jueves. 02.05.2024
barco brivon

Que nadie sea mal pensado. El título no es un epíteto. Se refiere a una embarcación real, por partida doble, al existir en la realidad y tener como propietario a un rey jubilado. ¿Por qué conviene aclararlo? Ante cualquier anfibología predomina uno u otro sentido en función del contexto pragmático y aquí es donde residiría el problema. ¿Cuál es la razón de que pueda haber lugar a malentendidos?

No estamos hablando de un particular que se desplaza para ver a su familia tras una estancia el extranjero. Eso lo prueba un impresionante despliegue de seguridad pagado por los contribuyentes que cumplen con sus responsabilidades fiscales, cosa que algunos esquivan manteniendo en secreto su patrimonio. Este podría haberse amasado gracias al cargo desempeñado durante cuatro décadas y, de ser así, tendría una especial alevosidad.

Con todo, si alguna irregularidad saliese a la luz, casi sería peor, porque haríamos inventario de unos delitos impunes por una incomprensible inmunidad absoluta mientras desempeñaba sus funciones como Jefe del Estado. Pongámonos en su lugar. ¿Resistiríamos la tentación de amasar una fortuna sabiéndonos que nunca se nos encausaría por nada? Es mucho más tranquilo ser un ciudadano corriente obligado a rendir cuentas ante la ley. La inmunidad no promueve precisamente la contención.

El caso es que ha venido para navegar con sus amigos y buscando el aplauso de los lugareños con una cobertura informática que impide no reparar en su presencia entre nosotros. Eso tendría mucho sentido si le interesara propiciar un referéndum para optar entre monarquismo constitucional o revertir nuestra constitución al modelo republicano que derrocó una sublevación militar apoyada por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. Pero no es verosímil que pretenda dejar sin empleo a su benjamín y a la designada como sucesora del mismo.

Comoquiera que sea, en su defensa se deslizan argumentos realmente pintorescos. Durante sus viajes representado a España el Emérito habría recaudado unos 62.000 millones de euros y no consta que apartara una pequeña comisión de tan ingente suma, que por otra parte tampoco está muy claro en qué fuentes documentales descansa. ¿De donde salieron los 65 millones donados o prestados a una de sus amantes que ahora le procesa en Londres? Misterio sin resolver. Se da por sentado que lo tenía. ¿Habrá por ahí otros depósitos confiados a sus amistades? Nadie lo sabe por ahora.

Dejemos a un lado las especulaciones y váyanos a los datos objetivos. ¿Qué hizo Juan Carlos de Borbón para ser Juan Carlos I y figurar en la Constitución de 1978? Ser nieto de rey, aunque la línea sucesoria no lo auguraba. Su padre quedó vetado por un Dictador que designó al hijo como su heredero político para blanquear su régimen y consentir que la monarquía se restaurase sólo después de su muerte. Uno siempre puede negarse a recibir ciertas encomiendas.

Pongamos que, consciente de su papel histórico, decidió asumir el encargo de Franco para restaurar la democracia y promover una complicada transición política. No respaldar una nueva sublevación militar para imponer un gobierno de concentración merecería una gratitud eterna. Pero hubo muchos otros protagonistas de aquella fatídica jornada del 23 F y de la Transición que también surgieron allí. Se nos dice que enunció a sus poderes omnímodos para devolver al pueblo su soberanía. ¿Qué hubiera pasado de no haberlo hecho así? Bajo esta hipótesis la imaginación puede transitar por vericuetos muy extraños.

Son muchas las reflexiones que su viaje nos inspira. Resulta entrañable ver a un venerable anciano navegar en su Bribón y con ganas de ver a sus allegados. Pero es un flaco favor para una Casa Real que intenta dar otra imagen, una vez vez roto el pacto de silencio que hubo durante mucho tiempo sobre la familia. Los conciudadanos de emérito merecerían obtener explicaciones más concretas y no una nueva disculpa genérica por los acontecimientos del pasado. Cierto tren de vida no parece poder mantenerse con los honorarios percibidos aunque se pudieran ahorrar en su totalidad.

Un periódico norteamericano le atribuye una fortuna de unos 2.500 millones de euros. A buen seguro esa cifra no será fidedigna, pero en cualquier caso cabe preguntarse a qué manos llegarían una vez fallecido su legítimo propietario. Con “legítimo propietario” sólo se obvian los posibles testaferros homologables al caso que litiga Corina zu Seyn-Witthenstein (alias Laursen) en los tribunales británicos. El mismo lugar que amargó el último recodo vital de Pinochet.

El Bribón del Emérito