mucho más eficaz para el objetivo perseguido? ¿No se deja cegar por un culto personal que ya sólo le profesan sus allegados?

La decisión de Iglesias tensará aún más una polarización política indeseable. Puede beneficiar netamente la candidatura de Ayuso y hacer que los antiguos votantes de Ciudadanos se pasen a Vox. Una vez más, en lugar de la solución podría ser el problemas. En vez de dinamizar la izquierda puede dinamitar su cohesión. Ojalá logra también movilizar a un electorado perplejo en favor de Gabilondo, el único capaz de aglutinar un respaldo electoral suficiente para desbancar a Ayuso de la presidencia que ya ostenta. 

La buena noticia es que el gran opositor interno abandona el gobierno y reconoce los méritos contraídos por Yolanda Díaz, cuya seriedad el frente de su cartera ministerial pocos discuten. Otra cosa es que se crea en situación de legar su cartera de vicepresidente como si se tratara de un patrimonio personal y, de paso, convertir en ministra a una Secretaria de Estado.

Sin embargo, la campaña tendrá un tono muy crispado y no menudearán los argumentos, sino las consignas y los eslóganes, los golpes de efecto y las descalificaciones ingeniosas. Asistiremos a un rosario de insultos e improperios. Si aguzamos el oído, podremos escuchar la sosegada voz de un candidato reflexivo que no es un político profesional y para quien sí supone un sacrificio personal presentarse de nuevo.

El electorado madrileño podría darle un baño de realidad a Pablo Iglesias y mandarle de retorno a ese aula universitaria que tanto echa de menos. Allí podrá contar a sus alumnos su paso por la política y participarles sus fabulaciones.

Mientras tanto, confiemos en que su presunto sacrificio no merme una vez más el caudal de votos progresistas. De momento Ayuso se ve reforzada con la candidatura de Iglesias y Sánchez dormirá más tranquilo al no tenerlo en el ejecutivo.  

Los madrileños tienen que sopesar el sentido de su voto, sin dejarse distraer por unos fatuos fuegos de artificio que les impidan ver las cosas tal como son y no como pretenden aparentar.  La política no es un circo y estas elecciones no son un concurso de payasadas histriónicas. Es una cosa muy seria y nos va mucho en ello.

La lesiva épica de Iglesias y el indiscutible liderazgo de Gabilondo