miércoles. 08.05.2024
 

Ahora que el PP arde en llamas y, como acabo de leer en un artículo de Ignacio Escolar en El Diario “Isabel Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez incendiaron con gasolina el Partido Popular para así esconder, en esa gigantesca humareda, la verdadera noticia, la que temían y querían ocultar: incendio en el PP provocado para que el humo tape la corrupción”, ahora que de nuevo el pecado es evidente (y  como siempre negado) en un partido que cuenta con la cándida complicidad de millones de votantes que, con buena intención, no lo dudo, depositan cada cuatro años su confianza en los herederos de Alianza Popular, unas veces alentados por su conservadurismo, otras por la aversión a una izquierda que aún contemplan con rabo y cuernos, o bien por aferrarse a un estatus de aburguesamiento que, en realidad, no es más que un espejismo alentado por el populismo falaz con que los líderes liberales los engañan haciéndoles creer que pertenecen a una clase media privilegiada (cuando inexplicablemente muchos son obreros en paro), justo ahora tal vez sea el momento propicio para que, de una vez por todas, la derecha decente, esa derecha democrática que sin duda existe aunque no la dejen medrar en su partido, una derecha limpia de polvo y paja y con sincero anhelo de estar a la altura de ideologías conservadoras modernas como la Unión Demócrata Cristiana de Ángela Merkel, salga del armario donde los mantienen ocultos los prebostes de su partido, arrinconados en cargos irrelevantes pero sin prescindir de ellos por su valía, prestigio y preparación, pero al mismo tiempo considerándolos peligrosos para asignarles responsabilidades operativas en las que pudieran descubrir las actividades presuntamente delictivas que con tanta frecuencia ensombrecen la honestidad del partido de la gaviota.

Permítame el lector que fantasee y piense en voz alta en lo que supondría que un grupo de políticos decentes del Partido Popular desertara de su partido, presentara su dimisión, y se agruparan en una plataforma que diera lugar a un auténtico partido de centro, una formación política con honestidad a prueba de bombas y una capacidad para dialogar con ideologías verdaderamente democráticas ubicadas a ambos lados del arco parlamentario. Pero, por favor, que nadie relacione mi utópica propuesta con aquel intento fallido, advenedizo, oportunista, ambicioso y trepador que fue Ciudadanos.

Tal vez sea hora de que un auténtico centro se desmarque de quienes se autoconsideran demócratas, mientras, incoherentemente negocian y hasta gobiernan en coalición con el filofascismo.

Con este breve artículo que ahora escribo, solo pretendo instaurar una complicidad con el lector (se lo estoy dictando a mi iPhone, sentado en la terraza de una cafetería mientras desayuno) y plantear el posible beneficio (o no, que nunca se sabe) que aportaría al espectro político español la pequeña—aunque necesariamente suficiente— presencia de un partido de centro que contara en sus filas con unos diputados de decencia incuestionable, a ser posible sin carnet en un alto porcentaje de ellos, y con una reputación reconocida tanto por su calidad humana como intelectual y profesional. Los imagino como un grupo de moderadores que hicieran de contrapeso parlamentario para decantar la balanza en aquellas decisiones trascendentales que interesaran a los derechos humanos más básicos y a la libertad para disfrutarlos por parte de la ciudadanía sin que ninguna ideología extremista, anclada en rancias nostalgias o extremismos de cualquier color, les pusiera cortapisas.

Hoy por hoy, me preocupa que un partido que proclama ser íntegro y decente como se consideran los líderes populares, esté al albur de una extrema derecha a la que, al contrario de lo que sucede otros países de nuestro entorno, blanquean sin pudor al depender de su apoyo para poder gobernar.

Tal vez sea hora de que un auténtico centro se desmarque de quienes se autoconsideran demócratas, mientras, incoherentemente negocian y hasta gobiernan en coalición con el filofascismo.

Para evitar el peligro que supondría para nuestro marco de libertades que el PP gobernara España con un vicepresidente llamado Santiago Abascal y con una cuota de ministros impuestos por VOX, tal vez fuera bueno que alguien diera el paso de fundar un centro íntegro, ético y sin ansias de desandar los avances logrados en derechos humanos durante los últimos años. Al menos para mí, sería muy bienvenido.

Echo de menos un partido decente de centro