viernes. 10.05.2024
El Patio sirvió para decorar una tienda de antigüedades en París

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Con el nombre de Patio de la Infanta se conoce un patio renacentista del año 1550, junto a la antigua judería, en lo que hoy es la calle San Jorge. Está considerada una joya del arte renacentista aragonés y modelo de patios de otros importantes palacios de la época.

  1. Una dinastía truncada
  2. Características del palacio
  3. Un patio, una boda y una carta astral
  4. Deterioro, incendio y viaje a Francia
  5. Vuelta a casa

Gabriel Zaporta, comerciante y primer banquero de la Corona de Aragón, que era de origen judío y fue prestamista de emperador Carlos I. Fue quien mandó construirlo a mediados del siglo XVI.

La Casa Palacio de Zaporta sirvió de residencia de importantes personajes aragoneses como, el Cronista Mayor del Reino, Lupercio Leonardo de Argensola, Ramón Pignatelli o la infanta María Teresa de Vallabriga, que fue inquilina hasta el año 1820. A partir del siglo XIX, el patio central de la casa se conocerá con el nombre de Patio de la infanta en honor a De Vallabriga.

Gabriel Zaporta fue un banquero judeoconverso, originario de la zona de Monzón, que se estableció en Zaragoza hacia 1535 con su primera mujer, Jerónima Arbizu, con quien tuvo dos hijos: Isabel y Luis.

El Patio de la Infanta en un grabado del año 1850 publicado en España artística y monumental
El Patio de la Infanta en un grabado del año 1850 publicado en España artística y monumental

Fue el primer banquero de la Corona de Aragón y mantuvo prósperas relaciones comerciales con Valencia, Francia, Flandes e Italia, a donde exportaba productos como lana, trigo, azafrán y ganado.

Concedía préstamos y créditos y entre sus clientes más ilustres estuvo el propio rey Carlos I, que le concedió el título de noble de Aragón en el año 1542 junto con el señorío de Valmañá.

Una dinastía truncada

Con su segunda mujer, Mariana de Albión y Reus tuvo tres hijos: Gabriel, que falleció con diecinueve años; Guillén, que se hizo franciscano y renunció a su herencia y apellidos; y Leonor, que tuvo un niño, Martín, que no vivió más de dos años. Sabina falleció un veinte de marzo del año 1579 y diez meses después, le siguió su marido Gabriel, el cuatro de febrero del año 1580.

La casa familiar la heredó Luis, el hijo de su primer matrimonio, pero falleció un año después, de modo que la propiedad pasó a manos de su hija, Jerónima Zaporta y Albión, que tenía entonces seis años.

La viuda, Mariana de Albión y Reus, contrajo nuevas nupcias con el poeta Lupercio Leonardo de Argensola, cronista Mayor del Reino de Aragón, con quien tuvo otro hijo, Gabriel Leonardo y Albión, que fue quien heredó finalmente la Casa al fallecer su hermanastra Jerónima sin descendencia.

Retrato de María Teresa de Vallabriga, pintado por Goya
Retrato de María Teresa de
Vallabriga, pintado por Goya

A partir del siglo XVII, la Casa Zaporta pasa a manos de otra línea familiar, los Franco y López, que ya entrado el siglo XVIII la alquilaron al comerciante Martín de Goicoechea, mecenas y amigo del pintor Francisco de Goya.

En plena Ilustración, la joven Real Sociedad Económica de Aragón decide fundar la Escuela de Dibujo en el año 1784 e instalarla en los bajos de la Casa Zaporta. Pocos años después, en abril del año 1792, el rey Carlos IV convierte esta Escuela en la Real Academia de Bellas Artes de San Luis, que se instaló posteriormente en lo que es hoy en día el Museo de Zaragoza.

Tras el fallecimiento de su primera mujer, Gabriel Zaporta mandó construir un palacio en la Calle Nueva de Zaragoza, en el límite de la antigua judería, como regalo de bodas para su segunda esposa, Sabina de Santángel, de quien estaba profundamente enamorado.

Características del palacio

La vivienda ocupaba unos 1.700 metros cuadrados y estaba organizada en torno a un patio interior central cuadrado a cielo abierto, herencia de la tradición romana, con ornamentos que recordaban la moda italiana de la época y suponían toda una demostración de poder y riqueza.

Portada de la Casa de la
Infanta en una ilustración de
José Passos

El Patio de la Infanta es una de esas joyas que podrían haberse perdido varias veces a lo largo de la historia, pero que milagrosamente consiguieron subsistir al paso de los siglos, gracias a esa cualidad tan aragonesa que es la perseverancia. Como narra Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales, “entre los escombros y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde”.

A finales del XIX, la casa sufrió un incendio que la dejó en ruinas, lo que provocó su demolición en el año 1903. Tras varios incendios, el inmueble fue desmontado en el año 1903 por el arquitecto Luis de la Figuera Lezcano.

Se salvaron la portada de un estilo gótico final con un mirador de arcos conopiales y alero con canes de lóbulos como el Palacio de los Torrero y el patio, que fueron adquiridos por un anticuario francés con el fin de alojar su comercio en París en este monumento.

Un año después, el anticuario francés Ferdinand Schultz, compró, desmontó y se llevó a París el patio para instalarlo en su tienda de antigüedades. La actual Ibercaja lo compró en el año 1958 y lo trajo de nuevo a la ciudad.

La Caja de Ahorros Ibercaja adquirió el patio en el año 1957 y en el año 1980 lo instaló dentro de su sede central, un edificio moderno situado en la plaza Basilio Paraíso, para posteriormente trasladarlo como hemos visto a la calle San Jorge.

Se trata del patio interior del palacio residencia de Gabriel Zaporta. El nombre proviene de la infanta María Teresa de Vallabriga, que fue esposa de Luis de Borbón y Farnesio, hermano del rey Carlos III. Siendo viuda, regresó a Zaragoza para vivir a partir del año 1785 en el Palacio de Zaporta.

La casa palacio de Gabriel Zaporta se encontraba entre las actuales calles de San Jorge, San Andrés y el callejón de Zaporta. Contaba con un jardín en su zona posterior, opuesta a la calle de San Jorge a la que daba su fachada, y un patio labrado con gran riqueza.

El Patio de la Infanta, una joya zaragozana poco conocida
El Patio de la Infanta, una joya zaragozana poco conocida

El Patio de la Infanta tiene una estructura típicamente aragonesa, consta de dos pisos y una galería superior soportada por columnas, distinguiéndose de otros similares por la profusa decoración de sus elementos arquitectónicos.

El patio constaba y consta de cuatro lados y el antepecho que los bordea está decorado con medallones. Debajo del antepecho, sobre las columnas, discurre un pequeño friso con 28 medallones que se miran entre sí. Hay medallones con los retratos de César Augusto, Trajano, Marco Aurelio, Adriano, Constantino, Justiniano, Carlomagno, Felipe el Atrevido, Francisco I de Francia y Fernando el Católico. A esta galería de emperadores y reyes ilustres se suma el retrato del propio Gabriel Zaporta.

Hay además catorce parejas de amantes famosos, entre los que destacan Paris y Helena, Eros y Psique, Dante Alighieri y Beatrice, los judíos Abraham y Sara y Jacob y Raquel, o los grecolatinos Séneca y Pompea y Ulises y Penélope. No es de extrañar pues que la Casa Zaporta fuera conocida en la época como el Palacio del Amor.

Plano de Casa Zaporta, el 'Palacio del Amor' de Zaragoza
Plano de Casa Zaporta, el 'Palacio del Amor' de Zaragoza

En las esquinas hay relieves que representan los seis trabajos de Hércules, además de las Tres Gracias y las Alegorías del Amor y de la Ocasión simbolizan las ideas de Religión, Imperio, Prosperidad y Filosofía Neoplatónica, presentes en la política imperial de Carlos I.

El objetivo de los mismos fue realizado para así realzar el honor y el beneficio del matrimonio. Entre los medallones se observan putti [1], amorcillos y ninfas con instrumentos musicales cabalgando en grifos, centauros, felinos o monstruos y jugando con pájaros y leones, creando entre todos un ambiente festivo y feliz.

En las columnas que soportan el Patio hay como si se tratara de una representación teatral el horóscopo del día de la boda entre Gabriel Zaporta y Sabina Santángel, que según los cálculos se celebró el día tres de junio del año 1549 a las 18 horas y 50 minutos.

La planta baja está construida a dintel, mientras que la principal aloja una galería corrida de arcos de medio punto soportados por columnas abalaustradas. Todas las columnas, tanto inferiores como superiores, son anilladas a dos tercios, característica tradicional de la columna renacentista aragonesa.

Tanto los elementos sustentantes como todo el resto, están decorados con relieves. Las columnas están ornamentadas con figuras humanas a modo de cariátides o estípites. Es uno de los más tempranos ejemplos de Manierismo, muy poco después de haber comenzado el influjo del renacimiento italiano en Aragón.

Grifos, amorcillos, escenas de la serie de los trabajos de Hércules, representación de las Tres Gracias, alegorías de Cupido y de la Ocasión, además de otras alusiones a amantes ilustres y a figuras relacionadas con el Eros, forman parte de su abigarrado programa iconográfico que hace pensar en un templo dedicado al poder y al amor.

Este patio se veía desde la calle en el momento de su construcción, pues no existía la transición del habitual zaguán, en un alarde de ostentación que mostraba a todo paseante el estatus social alcanzado por su dueño.

En el antepecho del mirador, de frente al espectador de la calle, aparecía la imagen del emperador, cuya espada lleva la inscripción CAROLVS.

Para Juan Antonio Gaya Nuño se habría tratado del más bello edificio civil de Zaragoza y Fernando Chueca Goitia lo describió como espejo de palacios aragoneses.

Un patio, una boda y una carta astral

Sin embargo, Toda esta parafernalia de esculturas históricas y decoraciones mitológicas no eran sino una forma de camuflar algo mucho más cabalístico y oculto que los investigadores tardaron varios siglos en descifrar.

Bajo las efigies de reyes y emperadores y el friso con rostros de amantes universales se encontraban los símbolos de los cuatro elementos clásicos: agua, aire, tierra y fuego, que a su vez reposaban sobre cuatro columnas centrales, que contenían la representación de cuatro planetas: el Sol, la Luna, Saturno y Mercurio dispuestos según el orden del cosmos en un momento muy concreto.

Como judíos conversos, Gabriel y Sabina tenían que demostrar su fe cristiana ante el mundo y por tanto no podían reconocer algo que hubiera sido una herejía para la época. El patio estaba diseñado para representar y conmemorar la carta astral del momento exacto de su boda: las 18 horas y 50 minutos del 3 de junio de 1549.

Los novios, Gabriel y Sabina, tallados en madera, presiden el patio desde lo alto y vigilan semi-escondidos y cómplices, el horóscopo secreto de su enlace con ironía somarda.

Deterioro, incendio y viaje a Francia

A la muerte de la Infanta, la familia propietaria destinó el edificio a otro tipo de usos. Alojó a estudiantes, artistas, comerciantes y artesanos; sirvió como Liceo literario, acogió el Casino Monárquico y Liberal, después la Academia Jurídico Práctica Aragonesa y también fue almacén y taller de carruajes.

A mediados del siglo XIX, los propietarios instalaron iluminación a gas y alquilaron las partes libres del edificio. El patio y la casa sirvieron entonces como taller de fundición, almacén de carbón y madera, escuela de música, imprenta y hasta taller de ebanistería.

Detalle de una de las columnas de la Luna del Patio de la Infanta
Detalle de una de las columnas de
la Luna del Patio de la Infanta

La noche del once de septiembre del año 1894 la casa sufrió un terrible incendio del que sólo se salvaron el patio y la escalera. Los herederos, tras el siniestro, decidieron derribar y vender los muros del palacio.

El derribo comenzó curiosamente un cuatro de febrero del año 1903, fecha del aniversario de la muerte de Gabriel Zaporta. A pesar de los esfuerzos de algunos intelectuales de la época, el patio fue vendido al anticuario francés Ferdinand Schultz por 17.000 pesetas, quien lo desmontó, lo traslado y lo volvió a montar como escaparate de su tienda de antigüedades, en el número 25 de la Rue Voltaire de París.

Vuelta a casa

La noticia saltó a la prensa en el año 1958 y José Sinúes, entonces director de la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja (hoy Ibercaja) decidió adquirirlo de nuevo con la intención de restaurar el recuerdo de Gabriel Zaporta y el esplendor de aquella Zaragoza renacentista. Pagó 30 millones de francos franceses por él.

Durante más de veinte años el Patio fue guardado hasta que, en 1980, decidieron instalarlo en la nueva sede central de Ibercaja de la Plaza Paraíso.


BIBLIOGRAFÍA

Castillo Genzar, Adolfo. El patio de la Infanta”. 1980. Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja. Zaragoza.
Fatas, Guillermo. “Guía histórico-artística de Zaragoza”. 1982. Delegación de Patrimonio Histórico Artístico, Ayuntamiento de Zaragoza. Zaragoza.
Fatas, Guillermo. “Patio de la Infanta”. 1995. Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja. Zaragoza.
Ibercaja obra social y cultural, Labordeta, Ana. “El Patio de la Infanta”. 2003. Colección Cuadernos histórico-artísticos, 54, Ibercaja, Obra Social y Cultural. Zaragoza.
Sebastián López, S. “El patio de la Infanta de la Casa Zaporta de Zaragoza: Lectura iconográfica”, 1983. Goya: Revista de arte nº 175-176, Fundación Lázaro Galdiano. Madrid.


[1] Son motivos ornamentales consistentes en figuras de niños, frecuentemente desnudos y alados, en forma de Cupidoangelote o amorcillo. Son también conocidos como erotes.

El Patio de la Infanta