viernes. 29.03.2024
quim torra
Última comparecencia de Quim Torra desde el Palau de la Generalitat el pasado 28 de septiembre.

Catalunya tiene la necesidad de pasar página. Los últimos años han estado de una profunda decadencia de la sociedad bajo el gobierno más ineficiente e incapaz que hubiéramos podido imaginar. Ni en el peor de los sueños se podía haber pensado en un gobierno como el que ha encabezado, presidir sería mucho decir, Quim Torra.

El Govern de la Generalitat bajo el mandato de Torra ha sido una mezcla de despropósitos difícilmente previsibles. Ha sido un desgobierno voluntariamente querido en manos de un activista sin ninguna voluntad de construir nada y sin ningún otro objetivo que tratar de confrontar con el gobierno del Estado y hacer una continuada campaña de propaganda de una independencia imposible y sin tener en cuenta en ningún momento las necesidades del país y de su ciudadanía. Ni siquiera ha entrado en sus planes gestionar nada, sino simplemente dirigirse a sus seguidores para lanzarles discursos de confrontación que los tuvieran en una movilización permanente.

El Govern no ha gestionado para nadie, ni siquiera para sus votantes, a los cuales ha dirigido en exclusiva sus mensajes propagandísticos

El Govern no ha gestionado para nadie, ni siquiera para sus votantes, a los cuales ha dirigido en exclusiva sus mensajes propagandísticos. Ha despreciado a más de la mitad del país que bajo su forma de pensar ni siquiera los considera parte de la sociedad catalana. Su discurso sectario no ha querido nunca reducir la división de la sociedad sino en todo caso hacerla más amplia.

Hemos visto llamamientos a la insubordinación social, mensajes de comprensión a los responsables de los estallidos de violencia o a los intentos de colapsar el país y a la vez reprochar incluso a sus propias fuerzas de seguridad cuando se han enfrentado a los violentos en la calle. Todo esto acompañado de visitas al huido Puigdemont y a los políticos encarcelados, por cierto bajo la custodia de su gobierno.

Este gobierno ha sido una pesadilla. No solo ha inflamado y apoyado a las actuaciones de los sectores más radicales del independentismo sino que a la vez ha confrontado con todo el resto del espectro político al que ha ninguneado dejando clara la nula voluntad de diálogo y de acuerdo para dar salida a una situación de profunda crispación. Todo esto ha llevado al continuado despropósito y desprecio a las leyes y a la judicatura por parte del Presidente “vicario” que finalmente le ha comportado su inhabilitación y dimisión. Hasta tal punto llegó el comportamiento insensato del máximo representante de la Generalitat que su marcha se produjo dentro de una ruptura interna de su gobierno y de su mayoría parlamentaria.

La gestión pública del gobierno ha sido nula en todo momento y su relación con los agentes sociales inexistente, solo ha tenido tiempos para escuchar los cantos de sirena de las entidades subvencionadas que se han encargado de mantener el ruido en la calle como la ANC y Omnium. La marcha de empresas y la degradación de la economía y el tejido social no han comportado ninguna desazón para un gobierno cerrado en sus sueños y ausente de la realidad social del país.

En la última etapa con y sin Torra hemos tenido que soportar la realidad de la pandemia del Covid-19 en Catalunya. Un gobierno que no tenía la voluntad de gestionar se ha visto obligado a enfrentarse a una importante crisis sanitaria y social. Y esto ha puesto a al descubierto todas las debilidades y carencias y se han hecho públicas sus incapacidades. Han intentado en todo momento marcar perfil propio intentando criticar y planteando falsas alternativas a las políticas del Gobierno del Estado. Se han visto retratados en su crítica por la crítica junto al gobierno de la Comunidad de Madrid siendo sin duda las dos autonomías dónde de peor forma se ha afrontado la lucha contra el virus.

A la vez hemos sufrido en esta última etapa el periodo más intenso de desavenencias entre “consellerias” que se han hecho más evidentes con una continua y pública culpabilización de unos responsables contra los otros ante los ojos de una sociedad que no daba crédito al follón interno del Gobierno de la Generalitat. Los ceses, los cambios, los enfrentamientos han sido la fase final de un gobierno que ha hecho de la decadencia institucional y del descrédito su enseña.

El último “esperpento” de este simulacro de gobierno ha sido el intento de desconvocar las elecciones del 14-F. Desconvocar unas elecciones que el gobierno en funciones convocó, al ser inhabilitado el Presidente Torra, por precepto legal y que por lo tanto no podía desconvocar. Ni siquiera las aplazó sino que directamente las desconvocó sin tener facultad para hacerlo. Y todo en el fondo, a pesar de lo intentara camuflar en razones sanitarias, por puras razones de interés político partidista como se puede ver en la posición de los varios partidos que lo aceptaron y que eran los que se veían como más damnificados por el efecto Illa.

Ahora como decíamos toca la hora de pasar página de esta nefasta etapa. Catalunya precisa después de tanto tiempo un Gobierno de verdad, el objetivo del cual sea gestionar el país al servicio de la ciudadanía. Los que nos han llevado hasta aquí no pueden ser los que nos saquen de la situación. Necesitamos un cambio urgente de gobierno y de la forma de gobernar. Hace falta un cambio en las prioridades y hace falta sobre todo capacidad y voluntad de gestionar al servicio del conjunto de la sociedad y en especial de los sectores más vulnerables. Hay que reactivar la economía y a la vez el necesario diálogo social. Hacen falta unos planteamientos políticos e ideológicos dirigidos a superar la división y la confrontación interna y a restablecer un autogobierno como el que la sociedad catalana se merece y establecer unas relaciones comunes y fraternales con el resto de los pueblos del estado.

Hace falta en definitiva un cambio radical, la sociedad catalana tiene que superar la división y volver a plantearse ser un referente de sociedad líder y solidaria tanto hacia la propia ciudadanía como hacia la del conjunto del Estado, de la Unión Europea y abierta a todos los pueblos del mundo.

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