viernes. 19.04.2024
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Ya se han celebrado las elecciones catalanas y han dibujado el nuevo mapa político. Ahora toca traducir los votos emitidos el pasado domingo, 14 de febrero, en un gobierno y un programa de acción con sus prioridades. Digamos que ha llegado la hora de decidir si se reincide y repite la dinámica que hemos vivido durante la última década, o se atiende al emplazamiento que nos hizo llegar, dos días antes de la cita electoral, Antón Costas desde su artículo en El Periódico titulado: ¡Catalanes, a las cosas, a las cosas!

El profesor Costas, después de recordarnos la realidad vivida en los últimos años en Catalunya, empezando por el aumento de la desigualdad y los niveles de pobreza, la falta de oportunidades de los jóvenes, el retroceso del dinamismo empresarial. Y, sobre todo, la desaparición de la administración catalana en los problemas de la industria y el empleo, obsesionada, en simbolismos y esencias no terrenales.

A las cosas, a las cosas” es el cartel que hoy debería estar colgado en las paredes de todos y cada uno de los despachos de la administración catalana. Un objetivo que debería ser el eje del programa y prioridades a la hora de formar el nuevo gobierno catalán. Por la dimensión de los retos presentes el nuevo Gobierno debería ser más fuerte que nunca y para ello ser capaz de sumar los máximos esfuerzos para afrontar las urgencias que esperan respuesta. Prioridades que, por cierto, han estado casi ausentes en la mayoría de las propuestas de las candidaturas en la última campaña electoral.

Pero la cruda realidad que parece que nos espera en Catalunya es todo lo contrario a la necesaria respuesta a tales urgencias y prioridades. Así se deduce de las reiteradas y disparatadas declaraciones de Oriol Junqueras cuando califica al Partido Socialista de Catalunya como el partido político más antagónico a ERC de entre los que se sientan en el Parlament de Catalunya. Así lo reafirma Pere Aragonés cuando insiste en que el eje de su proyecto de gobierno gira en torno al referéndum, al soberanismo y más de lo mismo, como si no hubieran transcurrido meses y años de procés, de su rotundo fracaso. Como si en Catalunya no estuviéramos padeciendo una grave crisis sanitaria, económica y social.

En la otra cara de la moneda están nuestros vecinos italianos. Sí parece que en Italia han entendido que es la hora de “ir a las cosas, a las cosas”. Que han entendido que es el momento de remar juntos todos los partidos políticos del abanico parlamentario, salvo el postfascista Fratelli. Juntos partidos políticos profundamente antagónicos por ideología, programa y modelo de sociedad, pero que, todos ellos, han decidido remar al compas para salir del temporal. Han decidido sumar esfuerzos como única garantía para asegurar con el Plan Next Generation la mejor gestión de los 209.000 millones de euros destinados a ese país de los Fondos Europeos. 

Italia se ha puesto de acuerdo en un gobierno cuyo objetivo principal es hoy poner en marcha un nuevo programa a corto plazo centrado en las urgentes necesidades que tiene el país y garantizar un Plan de Recuperación que afronte las consecuencias económicas y sanitarias de la pandemia, que permita que Italia se centre en los próximos años en la mejor utilizacion de los recursos de la Unión Europea. Lo ha dicho Mario Draghi, el nuevo presidente del gobierno italiano: “El Plan de Recuperación es un proyecto que requiere visión, competencia, experiencia, autoridad y conocimiento, ya que a su éxito o fracaso está vinculado no solo nuestro futuro sino el futuro de nuestros hijos”.

Urgencias y prioridades que han provocado que todas las organizaciones de Italia, patronales, ecologistas, gobiernos de las diversas regiones y organizaciones sindicales, hayan cogido también sus remos para participar en el esfuerzo colectivo. Así lo subraya el Secretario General de la CGIL, Mauricio Landini, afirmando “ constituye una novedad que los interlocutores sociales se impliquen en el establecimiento de un nuevo gobierno. No había sucedido en mucho tiempo, si es que alguna vez sucedió en el pasado. Todos subrayamos la importancia de este hecho y la responsabilidad que conlleva que el entendimiento deba continuar”.

Pero no, aquí no, aquí no hemos aprendido nada de nuestro pasado, ni del ejemplo de nuestros vecinos Italianos. Aquí no. Nosotros seguiremos, parece, con nuestras políticas imaginarias, en mundos imaginarios, ya que las cosas de comer son demasiado aburridas. Por algo somos el país del Salvador Dalí, el genio del surrealismo.

Catalunya: ¿no aprenderemos nada de Italia?