jueves. 02.05.2024
putin 1

Mariupol, otro nombre que la humanidad no podrá olvidar
para vergüenza propia de nuestra historia.
Un ejemplo de la maldad que puede anidar en un ser humano”.


Aunque interpretable, a modo de recuerdo histórico, en la biblia se atribuía a los nombres una importancia reveladora. El pueblo judío consideraba que existía una relación directa entre el nombre y la persona; el nombre del personaje influía de alguna manera en su modo de ser y en el destino que le tenía asignado la historia. Atribuyéndome un derecho que no tengo, pero interpretando la influencia que la esencia y el destino que la biblia daba al nombre, con consciente intencionalidad, titulo estas reflexiones: “Adolf Putin”, convencido de que tal unión la comparte gran parte de la sociedad. Hoy, la mayoría de los que nos sentimos consternados y cercanos a la población ucraniana, nos vemos sumidos en una regresión de la historia. Sean cuales sean las causas que “Adolf Putin” quiera alegar para justificar esta cruel invasión a Ucrania, ninguna podrá ser aceptada, ni ahora ni en el futuro. Putin ha entrado en las páginas más miserables de la historia y en “El Museo de la Ignominia”.

En estos últimos días que asustan a la humanidad y aterrorizan al sufriente pueblo ucraniano, los desvaríos paranoicos de “Adolf Putin” están asustando incluso a quienes hace apenas unos meses, Berlín, París, Londres o Washington, elogiaban su gestión. Es un dictador de sangre fría, insensible ante el asesinato de miles de ciudadanos ucranianos, muchos de ellos, niños, la destrucción de sus ciudades y el empobrecimiento de su propia su nación, si lo considera necesario, para permanecer en el poder. 

En los pocos más de 20 años que Putin lleva en el poder, el exespía de la KGB ha estado tratando de maquinar, echando la historia hacia atrás y resucitar la grandeza que supuso la Unión Soviética. A pesar de que los países occidentales, EEUU, la Unión Europea o la OTAN, han mordido el anzuelo de las mentiras de Putin, al no haber adivinado o al no querer reconocer, desde tiempo atrás, tal vez desde principios de 2014, que Putin ya había tomado una decisión que muy pocos esperaban pero que estaba ya en su arcana mente y ambiciosa estrategia. “Adolf Putin” es una figura solitaria que ha llevado al Ejército de Rusia a una guerra de alto riesgo que amenaza con destrozar la economía de su país. La “humillación” sufrida por Rusia por la desintegración de la URSS, tal vez ayude a explicar las ambiciones expansionistas de un Putin, añorante de un pasado imperio soviético, en el que la URSS se extendía desde el océano Pacífico hasta Europa occidental, pero que, tras el derrumbe del Telón de Acero en 1989, el vasto poderío moscovita comenzó a desmoronarse hasta su disolución en 1991, y Putin no quiere hoy olvidarse de la Rusia de aquel año.

Después de que el presidente de Ucrania en 2014, el prorruso Viktor Yanukóvich, según el Kremlin, enviara una carta a Putin solicitando una intervención para restaurar el orden en su país, pues el pueblo ucraniano estaba dividido entre quienes querían una mayor integración con Rusia y los que apoyaban una mayor alianza con la Unión Europea, derrocado Yanukóvich, Moscú decidió intervenir y Crimea se convirtió en el foco de una de las peores crisis entre Rusia y Occidente desde la Guerra Fría. Hoy de nuevo “Adolf Putin” está provocando una crisis en el orden y en la economía internacionales, al estilo de los dictadores de Europa entre 1922 y 1945. Como el “otro Adolf”, insensible a las críticas internacionales, considera la invasión de Ucrania y la guerra como una opción aceptable en política exterior con el fin de lograr sus objetivos sin importarle retroceder a la Europa del siglo XX en el que la guerra fue global.

El líder ruso está manifestando, como el otro “Adolf”, un sentimiento imperialista como argumento justificativo para sus obsesiones revanchistas

Sean cuales sean las causas que Adolf Putin alegue para la invasión de Ucrania, nada ni nadie puede excusarle. Y el peligro que encierra esta iniciada invasión y guerra es también una posible amenaza para una posible guerra mundial total. Putin, y sólo Putin y los oligarcas que le apoyan tienen toda la responsabilidad de esta guerra; al negar a Ucrania el derecho a ser un Estado independiente, el líder ruso está manifestando, como el otro “Adolf”, un sentimiento imperialista como argumento justificativo para sus obsesiones revanchistas.

George Kennan, uno de los hombres que mejor supo explicar los problemas del terrible siglo XX y más criterio tuvo a la hora de proponer fórmulas para resolverlos, en su famoso artículo “The sources of Soviet conduct” (Las fuentes del comportamiento soviético), afirmaba que “Si bien el Kremlin es básicamente flexible en su reacción a las realidades políticas, no es en modo alguno ambiguo a las consideraciones de prestigio. Como casi cualquier otro gobierno puede ser colocado por gestos sin tacto y amenazantes en una posición en la que no pueda permitirse ceder a pesar de que esto podría estar dictado por su sentido del realismo”. Llegando a decir esa célebre frase de que “Rusia no es tan fuerte como parece cuando parece fuerte, ni tan débil como parece cuando parece débil”. Esto sigue siendo válido hoy con Putin y es bueno recordárselo a EEUU, a la OTAN y a la Unión Europea, que han llegado a pensar que este cruel autócrata asesino era un enemigo menor. La actual realidad muestra lo contrario.

La reacción de Putin ha sido proclamar: “¡Nadie nos escucha, pero ahora nos vais a tener que escuchar!”, demostrando con esta guerra contra Ucrania que él tiene la voluntad de hacer respetar sus intereses geopolíticos y el rango de gran potencia de Rusia; está demostrando que no acepta ni de EEUU, ni de la OTAN ni de la Unión Europea otro trato que el de iguales, poniendo de relieve las enormes dificultades con que los países occidentales se van a encontrar para que una estrategia de presión y aislamiento de Rusia lleve a un desenlace favorable a los propios intereses de entrada de Ucrania en la OTAN.

La pretendida incorporación de Ucrania a la OTAN ha terminado por romper las relaciones este-oeste hasta iniciar esta invasión, estas muertes y la destrucción de las ciudades ucranias. Putin, en su loca autocracia, consideraba que Occidente quería facilitar esta incorporación, y está haciendo cuanto está en su desmedido poder para impedir la adhesión de Ucrania a la Alianza Atlántica. Ucrania es un Estado hecho de retales tanto territoriales como históricos y su tormentosa historia ha servido tanto para defender una posición favorable como contraria a las pretensiones rusas. Es difícil tener claros los acontecimientos que a lo largo de la historia han constituido el actual Estado ucraniano sin caer en simplificaciones maniqueas ya que, en la mente de Adolf Putin y parte del pueblo ruso domina el sentimiento de ver en Ucrania una prolongación de su propia nación. Los ciudadanos ucranianos son la principal víctima de esta guerra: la paz y la estabilidad mundial también.

En una entrevista emitida en el programa “Todo es verdad” de la Cuatro TV, a Nikolai Leónov, ex alto mando del KGB y que fue superior de Putin cuando el presidente ruso trabajaba en el Comité de Seguridad de la URSS, el ex alto mando del KGB, para entender al personaje, explica cómo llegó Putin al poder. Según Leónov, un funcionario sin cargo, un joven fracasado que acababa de perder las elecciones de San Petersburgo, en cuatro años se convierte en presidente. ¿Cómo? Recomendado para trabajar para la presidencia, con un papel secundario, ascendió a Jefe del Servicio Federal de Seguridad. Leónov cuenta dos momentos, entre otros, que facilitaron que Putin consiguiera llegar a gobernar Rusia. Acusado Yeltsin, su familia y otros altos cargos como actores principales de un escandaloso drama con ramificaciones de corrupción política, económica y sexual, el Fiscal General Yuri Skuratov, el abanderado de la lucha contra la corrupción, fue el encargado del caso. Yeltsin encarga a Putin aniquilar políticamente al fiscal al emitir en la televisión estatal un vídeo de contenido sexual, en cuya grabación, un hombre muy parecido a Skuratov está desnudo y en la cama con dos presuntas prostitutas; el escandaloso chantaje le fuerza a dimitir y parar las investigaciones de corrupción, salvando a Yeltsin de tener que dejar el poder. Otro caso: Putin sobornó, a 30.000 dólares el voto, a cualquier diputado de la Duma, la cámara baja del parlamento ruso, que favoreciera los intereses del presidente Yeltsin. Hechos como estos consiguieron que Putin fuera el hombre de confianza de Yeltsin que le eligió a dedo para dirigir y sustituirlo para gobernar Rusia. Putin llegó al poder con el conocimiento de Occidente y a hombros de los oligarcas que lo han mantenido. Desde 1999, Putin ha sido quien ha marcado las líneas de la política interior y exterior, pues los cuatro años de presidencia de Medvedev no trajeron consigo un cambio alguno sustancial.

Al igual que Adolf Hitler y su maldad sin límites, las ofensivas militares para asegurar la influencia del Kremlin y de Putin no son una táctica aislada en los 22 años que lleva al frente de Rusia. Con la invasión de Ucrania no es la primera vez que Putin defiende sus intereses en las antiguas repúblicas soviéticas desplegando ambición de poder y fuerza militar. No tiene reglas ni ética, sólo la lógica perversa del poder y la guerra. Primero fue Chechenia en 1999, luego Georgia en 2008, más tarde Crimea en 2014 y en 2022, Ucrania. ¿Cómo acabaron esas guerras y cómo puede acabar la actual?

En septiembre de 1999. Vladimir Putin, con 47 años, acababa de ser nombrado primer ministro y en unos meses asumió la presidencia del país tras la dimisión de Boris Yeltsin a fines de ese año. Su ascenso coincide con el arranque de la segunda guerra de Chechenia, recordada por su brutalidad y la consolidación de Putin como el “hombre fuerte” capaz de controlar las amenazas internas de Rusia. En febrero de 2000, “Adolf Putin” ya presidente, sus tropas reconquistan y arrasan con la capital chechena, Grozny, y en mayo se declara el control desde Moscú. Chechenia fue integrada en la Federación Rusa en 2003 y la guerra se dio por acabada en 2009. El costo y la brutalidad de la guerra llamaron la atención del mundo y varias estimaciones cifran el total de muertos en cientos de miles. La conquista le valió a Putin un incremento notable de su popularidad interna, tras fortalecer la seguridad y control de esta república estratégica en el Cáucaso Norte.

Adolf Putin, con casi una década en el poder, también impuso su mano de hierro en la corta guerra de Georgia, en 2008. Georgia emergió como estado independiente siguiendo al colapso de la URSS en 1991. Su posterior y creciente influencia económica y política alentó sus aspiraciones de unirse a la Unión Europea y a la OTAN. En una breve pero mortal guerra en agosto de 2008, Georgia fue dividida en lo que es la propia Georgia y las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, que hasta hoy siguen ocupadas por Rusia y siguen incrementando su integración con el Kremlin.

A principios de 2014, Crimea se convirtió en el foco de una de las peores crisis entre Rusia y Occidente desde la Guerra Fría, después de que el presidente de Ucrania, el prorruso Viktor Yanukóvich, fuera derrocado tras una oleada de protestas de índole europeísta. El pueblo ucraniano se dividió entre aquellos que querían una mayor integración con Rusia y los que apoyaban una mayor alianza con la Unión Europea, y Moscú decidió intervenir.

Durante gran parte de febrero de 2014, Putin estuvo enviando silenciosamente a miles de soldados adicionales a bases que Rusia tenía en Crimea. Muchos voluntarios civiles también se trasladaron a la península para concluir un plan que se llevó a cabo en secreto y con éxito. Rusia instaló puestos de control en Armyansk y Chongar, los dos principales cruces de carreteras entre Ucrania continental y la península de Crimea. El 16 de marzo organizaron un referéndum en el que se le preguntó a la población si querían que la república autónoma se uniera a Rusia. Ucrania y Occidente consideraron que el referéndum era ilegal, mientras que Rusia lo apoyó firmemente. Según funcionarios locales, el 95,5% de los votantes apoyó la anexión de Crimea a Rusia. La operación fue tan rápida, que una vez más, la popularidad de Putin se incrementó mucho entre los rusos porque no hubo derramamiento de sangre y fue vista como un golpe maestro. Si bien la crisis en Crimea se resolvió de esta forma, el conflicto entre separatistas prorrusos en la región del Donbás y el resto de Ucrania se agudizó, creando el terreno para la justificación utilizada por Putin para invadir Ucrania ocho años más tarde. Y en esas estamos en estos momentos. Tener idea sobre cómo acabará la invasión en Ucrania se antoja complicado, entre otros factores, por la resistencia generalizada del pueblo ucraniano.

Las cenizas de las ciudades ucranianas y las masacres de tantos inocentes son un recordatorio de que el mal existe, y que tiene nombre y figura humana: “Adolf Putin”

Las cenizas de las ciudades ucranianas y las masacres de tantos inocentes son un recordatorio de que el mal existe, y que tiene nombre y figura humana: “Adolf Putin”. La última imagen de la maldad la veo y leo mientras cierro estas reflexiones: la malvada y deshumanizada atrocidad de bombardear un hospital materno-infantil en la ciudad asediada de Mariupol. Demostración palpable de las atrocidades que un monstruo como “Adolf Putin” puede llegar a cometer. La situación de la ciudad es “apocalíptica”. Y el brutal bombardeo se produjo durante un alto el fuego pactado entre Kiev y Moscú, con el fin de que miles de personas atrapadas en la ciudad, en una situación crítica, pudieran salir por los corredores humanitarios. El presidente de Ucrania, Zelenski, ha responsabilizado a Putin de la atrocidad: “Hay niños, personas bajo los escombros”, ha afirmado en sus redes sociales. “¿Hasta cuándo el mundo será cómplice ignorando el terror?”, ha añadido. Zelenski ha insistido en la necesidad de que la OTAN imponga una zona de exclusión aérea en Ucrania para evitar los bombardeos aéreos rusos, advirtiendo de que la comunidad internacional será responsable de una “catástrofe humanitaria” masiva si no lo hace. “Rusia usa misiles, aviones y helicópteros contra nosotros, contra civiles, contra nuestras ciudades, contra nuestras infraestructuras. Es el deber humanitario del mundo responder”, ha dicho en un discurso televisado en el que pidió a Occidente que al menos envíe aviones a Ucrania.

Con “Adolf Hitler”, “Adolf Putin” comparte una forma común de ver el mundo: creer que su supervivencia personal es más importante que el bienestar de su pueblo. Ambos creían que, de perder la guerra, el resultado podría ser o su encarcelamiento o su muerte. A “Adolf Putin” le gusta mucho apelar a la historia, comprender el presente y mirar hacia el futuro. Recuerdo que “Adolf Hitler” se envenenó; ¿cómo podrá terminar “Adolf Putin”? No le deseo mejor muerte.

'Adolf Putin'