jueves. 28.03.2024
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Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en La Moncloa. (Imagen de archivo)

En la cruenta cacería política que estamos presenciando desde hace dos años con escarceos menores, la dimisión y desaparición institucional de Pablo Iglesias es, con todos los respetos a su personalidad y persona, pieza cobrada de caza menor o entrenamiento de tiro a perdiz o al plato. La caza mayor de verdad empieza ahora, desarbolado un flanco y reorganizada bien la batida con bandera y música de pínfano mediática. Con la bandería de libertad para todo. Pero libertad principalmente para el uso de la mentira descarada y con vulneración absoluta de los principios constitucionales y democráticos básicos y de la más elemental ética política, se va a lanzar la ofensiva con toda la pos verdad disponible a nivel de doctorando que es enorme. La partida cinegética de la Moncloa comienza pues a todo trapo. Y ahí nos vamos a ver porque ahí estamos.

Desde el “váyase Sr. González”, que  era la forma de encubrir la crispación y el odio en un tal “Señor X”, (cuya “cal viva”, por cierto, se nos recordaba hace no tanto por Pablo Iglesias o Gabriel Rufián en sede parlamentaria), hasta  las campañas despiadadas contra  Rodríguez Zapatero, la crispación extrema ha sido el santo y seña de las operaciones de desalojo de los gobiernos socialistas. Siempre. Si alguien piensa que la animadversión al presidente Sánchez es el resultado de la crítica a sus malos acompañantes en la coalición de gobierno PSOE-PODEMOS y sus apoyos parlamentarios; o que la extemporánea, inexplicable y errónea salida del Ex Vicepresidente Iglesias del gobierno resuelven el conflicto produciéndose el aparcamiento de la gran montería programada, es que está muy alejado de la realidad de lo acontecido hasta ahora y menos aún de lo que está por venir.

Pero en un país que ha alcanzado el record “Guiness” de expertos en virología, por la cantidad de ellos y por periodo de formación no superior al año, vamos camino de superar otra de las marcas que nos caracterizan como grandes opinadores a nivel de medallero mundial. Esta vez toca el campeonato de analistas políticos y de oportunismos en tiempos de derrota. De manera que ya estamos entonando la cantinela de que ¨Madrid es de derechas”; o en responsabilizar a la hostelería del desaguisado; o a la personalidad de un candidato socialista más amigo de la concordia que de la crispación, como unas de las justificaciones principales de todos los errores cometidos y presumiblemente por cometer. La falsa conclusión es que ya que no nos enfrentamos a la gestión certera o equivocada de la política, sino a una divina e ideológica  maldición u otras interpretaciones psicológicas de bolsillo. Y a los ya mediáticamente invisibles 1.615.076 votos de izquierdas solo les espera el limbo o un purgatorio más liviano pero no menos injusto.

Dentro de diez años se valorarán a algunos personajes de la historia de España como se debe, dicen los exégetas de un caso conocido. Tampoco hace falta tanto tiempo para tan, momentáneamente, cortas carreras, tan efímeras como las estrellas fugaces y tan erráticas como ellas. Tras las batallas se deben recontar muertos y heridos, daños materiales y colaterales. Todo ello es imprescindible para poder reagrupar esfuerzos y voluntades; logística y afán de superación de la derrota; análisis de los fallos y nuevas estrategias; comportamientos de la tropa y de los mandos, porque a los electores no se les puede sustituir pero a los generales sí. Y no porque voluntariamente se vayan sino porque inevitablemente deben irse sin apenas honor y mucho menos gloria, cuando gravemente se equivocan.

Por todo ello, si toda la pólvora para afrontarla que disponga la izquierda es la contemplada en las autonómicas fake de Madrid; y todo los que conforta a alguna de sus tribus es quién quedó mejor situado en el bando de la derrota; o que héroe del silencio –temporal- habrá que valorar dentro de una década; que preparen las maletas. Porque hay que tener mucho cuajo para pronosticar quince o veinte años de permanencia de un gobierno de izquierda en España gracias a los desvelos y presencia de una formación, cuyo liderazgo se abandona solo unos días más tarde, sin más consecuencias.

A ver si de una vez por todas se aprende la lección histórica de que cuando el PSOE pierde la izquierda no gobierna jamás y que las estrategias de sorpasso riman siempre con fracaso

A ver si de una vez por todas se aprende la lección histórica de que cuando el PSOE pierde la izquierda no gobierna jamás y que las estrategias de sorpasso riman siempre con fracaso. Pero también hay otra derrota segura para los que creen que el PSOE gana con exhibición de la camiseta, presos de la nostalgia del síndrome del 82, o con besarse el escudo, o con cambios cosméticos en listas electorales y con representaciones meramente icónicas de tipo generacional o de género. El partido que sostiene mayoritariamente al gobierno y hegemoniza institucionalmente  a la izquierda en todos los territorios del estado, tiene actualmente un déficit notable de inserción y organicidad en sus sectores tradicionales de voto urbano. Tanto generacionalmente como desde la perspectiva de su relación con la sociedad civil. Y si no se acomete y pronto esto se es pieza a cobrar sin apenas resistencia.

Creer que se puede competir con una derecha enormemente vertebrada en múltiples sectores religiosos, económicos, sociales, mediáticos y empresariales con meras operaciones de marketing político, sin relato propio ni proyección social vertebrada, es desastroso a corto plazo y suicida a la media distancia. Hace falta algo más que slogans oportunos: se llaman estrategias políticas y sociales de alcance. Y a los enormes caladeros de voto emigrante abstencionista en muchos barrios de renta baja no se les seduce ni se llega por apellidos de origen sino con acción social en profundidad. Y ojo a la ultraderecha en ese campo. Gentes competentes en la comunicación institucional pueden y deben hacer su trabajo profesional,  pero hay un partido entero que tiene que hacer otro. Y es urgente afrontarlo. Será una receta clásica, pues que me digan cuanto de eficacia social está aportando la moderna.

Por último el electorado moderado de izquierda, se supone que circunstancialmente perdido, no atiende ya a señuelos simplistas. Ni a las crisis identitarias de la izquierda y menos a sus pugnas internas. Porque la capacidad de la izquierda de mirarse el ombligo, que ya empieza a ser proverbial, es su peor enemigo. También la obsolescencia de su supuesta supremacía moral que le hace no presentar batalla en la lucha ideológica (que la derecha llama cultural y ha colado). De manera que si no se superan todas estas obviedades, empíricamente comprobadas; si no se confronta la pos verdad de la derecha con políticas y propuestas políticamente veraces; si se siguen aceptando retos de competiciones de “influencers” sin mas programa que una frase de marketing; si, en suma, no se intensifica una pedagogía que consolide un relato de las acciones de gobierno concretas, moderadas o reconocibles, con un liderazgo coherente, social y humanamente creíble, la partida de caza mayor de la Moncloa estará perdida de remate. Aún se está a tiempo de corregir rumbo. Pero un poquito de por favor. A quienes corresponda.

La cacería de la Moncloa y otras monterías menores