viernes. 19.04.2024
debate telemadrid
Candidatos a las elecciones del 4M en la imagen previa del debate en Telemadrid.

La sensación es la que acompaña a los grandes acontecimientos. Las elecciones autonómicas madrileñas del próximo 4 de mayo se presentan como un parteaguas que definirá si las instituciones madrileñas se mantienen en la ciénaga de corrupción, desigualdad y odio a la que nos han conducido las reaccionarias derechas madrileñas o sale de ella con propuestas para un Madrid acogedor, respetuoso con las diferencias y solidario con los que necesitan más protección y cuidados. 

Seguimos con unas instituciones al servicio de los privilegios, negocios y pelotazos de los poderosos o nos dotamos de un poder autonómico comprometido con el reforzamiento de los bienes públicos y los derechos del conjunto de la ciudadanía. O la libertad de odiar a los diferentes y despreciar a los pobres o la libertad que iguala a la ciudadanía en oportunidades y obligaciones. La respuesta, amigo mío, está en las urnas.

El día después, sea cual sea el resultado electoral, la mitad de la ciudadanía madrileña se sentirá vencida y frustrada. Pero habrá una gran diferencia cargada de repercusiones. Si ganan las derechas seguirán hurgando en las heridas de una sociedad crispada y tejiendo esa densa red de complicidades, corruptelas y chanchullos que ha permitido al PP gobernar la Comunidad de Madrid desde 1995. Si son las izquierdas las que suman más votos tendrán que recuperar la convivencia, suturar las heridas producidas y ofrecer más protección y derechos a la ciudadanía y, especialmente, porque así se reconoce a sí misma una sociedad decente, a los sectores más vulnerables.

En los últimos años, la escena y los actores políticos madrileños han cambiado sustancialmente. En las dos últimas elecciones a la Asamblea de Madrid, en 2015 y 2019, ganaron las derechas por muy poco y el resultado de las urnas se aproximó mucho, en ambos casos, a un empate técnico. En el último año, el aumento de la crispación ha transformado el debate político en barullo, favoreciendo que parte de la ciudadanía se atrinchere en identidades políticas irreconciliables o se desentienda de la política y los políticos.

Es lo que tienen la polarización: impide el debate, achica el terreno de las dudas e inclina a los electores a desatender razones, creer sospechas y negar hechos. Así se impermeabilizan las fronteras entre derechas e izquierdas. Por eso, sería extraño un trasvase significativo de votos entre los dos grandes bloques de izquierdas y derechas; los votos se moverán fundamentalmente entre los partidos de cada bloque.  

Todos los votos progresistas son decisivos para echar del gobierno de Madrid la corrupción, los chanchullos y el derechismo elitista que representa el PP de Ayuso 

Madrid no es de derechas, tampoco de izquierdas. O, dicho de otra forma, hay un Madrid de izquierdas, un Madrid de derechas y un Madrid que vive de espaldas a la política, porque entiende, con razón o sin ella, que la política vive de espaldas a sus preocupaciones. Sólo en situaciones muy excepcionales, el tercio de la población madrileña que nutre la abstención se molesta en acercarse a su colegio electoral. Recuerden estos datos: las izquierdas (PSOE, Más Madrid, UP e IU) sumaron en las dos últimas elecciones autonómicas un 48,2% de los votos registrados en 2015 y un 47,6% en 2019; mientras las derechas (PP, Cs, Vox y UPyD) sumaban algo más, un 48,4% en 2015 y un 50,5% en 2019.

El pequeño aumento de la ventaja de las derechas en 2019 fue debido, entre otros factores, a la reducción en algo más de un punto porcentual de la participación electoral, hasta el 64,3% (frente al 65,7% en 2015). Y al desánimo se sumó el sectarismo fomentado por la pésima gestión de las fricciones políticas entre el PSOE y UP.

En esta campaña electoral las fricciones han quedado al margen y todos los votos al PSOE, Más Madrid y UP suman y se complementan. A falta de una semana, todas las encuestan señalan que la suma de escaños progresistas y de izquierdas pueden superar los que obtengan las derechas en la Asamblea de Madrid. Entiéndase bien, no es lo más probable, sigue siendo difícil, pero es posible. Dependerá de unos pocos miles de votos. Sin embargo, ha habido un gran interés por parte de la mayoría de los medios de comunicación en presentar el trasvase de votos de Vox y, sobre todo, de Cs hacia el PP de Ayuso como un indicador de la segura victoria derechista. Confusión interesada.

En los últimos días, Monasterio y Ayuso han atizado la polarización y boicoteado el diálogo y los debates entre los partidos. Los oídos sordos, la ausencia de diálogo y el ruido les conviene y es lo que han buscado y logrado. No me parece que la respuesta adecuada sea provocar más ruido o reducir la campaña electoral a una lucha decisiva contra el fascismo. La sociedad madrileña que se identifica con la izquierda o apoya las propuestas progresistas es, afortunadamente, muy compleja y diversa: lo que interesa y motiva a una parte deja indiferente a otras. En consecuencia, los datos, la exigencia de rendición de cuentas por las políticas aplicadas o la presentación de propuestas bien elaboradas van a seguir siendo un terreno decisivo a la hora de decantar el resultado.

La campaña que aún resta no va a modificar significativamente los perímetros de los electorados de izquierdas y derechas, entre otras cosas porque los últimos sucesos han hecho los muros de separación más altos. Sin embargo, las tareas pendientes son cruciales para un resultado que, aunque depende de mil detalles, se decidirá en una esquina del campo de juego, el de las personas que no han decidido todavía si vale la pena molestarse en ir a votar o si su voto puede mejorar su vida y la de su entorno.

El trabajo no ha acabado. Es crucial afinar el oído para escuchar los murmullos de las personas que dudan o plantean preguntas que nadie responde y necesidades que nadie atiende. Con la baja densidad programática y militante de los partidos progresistas y de izquierdas bastante hacen con sostener sus respectivas campañas en tan difíciles condiciones y reforzar la vinculación con sus electorados. Falta la proximidad, la atención particular, el intercambio de dudas e interrogantes entre iguales y la persuasión de los que viven al lado y en condiciones parecidas. La superación de esas deficiencias está al alcance de toda la ciudadanía progresista consciente de lo que está en juego.

En estas elecciones no hay otra opción ni mejor alternativa que la de un acuerdo entre los tres partidos de izquierdas para sustituir al gobierno derechista que hemos sufrido en los dos últimos años. El voto, todos los votos progresistas son decisivos para echar del gobierno de Madrid la corrupción, los chanchullos y el derechismo elitista que representa el PP de Ayuso con el nefasto añadido de su alianza con la extrema derecha.

A votar y a ganar a la mayoría social madrileña para la convivencia.

Odio o convivencia. El 4M, las urnas deciden