viernes. 19.04.2024
Fuerte de Aranguren | Ceuta.Proyectado en 1865, por el Comandante de Ingenieros Mendicuti, siendo denominado así por el capitàn de ingenieros Fernando Aranguren, fallecido en la batalla de Tetuán.Imagen Carlos Corzo CC BY-SA 3.0, Wikipedia

La crisis de Ceuta puede provocar reflexiones de muchos tipos y en este artículo vamos a tratar de presentar algunas primeras ideas. En primer lugar, una de las ideas que pueden aparecer con más fuerza es la de fragilidad geoestratégica de las democracias frente a los regímenes autoritarios.

Ante una supuesta ofensa de España por acoger a Brahim Ghali, Presidente de la República Árabe Saharaui Democrática y Secretario General del Frente Polisario (sobre lo que luego hablaremos), el Gobierno de un país democrático (como lo son casi todos los Estados miembros de la Unión Europea) habría utilizado los instrumentos diplomáticos usuales para mostrar su malestar. Eso desde el punto de vista del procedimiento. Y, desde el punto de vista de la causa de la protesta, sólo habría protestado si efectivamente existía un acto inamistoso expreso y público.

Pero Marruecos no puede considerarse un régimen democrático desde una doble perspectiva. Por un lado, el principio de separación de poderes tiene escasa fuerza, pues es dudoso que el Poder Judicial sea totalmente independiente, es seguro que el Parlamento no cumple el papel de órgano de dirección de la vida política y el poder efectivo en el país corresponde al Monarca, que emplea dos brazos, el Gobierno formal y el Majzen, expresión que designa al conglomerado de poder directo del Rey y que agrupa a ciertos Ministros, a ciertos partidos (especialmente la Reagrupación Nacional de Independientes, que es el partido que emana de la Corte) y al poder económico, que controla directamente el Rey (véase F. Peregil: “El próspero imperio empresarial de Mohamed VI”, El País. Negocios, 6 de mayo de 2021).

En este sentido, Marruecos quizá no sea una dictadura como pueden ser otros países africanos, pero tampoco es una democracia plena, pues los partidos actúan con libertad sólo en la medida en que complacen al Rey (los Partidos Socialista y Comunista han actuado libremente cuando han demostrado fidelidad al Rey, pero unas décadas antes el socialista Ben Barka fue secuestrado en París por orden de Hassan II y asesinado). Y el régimen de libertades es muy precario, especialmente para lo que puede suponer una crítica al Rey y a su entorno.

En segundo lugar, Marruecos no alcanza los estándares de una democracia plena, porque si la estructura política infeudada al Rey no proporciona estabilidad, mucha menos estabilidad proporciona aún la estructura económica, pues se ha creado una economía de dos niveles (o de dos velocidades) donde un cierto desarrollo coexiste con una gran miseria al norte del país, en la zona antigua del Protectorado español que parece olvidado por Rabat. Esa es la carne de cañón que Marruecos ha utilizado parta castigar a España.

Con estos antecedentes, la crisis que ha sufrido Ceuta es propia de la concurrencia de un Estrado democrático (España) y otro que no lo es (Marruecos). Por no ser un Estado democrático, Marruecos ha podido lanzar a la aventura a varios miles de personas (marroquíes y subsaharianos) con el fin de invadir pacíficamente Ceuta. Una democracia nunca lo hubiera hecho, pero regímenes como Marruecos ponen en peligro la vida de miles personas y las envían a una aventura que no se sabe cómo acabará.

A su vez, ante esa agresión (agresión es a pesar de que no se utilicen Fuerzas Armadas) un Estado democrático, que se funda en el respeto de los derechos humanos, no puede actuar con medios eficaces para repeler la invasión sino que ha de poner por delante el respeto a los invasores. En conclusión, como ya se vio en los años anteriores a 1939, las dictaduras y los regímenes con fuertes componentes autoritarios tienen mucha más facilidad que las democracias para practicar una política exterior agresiva.

Esta primera reflexión ha de ir acompañada de otra. Parece necesario, que tanto España como la Unión Europea estudien una respuesta diplomática muy firme para hacer frente a un país que se sintió fortalecido por el reconocimiento del Sahara como territorio integrante de Marruecos, que realizó Trump poco antes de su cese. Fue una operación desestabilizadora de la convivencia intercontinental, porque sirvió a Marruecos para emprender una operación de gran agresividad que le ha llevado, por ejemplo, a una crisis diplomática seria con Alemania, que no ha querido prestarse a un reconocimiento similar al que hizo Trump. Alguna advertencia política o económica será necesaria frente a un país que en medio de la agresión se permite llamar a consultas a su Embajadora en Madrid (como hizo antes con  la de Berlín) porque están en juego tres cuestiones:

  • La autonomía del Gobierno en su política humanitaria.
  • La seguridad de la frontera meridional de la Unión Europea.
  • La integridad territorial de España y las amenazas hacia dos ciudades españolas.

Esa firmeza, por otras parte, es tanto más necesaria cuanto que Estados Unidos no parece haber cambiado la línea política de Trump, pues en medio de la invasión se supo (y así lo contó la Cadena SER) que el Secretario de Estado estadounidense había hablado con el Ministro marroquí de Asuntos Exteriores y, tras hablar de la crisis de la Zona de Gaza, mostró su apoyo a Marruecos ¡el día que Marruecos mandaba miles de personas a entrar ilegalmente en Ceuta! ¿Es que Estados Unidos ha olvidado sus buques en Rota?

La  tercera y última reflexión es, una vez más, constatar la deslealtad de la una parte importante de la oposición y de algún medio de comunicación. Empecemos por el segundo. ¿Es una casualidad que El Mundo del 10 de mayo publicara una entrevista a Aziz Akhnouch, Ministro marroquí de Agricultura y Presidente del partido de la Corte, la Reagrupación Nacional de Independientes, donde exigía al Gobierno española una rectificación en el caso de Ghali y amenazaba con “una revisión de las opciones estratégicas”. ¿Nadie ha caído en la cuenta de que El Mundo se ha prestado a una operación contra España?

Y puestos a operaciones contra España, ¿dónde está el apoyo que el PSOE prestó al Gobierno de Aznar en la invasión del islote de Perejil? Sabíamos que el Partido Popular, como los independentistas catalanes, perjudica a España en Bruselas, pero ahora está tratando de crear problemas a propósito de Ceuta.

La crisis de Ceuta y la fragilidad geoestratégica de las democracias