viernes. 29.03.2024

La casualidad ha hecho casi coincidir la celebración de las elecciones autonómicas de Madrid y el décimo aniversario de las movilizaciones que luego conocimos como el 15-M. La cara y la cruz de una perspectiva de cambio y de la frustración de este, al menos hoy por hoy. No estaría mal que quienes desde la izquierda acogimos con alegría y esperanza el 15-M y hemos asistido desolados y desconcertados a la tremenda victoria de la derecha en Madrid, reflexionemos al respecto sin cortapisas.

Es muy posible que haya quienes, a la vista de lo sucedido, lleguen a la conclusión de que el 15-M fue un sueño demasiado ambicioso, una utopía irrealizable o una algarada juvenil sin rumbo y sin posibilidad de consolidarse.

La verdad es que de una primera y superficial lectura de lo acontecido una década después, se podría certificar la defunción del 15-M sin haber dejado huella perdurable en la sociedad española y sin haber logrado lo que pretendían e incluso cabe sospechar que muchos jóvenes que estuvieron en las plazas de Madrid en aquellos días ahora han votado a la derecha

Algunas de las más significativas figuras o referentes han quedado fuera de juego por diversas razones o han sido engullidos por la dinámica del establishment político, del que decían “que no nos representan”. La retirada y simbólico corte de pelo de Pablo Iglesias, podría ser la plasmación de esa derrota, al no haber conseguido “asaltar los cielos”.

Pero si echamos un poco la vista a la historia, encontramos que muchas grandes sacudidas sociales inicialmente terminaron fracasando y tan solo al cabo del tiempo se hizo visible lo que realmente sí habían influido. Y para muestra tres ejemplos muy diferentes.

La revolución francesa acabo devorada entre sus diversas facciones y machacada por Napoleón, pero décadas después fue la espoleta que terminó derribando las sociedades feudales y las monarquías absolutistas, abriendo camino a la lenta pero irreversible implantación de los derechos y libertades políticas. El Mayo Francés fue derrotado en pocas semanas por la derecha agrupada en torno al General De Gaulle y al ejército francés; sin embargo, muchos de sus ideales poco a poco fueron impregnando las sociedades democráticas, siendo un factor de renovación y modernización en la educación, en la cultura, en las relaciones personales, en la presencia social de los jóvenes…etc. Los movimientos por el voto, la igualdad y la liberación de la mujer, iniciados a principios del siglo XX, inicialmente muy minoritarios y hasta objeto de burlas públicas, décadas más tarde lograron convertir sus principales reivindicaciones en leyes y en ser asumidas como derechos incuestionables.    

Los cambios profundos tardan en cristalizar, sobre todo cuando hay poderes e intereses que se ven cuestionados y afectados y capas de la población con sentimientos conservadores que no quieren cuestionarse formas de vida tradicionales por miedo o comodidad. Por eso en sociedades tan estructuradas como las nuestras, lograr mayorías que asuman propuestas innovadoras, alternativas, transformadoras, no es fácil ni rápido y menos aun cuando conllevan la sustitución, total o parcial, de las elites dirigentes.  

El 15-M, como tantos otros procesos inicialmente rupturistas, quiso hacer demasiada tabla rasa del pasado reciente de nuestro país, incluida la transición democrática y la Constitución de 1978 y un cuestionamiento general del papel de  las generaciones mayores (es significativo que en las listas de PODEMOS y en sus equipos de dirección, con casi la excepción del Ex JEMAD Julio Rodríguez, los mayores de 60 años brillan por su ausencia, en una sociedad en la que no olvidemos representan casi el 25% de la población).

Afortunadamente Pablo Iglesias ha ido modulando con el paso del tiempo y sobre todo con su paso por las instituciones, esas ansias rupturistas. Y muy recientemente, Iñigo Errejón ha admitido que los escenarios y trayectos que habían diseñado eran más que voluntaristas y tenían poco que ver con la realidad de una sociedad tan compleja, plural y diversa como la española.

En cualquier caso, aunque las consecuciones del 15-M y de PODEMOS, por el momento han quedado lejos de sus expectativas iniciales, tampoco hay que echar en saco roto lo que han influido ya en la dinamización de la política española y muy en particular en la evolución del PSOE y de su actual dirección, en la «alternancia bipartidista», así como en los vínculos positivos que se han ido fraguando con las izquierdas nacionalistas o regionalistas.  

El desastre electoral de la izquierda en Madrid, de la que solo se ha salvado MAS MADRID, exige una profunda reconstrucción de las fuerzas progresistas, que vaya mucho más allá de cambiar algunos dirigentes, siendo esto el punto de partida inexcusable.

Reconstrucción que pasa por tener organización partidaria de base, algo de lo que carece PODEMOS cuyos “Círculos” en su mayor parte han pasado a mejor vida, y que en el caso del PSOE sus agrupaciones hace bastantes años languidecen en medio de luchas internas. Organización partidaria también debilísima en el caso de MAS MADRID, por razones más comprensibles por su reciente creación.

A diferencia de la derecha, la izquierda necesitamos organización, presencia estable y visible en los barrios, en los movimientos sociales, en los sindicatos, en las ONGS, en los centros sociales y de mayores…. Es su mejor forma de llegar a la ciudadanía. Crear organización de base exige hacer atractiva, amable, útil, participativa, transparente y con capacidad de influir y decidir, a toda la militancia y no ser meros ejecutores de las consignas de la dirección ni peones de relleno en las campañas electorales.

La izquierda tenemos que modernizar nuestro lenguaje, nuestras formas de comunicación, que no hay que confundir con limitarse o centrarse en los twitters o en buscar ansiosamente titulares en los medios de comunicación o en las redes sociales.

La izquierda debemos ofrecer alternativas creíbles, socialmente mayoritarias, financiables de forma clara y sostenible.

Nuestras candidaturas no pueden ser funcionarios del partido desde la juventud, gente acartonada y menos aún con actitudes broncas. Por el contrario, potenciemos gente normal, alegres y simpáticas, con profesión y experiencia laboral contrastada, formadas y cultas, que hablen como la gente corriente. Basta comparar el perfil de Mónica García con los otros candidatos para sacar conclusiones.  

Y un último apunte. MAS MADRID parece decantarse por convertirse en un partido básicamente verde. Es una opción muy interesante y oportuna, teniendo en cuenta el vacío existente al respecto en nuestro panorama de las actuales fuerzas políticas y de la creciente importancia que tienen los problemas y alternativas medio ambientales y ecologistas, pero hasta ahora todos los intentos habidos en nuestro país desde hace muchos años, han fracasado estrepitosamente. La combinación “verde”, “violeta” del feminismo y desde luego “roja” de los derechos laborales de las clases trabajadoras, debería ser la clave para salir de esa espiral de desastre en que se han sumido todas las iniciativas verdes.

La derecha está muy crecida y con razón. No nos va a poner las cosas fáciles ni en Madrid, ni en el conjunto de España. Pero nada está perdido. Tenemos tiempo, aunque no excesivo, para afrontar cambios profundos. La combinación de los mejores impulsos y mensajes del 15-M con la experiencia y valores de la izquierda tradicional (socialista y comunista) y de los cristianos progresistas, puede ser el camino para lograrlo.  

Del 15 de Mayo de 2011 al 4 de Mayo de 2021