sábado. 27.04.2024
Bernard_Arnault
Bernard Arnault.

Hoy voy a hablar de moda. No, realmente voy a hablar de pintura. Tampoco, la verdad. No quiero mentir a nadie. En realidad, voy a hablar de dinero, aunque sé que al final voy acabar hablando del poder (que no es exactamente lo mismo).

La Fundación Louis Vuitton (que supongo fija el precio de sus bolsos en función del SMI) promociona por y en todos los medios una exposición de Mark Rothko en su sede de París. Vogue España (yo es que soy muy fan de leer el BOE y la Vogue al mismo tiempo), lo dice así, sin complejos, como son ellas: "Mark Rothko, la gran exposición del otoño galo: si el cuadro no hace juego con su sofá, ¡cambie de sofá!". Una provocación, sin duda. ¿Una frivolidad? No del todo. Rothko es uno de los pintores más instrumentalizados por el dinero y menos valorado por eso que alguien denominó, con una mezcla de desprecio y miedo, "las masas". Así que no debe ser casualidad la elección. Y aunque yo sí creo en las casualidades, creo que esta vez hay una clara intencionalidad en la elección de Rothko: insultarnos.

Louis Vuitton es la mayor empresa de Europa (yo también sigo sin creérmelo) Según Expansión (24/03/2023): "LVMH se convierte en la primera empresa europea que supera los 500.000 millones de dólares de capitalización". No sé qué significa exactamente eso, pero este detallito convierte a Bernard Arnault en la persona más rica del mundo (mientras Elon Musk sigue a hostias con los sindicatos nórdicos, qué loser). Así que Bernard, Bernardo para mí, puede montarse una exposición de Rothko o un circo búlgaro de ocho pistas con actores del teatro kabuki de Hiroshima. Lo que más le apetezca. Esa es la realidad de la no-lucha de clases realmente existente (la que estamos perdiendo). Y lo mejor de todo: Vogue acumula más visitas en su web en un solo día que el Mundo Obrero en todo un año. ¡¿Qué tendrá qué ver eso?! Pues todo, "camarada", todo.

Luivi, (que es como se dice Louis Vuitton cuando se tiene dinero) vende algo muy abstracto: distinción. Pero la distinción es un fetichismo del alma difícil de monetarizar (Bourdieu dixit) Amancio no es Bernardo. Porque Luivi no es Zara. Hay que saber quién es uno para saber qué vende y a quién le vende. Papo Kling, a un tiempo fundador y liquidador de la marca Kling, lo ha contado en una magnífica novela de autoficción titulada Fractura expuesta (Círculo de Tiza, 2023): "Como marca, podíamos inspirarnos en movimientos o vanguardias contraculturales o recrear en nuestras campañas todo tipo de estéticas desafiantes, pero al final del día a lo que nos dedicábamos era a vender vestidos de volantes". ¿Sabrá eso Bernard Arnault? Seguro que sí. ¿Qué pensará Amancio Ortega de la lucha de clases?

Intuyo que detrás del esfuerzo de Bernard Arnault por blanquear su imagen y darle un barniz cultureta a Luivi hay algo más, algo así como una siniestra venganza del dinero contra Rothko

Ya se intentó humillar a Rothko otra vez antes. Cuando Mies van der Rohe proyectó el rascacielos de la multinacional Seagrams en Nueva York (sí, el mismo Mies van der Rohe de la Bauhaus ¿es qué hay otro?), "el lujoso y exclusivo restaurante Four Seasons" (una forma eufemística de decir “ese lugar infame de reunión de las clases dominantes”), que se iba a instalar en los bajos del edificio, le encargó a Rothko unos murales para "decorar" (esa es la palabra clave, creo: "decorar") aquel monumento a la victoria del libre mercado frente al "populismo". Amador Vega Esquerra cuenta la historia con una economía del lenguaje admirable en un libro igualmente admirable (Sacrificio y creación en la pintura de Rothko, Siruela, 2010): "Un sentimiento de ambigüedad se fue apoderando de él [de Rothko] a medida que llegaba el día de la entrega de sus cuadros al restaurante. Aunque era una de las primeras veces que habría recibido una remuneración muy satisfactoria por el trabajo, no acababa de aceptar que aquellos cuadros cargados de una gran profundidad espiritual sirvieran como decoración de un restaurante burgués, y cuando terminó el trabajo, de un modo incomprensible para sus clientes, canceló el contrato, renunció a entregar las pinturas, y devolvió el dinero". Cierto, para la inmensa mayoría puede resultar incomprensible renunciar al dinero. ¡Es dinero!, nadie renuncia nunca al dinero, esa es la premisa básica de todo este sistema.

Por eso intuyo que detrás del esfuerzo de Bernardo por blanquear su imagen y darle un barniz cultureta a Luivi hay algo más, algo así como una siniestra venganza del dinero contra Rothko. Porque no nos engañemos, la mayor empresa de Europa se fundamenta, en gran medida, en el tráfico de productos de lujo kitsch en Asia y ninguna exposición de Rothko va a cambiar eso. Porque, en esencia, Luivi es kitsch y siniestro: es el poder del dinero utilizando la obra de Rothko (uno de los escasísimos pintores capaces de decirle no al poder del dinero y al dinero del poder), para limpiar su imagen. Arnault nos enseña los murales de Rothko para el Four Seasons como celebración de su victoria sobre la vieja cultura occidental. Es la venganza del dinero. Es su poder. El poder de Louis Vuitton ya no es solo económico, es mucho más que eso, es simbólico, pasa de la Vogue al BOE y viceversa. Por eso van ganando, porque saben hacer que su dinero gane incluso contra nuestros muertos.

Tu bolso de 1.000 pavos es una horterada y ni Rothko me va a hacer cambiar de opinión