domingo. 28.04.2024
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En 2024 tocaba hacer elecciones autonómicas en Galicia. Las elecciones se anunciaban inciertas por tres motivos. Primero, porque el PP tenía que cambiar de candidato. En 2020, el PP obtuvo un resultado excelente tras una campaña centrada en Feijóo y casi ocultando la sigla PP. Rueda como candidato era una incógnita y no parecía tan solvente como Feijoo.

Segundo porque, podía suceder que Vox subiera (como ya había pasado en otras CC AA) y pusiera en peligro la mayoría absoluta.

Tercero porque algo así podría hacer también Democracia Orensana.

A priori, la mayoría absoluta no estaba garantizada ni mucho menos y si se perdía la mayoría absoluta en Galicia, el golpe para Feijóo podría ser fatal. Para enfrentar el peligro, los líderes del PP escogieron cuidadosamente el momento que les podría resultar más ventajoso y concluyeron que convenía hacer las elecciones en medio de la tramitación de la ley de amnistía, pensando que la amnistía pasaría factura al PSOE con la ley en trámite y con Junts haciendo todo lo posible por erosionar al PSOE.

Se debate si había posibilidad de cambio de gobierno en Galicia o si esto era pura ilusión. Creo que la posibilidad existía por dos motivos. Primero porque, como se ha dicho antes, la mayoría absoluta no parecía garantizada. Segundo porque la última vez que se votó en Galicia (generales de 2023, hace unos pocos meses) la suma del PSOE, Sumar y BNG arrojaba un 51%. Se sabe que se vota distinto en autonómicas y generales. Pero en todo caso, la posibilidad de un gobierno tripartito existía.

Galicia no ha votado contra la amnistía, como demuestra el ascenso del BNG, un partido favorable a la misma

En estas circunstancias, aún perdiendo dos escaños, la mayoría absoluta del PP es un gran éxito para este partido. Ciertamente, Feijóo consolida su liderazgo. En clave nacional, me parece que Galicia no ha votado contra la amnistía, como demuestra el ascenso del BNG, un partido favorable a la amnistía. Pero la desaforada campaña contra la amnistía ha sido el instrumento con que el PP ha logrado movilizar a su parroquia y ha achicado el espacio de Vox. Esa movilización puede dar cuenta del aumento de la participación y también explica que Rueda haya tenido más votos de los tuvo Feijóo hace cuatro años.

Muy importante es también que esta victoria vaya acompañada del estancamiento de Vox, que, además, cosecha la mitad de votos que tuvo en las generales y fracasa en su intención de entrar en el Parlamento Gallego. Hasta aquí llega el éxito. El resultado de Galicia no es un plebiscito contra Sánchez. Ni tampoco es un predictor del resultado de las europeas.

Las tres formaciones que conforman la izquierda no nacionalista cosechan un resultado muy negativo. En primer lugar, Podemos ya aparece en Galicia como una fuerza irrelevante. El tránsito del 12,79% que Podemos–EU cosechó en las generales de 2019 al 0,26% de hoy ha sido relativamente rápido. Es muy probable que una buena parte de aquellos electores hayan votado hoy al BNG. A eso, sin duda, ha contribuido Pablo Iglesias cuyo objetivo parece ser destruir Sumar.

En segundo lugar por su gravedad, hay que poner el fracaso de Sumar. Un fracaso grave porque pone en cuestión su existencia misma. A estas alturas no sabemos qué es Sumar, aparte de la plataforma de apoyo a Yolanda Díaz en las generales. Si en Galicia se ha ensayado la creación de un partido político nuevo, ha sido un intento fallido.

La máquina más compleja que ha creado el ser humano es el LHC de Ginebra. En mi opinión, lo segundo en complejidad es crear un partido político. Sumar hoy no es un partido político. Tampoco una coalición. Es una plataforma ad hoc, que está en trance de decidir qué va a ser de mayor. Pero lo que pone de relieve Galicia es que hoy Sumar carece de una base territorial sólida. En todo caso, Galicia demuestra que la principal debilidad del gobierno de coalición viene por el lado de Sumar.

El PP sigue siendo el gobierno pero la alternativa es, a partir de hoy, el nacionalismo gallego

En tercer lugar el PSOE cosecha un pésimo resultado electoral. Y, lo que es más importante, deja de ser alternativa de gobierno en Galicia. Durante 40 años, la dinámica política gallega (el “régimen gallego”) ha consistido, salvo un breve período de tiempo, en un gobierno del PP y una alternativa de gobierno del PSOE. Este “régimen” ha cambiado. El PP sigue siendo el gobierno pero la alternativa es, a partir de hoy, el nacionalismo gallego. Por eso Pontón dice que ya se ha producido el cambio en Galicia. Y tanto. 

Seguramente el PSOE tendrá que debatir mucho sobre las causas de este resultado. Yo solo quiero aportar dos modestas opiniones, seguramente poco profundas.

Desde que en 1981 el PCE concurrió a las primeras elecciones andaluzas bajo el lema de “juntos podemos” (que tiempos) aprendí que aceptar de entrada el marco de que otro va a ser el cabeza de gobierno y tu aspiras a ser el complemento para ese cambio te lleva a perder votos en favor del hipotético socio mayoritario. Es decir, si resulta que votar a Besteiro sirve para hacer presidenta a Pontón, algunos electores socialistas pensarán que casi mejor votar a Pontón. Algo así le pasó a Sumar en relación al PSOE en las generales.  Así es que cuanto más expectativa de cambio crees en la campaña más votos se van al BNG. El éxito de Pontón radica en haber logrado crear ese marco (con la inestimable ayuda del PP) y el fracaso de Besteiro es no haber sido capaz de romperlo.

Después de varias décadas de militancia en el PSOE madrileño he llegado a la conclusión de que una de las razones por las que el PSOE de Madrid va de mal en peor es porque cada cuatro años cambia de candidato. Tanto en la CC AA como en el Ayuntamiento de Madrid. Siempre buscando un mirlo blanco que arregle los problemas. Un mirlo que, después de fracasar, levanta el vuelo y todo vuelve a empezar. De ese modo se impide que desde la propia organización surja un candidato que, picando piedra y formando equipo, sea capaz de ganar algún día. En el caso de Madrid la brutal rotación de candidatos tiene una explicación perversa. Cualquier líder nacional hará lo que esté en su mano para que surja en Madrid un líder regional fuerte porque, se quiera o no, ese líder será un peligro objetivo para su puesto. Quien no vea claro ese teorema que se fije en el PP de hoy.

Otra de las razones del declive del PSOE en Madrid es que el partido en sí está hecho trizas después de un par de décadas de guerras civiles.

Tengo para mí que la derrota del PSOE en Galicia tiene mucho de clave regional y poco de nacional

En Galicia ha habido una rotación igual de rápida sin un motivo aparente, salvo las consabidas luchas internas por el poder. Poner fin a esas guerras y estabilizar un candidato puede marcar el camino de la recuperación.

Sé muy bien que esas opiniones son insuficientes y bastante pobres. Esperemos a que la militancia gallega del PSOE analice lo sucedido y nos ilustre al respecto. Porque tengo para mí que la derrota de Galicia tiene mucho de clave regional y poco nacional. 

Hasta aquí he señalado la derrota de la izquierda sin contar con el BNG, el gran vencedor de estas elecciones ya que, como queda dicho, han logrado un cambio de régimen. Las ganancias del BNG significan un ascenso del nacionalismo periférico, pero no de la izquierda en sí. Es evidente que en estos tiempos de surgimiento de un nacionalismo español brutal (Vox) o un poco menos brutal (PP) los nacionalismos periféricos tienden a ser aliados necesarios de la izquierda. Pero no podemos incluir sin más a los nacionalismos en la izquierda aunque ellos mismos se definan así. Al final, puestos a elegir, antes nacionalistas que de izquierdas. Es decir, las izquierdas han sufrido una grave derrota con el escaso consuelo de que uno de sus posibles aliados haya salido más fuerte.

El resumen es que las elecciones gallegas cambiarán pocas cosas en la política nacional.

Sobre las elecciones de Galicia