viernes. 19.04.2024
ayuso pleno

A la vista de los resultados de las elecciones autonómicas madrileñas del pasado 4-M, su alcance nacional no admite ya margen alguno de discusión.

Empezaron por tenerlo debido a su ‘motor’ desencadenante (moción fallida de Murcia); lo fueron desde la inmediata respuesta de Ayuso convocándolas; lo continuaron  siendo por los términos -ya inevitables- en que se planteó y desarrolló la campaña; y lo han sido definitiva y consecuentemente por su resultado.

Por encima de todo, las elecciones a la Asamblea de Madrid señalan así un hito de extraordinario significado para el devenir de la profunda crisis política- y de gobernabilidad, pero no solo- en la que el Reino de España está sumido, y cuya profundización comenzó a hacerse más visible a partir de la Gran Recesión en que se tradujo la crisis financiera de 2007-2008, con la subsiguiente quiebra, en el plano político, del hasta entonces perdurable sistema de turno bipartidista.

El éxito de quien ha resultado indiscutible ganadora el 4-M (la opción Ayuso dentro del PP) ha consistido precisamente en aprovechar la oportunidad para avanzar con gran ventaja -acelerándolo- en el proceso emergente de restauración del  bipartidismo.

Avance en una doble dimensión: recomposición interna en el bloque de las tres ramas de la derecha con la reconquista por parte de una de ellas -el PP- de una indiscutible hegemonía; y ruptura de la equilibrada relación de fuerzas entre izquierda y derecha, logrando con ello un nuevo desequilibrio muy favorable para la segunda.

De modo análogo en el campo contrario-en el de las izquierdas- se han producido simétricos movimientos aunque invertidos: recomposición desfavorable para la fuerza hasta ahora hegemónica -el PSOE-, y notable debilitamiento del bloque en su conjunto.

La brecha entre derechas e  izquierdas vuelve a tener en Madrid similar entidad a la que tuvo en 2011 cuando el triunfo de Rajoy (1).

Esas dos dimensiones del referido proceso forman en mi opinión las coordenadas desde las que ha de abordarse el análisis de lo acontecido, no solo para el mejor entendimiento de sus consecuencias y alcance, sino incluso para establecer la metodología del propio análisis.

A esa propósito metodológico responde la consideración de los dos ‘vectores’ propulsores de la fuerte alteración experimentada en los apoyos conseguidos por los partidos concurrentes y en consecuencia en las relaciones de fuerza entre los mismos con respecto a la situación anterior al 4-M. Es decir, la distinción de dos “cuerpos”, por así decir: los “antiguos electores” -con sus flujos y transferencias-, y los “nuevos”.

El primer dato a destacar es que en el primero de esos dos “cuerpos” esos flujos de transferencia de votos pueden cifrarse en más de 800 mil votos, es decir representan más del doble que los agrupados en el segundo de esos “cuerpos” (menos de 400 mil). Es decir mientras que el “voto fiel” se ha quedado en 2,4 millones, los votos en disputa- en ambos cuerpos- habrían ascendido a la mitad de esa cifra. Tamaña volatilidad difícilmente se encontrará en elecciones precedentes.

Las anteriores cifras presentan elocuencia suficiente como para atestiguar que la estrategia centrada en la “captura” de nuevos votantes (a través de un nivel superior de participación) no fue precisamente la acertada en esta caso. Frente a ella la ‘fidelización’ del voto, el aseguramiento del otorgado en anteriores ocasiones, hubiera resultado primordial. 

Las derechas

El recuento la noche del 4 acabó levantando acta de la ‘desaparición’ parlamentaria de Ciudadanos. Hundimiento esperado, ya inevitable.

El medio millón largo perdido por la lista encabezada por Edmundo Bal (Ciudadanos), habría ido íntegro al Partido Popular, conclusión ésta sobre la que caben pocas discrepancias. Se ha cerrado así, con irrefutable éxito para dicho partido, la primera fase del proceso abierto para la reunificación de unas derechas, hasta ahora fraccionadas en tres ramas del tronco del PP originario, desgajadas en la tormenta desencadenada por el desvelamiento judicial de la corrupción, tras el triunfo electoral del PP en 2011.

Por su parte, la otra rama desprendida -VOX- ha aguantado firmemente  el “tifón Ayuso”, incrementando sus votos incluso en proporción ligeramente superior a la experimentada en el conjunto del cuerpo de votantes. Y aunque su saldo no revele existencia de trasferencias cuantiosas, ni de huidas ni de incorporaciones, sí que se han producido cambios en la composición de sus votantes, tal y como revela la sensible pérdida de peso en los distritos más señeros de la derecha (Chamberí, Salamanca, Retiro…), compensados con preocupantes y abultados crecimientos en términos relativos, con “nuevos votantes” de los distritos donde las izquierdas aún mantienen su tradicional hegemonía (en el Puente de Vallecas, más que en ningún otro, donde VOX logra incrementar en un 42% los votos conseguidos hace dos años). Un cambio cualitativo de no escaso significado, pese a la relativa modestia de sus cifras absolutas.

El asombroso triunfo - ‘arrase’- de una Ayuso tras ello entronizada como lideresa ‘in pectore’ de un renaciente  y  relumbrante PP,  ha tenido como correlato, además de la “desaparición “ de Ciudadanos, la devastadora debacle del PSOE. O viceversa, si se prefiere: el hundimiento de éste resulta ser la principal clave del victorioso éxito de aquél.

No obstante, el “nuevo PP”, pese al cambio de fachada con rostros renovados- y muy pronto nueva sede con abandono de la que fue al tiempo cueva y buque insignia de toda clase de descendientes de Alí Babá-, habrá de seguir caminando con un VOX adherido a su flanco extremo por tiempo indeterminado.

La eliminación a partir de ahora de quien ha devenido en embarazoso acompañante -o su  fusión fría con él (SIP) (2) para culminar así el proceso de unificación-, ya no vendrá por sí sola, como ocurriera con su anterior socio. Es improbable que vuelva a repetirse lo sucedido con Ciudadanos, víctima y a su vez verdugo de sí mismo en una trayectoria en que todo ha sido errático.

Las izquierdas

De poco le ha servido a una UP ya ‘demediada’ el aumento de un 45% en los votos que cosechó en 2019. Ni con eso y sus 3 diputados más se ha evitado la dimisión de Pablo Iglesias, su líder nacional indiscutido durante 7 años. Más bien al contrario, a pesar del aumento tan espectacular de ese guarismo porcentual, el resultado final ha sido tan inane políticamente, que lejos del éxito pretendido al encabezar la candidatura al precio de su renuncia a la vicepresidencia segunda del gobierno, más bien ha propiciado su salida de la política institucional.

Novedosa y un poco cargante la fabricación mediática-tertuliana de un nuevo mito, el del ya célebre ‘sorpasso¨ (de Más Madrid al PSOE), concepto por el que tanta debilidad muestran los analistas que perciben la política con la mirada del seguidor de espectáculos deportivos de alta competición. ‘Sorpasso’ que en realidad se corresponde con la ilusión óptica del conductor que al abrirse el semáforo cree estar deslizándose hacia delante cuando el autobús que tiene al lado ha metido la marcha atrás.

Advertencia ésta que debería prevenir a la nueva líder Mónica García quien ya tenía detrás de sí dos años de más que meritoria labor parlamentaria en la Asamblea, y a quienes con ella, una vez ya conquistada la notoriedad que le faltaba, tienen por delante un futuro prometedor, tras haber llevado a cabo una inteligente y exitosa campaña electoral justamente recompensada con un buen resultado.

No deberían ceder, empero, a los los fantasiosos cantos de sirena que prometen hegemonía por vía de urgencia y extensión precipitada de su exitoso experimento madrileño. Ni tampoco es bueno que olviden que por el momento la creencia en la “competencia virtuosa” (1+1 pueden llegar a sumar más de 2) sobre la que Errejón teorizaba hace unos años, esta vez no ha ido más allá de un nuevo episodio del viejo ‘vendaval schumpeteriano’ (destrucción creativa), tal y como atestiguan los lamentables resultados del PSOE y con él del conjunto de las izquierdas madrileñas, que han visto como la brecha de separación de las derechas se agrandaba hasta 16,5 puntos porcentuales muy lejos de los 2,9 puntos de distancia de hace 2 años, en 2019.

En cualquier caso el hecho verdaderamente destacable, el de mayor calado y trascendencia política y el que mayores explicaciones reclama es esa abultada cifra de “deserciones” de votantes que no solo en la anterior ocasión, sino en varias precedentes y cercanas, lo hicieron por el partido socialista.

Los nuevos tránsfugas

De los 306 mil votos perdidos por PSOE (más de uno de cada tres de sus votantes en 2019), 182 mil, si no más, habrían ido al PP; 72 mil a Más Madrid y 52 mil a UP (o si se prefiere 124 mil para ambos en su conjunto, que a los efectos del análisis pretendido resulta más bien indiferente).

El PP por esas transferencias (las de Ciudadanos y el PSOE más las de antiguos votantes de partidos menores) habría recibido 703 mil votos de los 900 mil que ha ganado respecto a sus votantes de 2019. Algo más si se consideran las pérdidas de VOX en los distritos antes indicados. Los otros casi 200 mil votos de aumento no recibidos por transferencias ( algo menos al contabilizar las provenientes de VOX) corresponderían a “nuevos votantes” movilizados (entre jóvenes y antiguos abstinentes), lo que significaría que en este grupo habría obtenido un apoyo del 52% (sobre los 387 mil votos de diferencia respecto a 2019, resultado del aumento de participación en 8,2 puntos porcentuales). Es decir una proporción muy superior al 45% obtenido sobre el total de votos válidos emitidos.

El grafo (“matriz”) que se acompaña recoge los resultados de un ejercicio de simulación dirigido a conocer el origen de los votos obtenidos por cada partido y el destino de los  perdidos por unos y ganados por otros. Naturalmente las cifras son meramente indicativas sin que por tanto el detalle o la precisión tengan importancia alguna. Se trata eso sí de una aproximación en orden de magnitud que sin embargo ha sido sometida a las correspondientes comprobaciones de verosimilitud política y de coherencia interna.

4_M_MATRIZ_SALDOS

Así pues si por ejemplo se adoptara una hipótesis alternativa frente al origen y cuantía de los votos que el PP ha obtenido como transferencia de los votos perdidos por otros partidos- singularmente por el PSOE- manejando como hipótesis una cifra menor, entonces el % real obtenido entre los nuevos votantes” sería mayor aún que el reflejado en la “matriz”, que de por sí resulta muy elevado (un 52 % bastante superior a la la media del 45% obtenida por ese partido, lo cual se sitúa fuera de los márgenes de verosimilitud política). Y a la inversa , en caso de considerar que dicho porcentaje  en  tres los “nuevos votantes” fuese menor ( más próximo a la indicada media ) entonces el PP tendría que haber “absorbido” una cifra  aún mayor, tanto por esos votos de VOX antes indicados, como de antiguo “voto socialista” ; y en consecuencia, +Madrid y/o UP habrían obtenido menos.

De otro modo, si supusiéramos que en Más Madrid  son más los votos del PSOE atraídos que los anteriormente indicados en nuestra hipótesis, eso significaría que de los “nuevos votantes”, los que lo habrían hecho por aquella lista (+Madrid) representarían entonces una menor proporción que la conseguida en conjunto por esa misma formación, lo cual no resultaría muy consistente con el tipo de campaña realizada y con la participación inducida por ella.

La recomposición operada en el bloque izquierdo, tal y como revelan los resultados es de gran envergadura y hondo significado político. Frente a quienes auguran un “retorno natural” al bipartidismo con desaparición de la izquierda surgida de la quiebra de aquél, en  modo análogo a lo sucedido con Ciudadanos ( y su experimento predecesor UP y D), las cifras oponen una fuerte resistencia: por primera vez desde 2015, cima del nuevo actor político en la izquierda, la suma de las dos alas (Más Madrid y UP) supera con holgura (en proporción 60-40) , al partido hegemónico de este bloque (el PSOE).

De igual forma que en la otra dimensión - las relaciones entre izquierda y derecha- el balance desfavorable para la primera vuelve a situarse a los niveles de 2011, cuando el PP se hizo con el relevo de un poder ostentado por el PSOE durante dos legislaturas.

El pasaje que al embarcar en Murcia creyó estar viajando al “centro” (político)- esa arcadia española tan disputada como inexistente-, terminó su viaje en el extremo derecho, engullido por ese PP fiel custodio de las esencias del “movimiento nacional”.

El PSOE- con sus tendencias y baronías-, de ser condición sine qua non para la formación y consolidación de una mayoría política de izquierdas en el Reino de España, vuelve a ser el principal obstáculo para que aquélla se haga realidad.


(1) Los  663 mil votos que  les separaron entonces se han quedado ahora en 594 mil. (2) https://es.wikipedia.org/wiki/Sistema_institucional_de_protecci%C3%B3n

4-M: Origen y destino de los votos (II)